La última semana, la diplomacia de todas partes abrió su foco de interés para observar con más nitidez el reparto de las barajas con las que se disputa por estos días –por ahora en términos gestuales y retóricos– el “juego de guerra” con mayor fuerza de atracción de la atención pública de buena parte del mundo.

Desde hace tiempo, el lance mantiene sentados en torno al paño de la contienda – tendido en la frontera este de Ucrania-, al “anfitrión”, a Rusia, a Estados Unidos y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan). Esta liga intergubernamental tiene como propósito fundamental garantizar la libertad y la seguridad de su treintena de miembros, a través de la persuasión política o el imperativo militar. Y se muestra dispuesta a mantener izada esa bandera en la riña en ciernes en la exrepública soviética de Europa oriental, pródiga en llanuras y mesetas fértiles, a la que está dispuesta a inscribir en su padrón de asociados.

Aliados de los contrincantes involucrados de manera directa siguen expectantes la partida, prestos a sumar apoyo o replicar críticas, según que protagonista principal de la contienda se los pida.

Posiciones

El jefe del Kremlin, Vladimir Putin, niega tener intenciones de entrar a territorio ucraniano sin permiso y por la fuerza. Sin embargo, mantiene posicionados unos 100 mil soldados en la frontera en común y acaba de anunciar operaciones militares en los mares Negro y Caspio; también, en Crimea, la península que anexó a su territorio a punta de fusil entre 2014 y 2015 y que Ucrania desconoce al considerar ilegal todo el proceso de incorporación.

Para el repliegue, Moscú exige desactivar el afán expansionista de la Otan hacia Europa del este, renunciar a la instalación de armas cerca de su lindes y el repliegue de las fuerzas de la alianza militar a las posiciones de 1997.

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El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, descree de lo que dice su homólogo ruso y avisora un ataque militar masivo a Ucrania a mediados de febrero. No obstante, el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, entregó a Moscú su respuesta por escrito con la intención de disuadir la eventual invasión rusa al territorio vecino.

En la misiva destaca como posibilidades de progreso en la búsqueda de una salida política del conflicto, el control de armas y el sostenimiento de un diálogo transparente.

En tanto, la Otan, con tropas de 29 países, fortalece sus posiciones en Europa del este. Su secretario general, Jens Stoltenberg, aseguró que la alianza mantiene sus fuerzas en estado de alerta y reforzó sus líneas con el desplazamiento de barcos y aviones a la zona candente.

Por su parte, el presidente Ucraniano reclama con insistencia a los países occidentales que eviten fomentar el “pánico” frente a la concentración de tropas rusas en las fronteras con su país, mientras eleva plegarias al cielo rogando ser escuchado por quienes reparten los naipes en el “juego de guerra”.

China no está involucrada de manera directa en la disputa pero sí juega un papel a tener en cuenta.

Los analistas advierten que Moscú podría responder al rechazo de Washington a sus reclamos ante la Otan reforzando sus lazos militares y políticos con la potencia asiática. Cabe recordar que Rusia y China realizaron maniobras conjuntas, incluyendo ejercicios navales y rondas con bombarderos de largo alcance sobre el mar de Japón y el mar de China Oriental.

Todas las cartas en juego

Para Florencia Rubiolo, doctora en Relaciones Internacionales por la Universidad Católica de Córdoba (UCC), “la crisis de Ucrania combina elementos internos del país y condiciones de carácter geopolítico regional”. Para la docente, esas condiciones “llevaron a la intensificaciones de tensiones que vienen escalando desde 2014″.

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Para la especialista, “los elementos internos se vinculan a la inestabilidad y discontinuidad política, la fragilidad democrática, y las tensiones entre la población rusa de las provincias orientales de Ucrania -limítrofes con Rusia- y el gobierno central por espacios de autonomía”.

En el aspecto geopolítico, Rubiolo considera que “la escalada militar de parte de las fuerzas rusas, frente a una mayor presencia de tropas occidentales en el territorio ucraniano, llevaron a la actual situación de estancamiento y de incertidumbre, donde la mínima chispa puede desatar una reacción en cadena de respuestas militares que lleve a un enfrentamiento directo”.

La analista advierte que “este escenario de conflicto directo, aunque difícil de imaginar por las implicancias de dimensión continental y global que tendría, es el temor que tiene en vilo a las democracias occidentales”. No obstante, entiende que “las visiones que reducen el conflicto a una aspiración expansionista de Moscú, tienden a subestimar la diversidad de condiciones que llevaron a la escalada”.

Y concluye: “En el actual estado de situación, las amenazas de Putin y las demandas dirigidas a la Otan y a Washington de disminuir la presencia militar en Ucrania, deben también leerse en clave de seguridad nacional desde la perspectiva de Moscú”.

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