Los problemas del silicio

El atractivo del silicio como alternativa al carbono se encuentra en que, por su posición en la tabla periódica, gran parte de su química básica es similar. Por ejemplo, el carbono se combina con cuatro átomos de hidrógeno para formar metano, CH4, y el silicio produce silano, SiH4, los silicatos son análogos de carbonatos, ambos elementos forman largas cadenas, o polímeros, en los que se alternan con el oxígeno. Pero el problema fundamental del silicio es la poderosa afinidad que tiene por el oxígeno. Cuando respiramos, el carbono se oxida creando dióxido de carbono, que es un gas y resulta fácil de eliminar del cuerpo. Sin embargo, con el silicio lo que se produce es dióxido de silicio o sílice, arena, un sólido, a todas luces un compuesto muy complicado de eliminar.

Otro de los inconvenientes del silicio es que carece de la  necesaria versatilidad química a la hora de formar las moléculas que requiere el metabolismo de un ser vivo. Sí puede construir cadenas largas pero la capacidad del silicio para unirse a átomos como el hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, fósforo, azufre y metales como el hierro, magnesio y zinc es sensiblemente inferior a la del carbono. Es más, cuando interacciona con otros átomos, el silicio crea moléculas que el químico Norman Pace de la Universidad de Colorado define como “monótonas comparadas con las del universo de las macromoléculas orgánicas”. La razón se encuentra en el propio átomo de silicio, que es mucho más grande que el carbono -tiene una mayor masa y radio atómico-, lo que hace que sea complicado formar dobles enlaces, algo fundamental en gran cantidad de moléculas orgánicas, como cetonas, ésteres, ácidos carboxílicos… Por otro lado los silanos, que serían los compuestos de silicio e hidrógeno análogos a los alcanos del carbono, son muy reactivos con el agua y cuando forman largas cadenas se descomponen espontáneamente. Todo son inconvenientes.

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La mayoría de los científicos comparten lo que el astrónomo y apasionado de la vida extraterrestre Carl Sagan llamó “chovinismo del carbono”: la vida pide este elemento químico y ningún otro. Claro que a esto algunos le responden diciendo que ese chovinismo es, en realidad, el humo que ciega nuestros ojos.

Referencias:

Delsemme, A. (1998) Our cosmic origins, Cambridge University Press

Dick, S. J. (1996) The biological universe, Cambridge University Press

Goldsmith, D. y Owen, T. (1993) The search for life in the universe, Addison-Wesley

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