Esta web ya lleva unos cuantos añitos y se hizo de una identidad propia y de una audiencia que no es vastísima pero sí cariñosa y querible. Podría decirse: capa. Acaso sea tiempo de compartir algunas cosas que suceden con Socompa, que es como decir con sus lectores.

Buenas y santas.

Aquí les escribe un Funes no Memorioso, el que hizo a través de Facebook el primer llamado a armar una cosa que se pareciera a Socompa… ¿hace cuánto tiempo? Tengo muy mala memoria según de qué trate el recuerdo. Pero como aquella convocatoria fue una respuesta a la vez defensiva y proactiva ante la asunción de Macri y sus previsibles horrores -que terminaron siendo peores de lo imaginado- debe haber sido más o menos hacia marzo o abril de 2016. Porái cantaba Garay.

La historia de Socompa ya lleva casi siete años, si no fallan las aritméticas. Y me dieron ganas de escribir sobre lo que anda pasando con el portal, si es que debe llamarse así, y con lo que intuyo -puede que malamente- que suceda con ustedes. No será exactamente un balance ni una catarsis, será un modo de hablar muy indirectamente de lo que le gusta hablar seguido a Socompa (o a mí): de un cierto estado de ánimo social, un malestar generalizado, algún tipo de pálida civilizatoria que ustedes conocen bien.

Aquella convocatoria tuvo éxito y cantidad de gente linda, variopinta y solidaria se sumó a la idea. Tengo guardado desde hace muy poco, por un mail azaroso que encontré, el texto de la convocatoria, pero no la fecha de emisión virtual en Facebook (la red social de los abuelos, dicen los pibes). Sí acabo de encontrar un dato en la fan page de Socompa. Nuestra web se creó en diciembre de 1976. ¡¡¡Perdón!!! El inconsciente -ta que los parió- me hizo escribir 1976. No, diciembre ideas 2016. Recuerdo que nos dijimos con los amigos y compañeros: qué cagada, nos auto fundamos en diciembre, se viene el desierto del verano, cuando se lee poco y otros eligen libros para las vacaciones. ¿Esperamos a marzo? No, no esperamos. Nos largamos entonces en diciembre, mal mes. Navidad, Navidad, llega Navidad.

Un puñado de ideas

Pensaba que el primer posteo que llamaba a fundar una nueva web era pulenta, más rico e interesante. Pero no. Al releerlo veo que era simplemente una primera propuesta y SOS algo modesto. Tiraba una mínima onda programática, con líneas como estas:

“Que sea realmente un espacio profesional (con perdón, porque creativo y provocador y divertido y hippie y maldito también) democrático y pluralista en sentido no hipócrita… o, en fin, en sentido PRO contemporáneo.

Que sea autónomo de alineamientos políticos verticales.

Narcisistas y sectarios: vade retro”.

Cuando usé una expresión que no me entusiasma, “profesional” y apelé a la diversidad, fue por un largo rumiar contra las limitaciones discursivas y comunicacionales del kirchnerismo, la cosa endogámica, un tema en el que me repito mucho.

Fuimos fieles a esas primeras ideas tan básicas, muy diversos políticamente para lo que son las hegemonías presuntas del pasado reciente y el presente, autoconstruimos sin demasiado verso ni esfuerzo una identidad autónoma, propia. Todavía hoy la quisiera más libertaria –libertaria de la buena- a Socompa, más zafada, más hippie, siempre más sensible. Donde sensibilidad casi que vendría a reemplazar, complementar o mejorar la idea de una identidad exclusivamente asentada en la política. La quisiera visualmente más creativa, un artefacto cultural bonito en sí mismo, antes de la lectura, donde la forma visual fuera parte del mensaje. Con el programa WordPress no se puede ser taaaan creativo, pero lo intentamos.

Foto: Verónica Morvillo en tierras socomperas junto con el autor de la nota.

Más o menos al mes de aquel posteo hicimos las primeras y muy nutridas reuniones. Las primeras, en el boliche gastronómico de la familia de Ale Agostinelli. Otras varias en casa de una compañera que –creo- nunca llegó a escribir. Alguna en la casa casi rural de Daniel Cecchini, poco antes de La Plata, con él haciendo de asador. Otras varias en casa del querido Rafael Calviño y Mariana. Una de las últimas (o la última-última), tuvo mucho de armada Brancaleone. Fue hacia el final presunto de la pandemia, bajo un gomero del parque Lezama, mal sentados en el pasto.

Lo de armada Brancaleone es una de nuestras marcas. De hecho, la foto del muro de Daniel Cecchini –unos de los que más laburó para Socompa– es la de Vittorio Gassman liderando esa armada, con el casco puesto y la mandíbula torcida. Otra marca fortísima de Socompa: fuimos/somos bastante inútiles a la hora de monetizar, manejar las redes, buscar publicidad o sponsors. La mayoría de los periodistas gráficos veteranos somos así, qué se le va a hacer. La autoyuda nos diría que debemos aceptarnos y soltar. Y como también posteó hace apenas un día Cecchini (escribo un lunes 23 a martes 24), escribir es para muchos de nosotros un modo grato de no laburar (incluso laburando), en el sentido acaso marxista del término, alienación y plusvalía. Obviamente, en sentido contrario, con enorme frecuencia escribir en periodismo es formar parte de un engranaje, de una maquinaria bien fiera. La expresión “generación de contenidos” da una idea. Fabricar miles de bombones grises por día, mandar fruta sin mayor sentido, o acaso el de la mera reproducción capitalista, en estado de precarización.

Mirá También:  Hidrógeno verde, el gran verso rosado

Bien. Cuestión que hubo a lo largo de un primer año y medio o dos mucha charla amigable y también muchas deserciones graduales de los entusiastas iniciales, de los que colaboraban al principio o se fueron sumando. Nada que dé para el despecho: la gente no puede laburar gratarola, las causas se debilitan y más en tiempos como los que vivimos, la política entró en estado de depresión y el mundo también, hay que parar la olla.

Pero más embromado se puso la cosa desde hace seis meses, un año, o más. O mejor, desde el inicio mismo de nuestra historia. Porque apenas avanzamos falleció uno de los fundadores de Socompa: Rubén Levenberg, viejo compañero de Página/12, que era el que más sabía de informática y redes. Ya hacia el final de la pandemia, y no por el virus, el que murió fue Marquitos Mayer, tan querible y debilitado. Marcos laburó hasta el final, le hacía bien hacerlo, aun tecleando literalmente mal. Marcos hacía de editor hincha pelotas, llamando a los colaboradores para que se pusieran las pilas, y poseía una facilidad envidiable para redactar las “frases de Socompa”, escritas con gran sentido del humor, que nos permitían de paso, además de hacer crítica cultural de lo que fuera, posicionarnos, que se nos viera. Sus cartelitos –otros los escribía Daniel- eran muy festejados.

Se van, se van

Pasó hace no mucho tiempo que debieron dejar Socompa otros dos backs centrales, que laburaron mucho. O uno y medio: el citado pincharrata Cecchini y Gabriel Bencivengo, ambos convocados para un proyecto periodístico. Gabriel, se había bancado –además de escribir muy buenas notas de economía política- todo el horror administrativo de la web y las cuestiones legales, que es mucho asunto y odioso. Cuando me fui de viaje un mes y pico, hacia septiembre pasado, él solito sostuvo la cosa como pudo. Todavía ayuda y mucho con la cuestión administrativa. A la final, hoy, solo somos él y yo. Con lo cual cada tanto nos decimos: ¿cerramos el boliche? Y no, no lo cerramos. Y aparecen caras nuevas (Oscar Guisoni, entre otros, pampeano con pilas, desde General Pico). Con irregularidad, merodean todavía Daniel E. Arias (un capo del periodismo científico y tecnológico), Juan Pablo Csipka, Rubén Furman y otros. Wish you were here, Christian Kupchik, antiguo corresponsal de la revista El Porteño en Suecia, siglo XIV.

Visto a enero de 2023 me quedé relativamente colgado de un pincel (y pensar que en la primera o segunda reunión dijo Alejandro Grimson que debíamos apostar a algo ambicioso y no ser hippies). Yo, que por falta de mejores pilas o capacidad de “canalización del deseo” me había borrado de la edición diaria durante años. Esa tarea la sostuvieron Daniel C. y Marcos M., más la ayuda en la edición fotográfica del Rafa Calviño, Claudia Conteris, Horacio Paone. Me quedé Solari Yrigoyen y para que sobreviva Socompa aprendí o reaprendí a usar el programa de gestión de contenidos WordPress con ayuda de Bencivengo y el querido Marcelo Cutini, quien hacia el 2007 o 2008 nos formó en el manejo de cierto programa de edición a todos los que participamos en la jodida experiencia de Crítica de la Argentina, Lanata, “el último diario de papel”.

El imaginario de una Argentina vasta, interminada y rota fue unas de las razones para elegir el nombre de Socompa.

No era tan difícil, Blaus, además de escribir y encontrar notas de interés que publicaran Daniel y Marcos, editar más seguido y aprender a programar y subir notas. Lástima no haberlo hecho antes. Pero como todo tiene su recompensa y siendo que en una época, casi todos los días, posteaba en FB imágenes muy variadas que me parecían bonitas o sugerentes, hoy me doy el gusto de buscar como un niño ilustraciones a menudo “no periodísticas” para presentar los textos de una manera original o si quieren un tanto arbitraria. Es decir, lo se me cante el orto. Es la modestísima continuidad de aquello que dijimos del hipismo y las ganas de ofrecer visualmente algo alternativo a lo que se ve por todas partes (fotografía periodística estandarizada), al polietileno global de los medios y los portales.

Nosotros y otras webs

En las últimas semanas, las notas de la web alcanzaron a unas 50 mil personas. Dicen las estadísticas de nuestra fan page que el 53% de nuestros lectores son mujeres y el 47% hombres (no se muestran mediciones LGTB ni no binarios). Nobleza obliga, y con el atenuante de que ya casi no queda nadie de los originales en Socompa, ni tenemos universidad conurbana, o fundación, o partido u ONG que nos banque, y somos/éramos, gente grande, hay webs hermanas a las que les va mejor: Anfibia, La Vaca, Cítrica (antiguos hermanitos de Crítica de la Argentina), Crisis (empate técnico en términos de lectura). Peeeeroooo…, Socompa tiene su cierta identidad, sus lectores queribles, aporta su peculiar granito de arena. Otras webs más lejanamente emparentables como El Destape, amén de las diferencias de línea política (y más de tono), no antagónicas, son empresas, empresas respetables, hacen o tienen guita. Entiendo que Panamá padece o padeció como nosotros por la falta de infra y de recursos humanos y pecuniarios. Veo seguido en Instagram a la gente de Sudestada. Los conocí de chicos en los albores del kirchnerismo, crecieron a lo pavo.

Mirá También:  El pasado debajo del agua

La nota que hizo más ruido en las últimas semanas fue de un profe brasileño acerca de la Scalonetta: cerca de 30 mil personas alcanzadas y enorme cantidad de “compartidos”. Pero ustedes, amores, son precisamente un amor, un amor enigmático, porque leen de todo al punto que desconcierta. Nunca se sabe qué nota va a hacer más ruido con ustedes. Hubo otro quilombo reciente y no deliberado que se armó cuando escribí una nota fácil sobre la muerte de Hebe de Bonafini, hecha simplemente con un muestrario algo monstruoso de lo que dijeron los medios de todo pelaje esos días. Se nos metieron en la página de FB centenares de odiadores a decir sus cositas, organizados o espontáneos. Esa repercusión, ¿es buena, mala o maso?

Otras estadísticas del WordPress dicen –y me sorprende- que, en el último mes, pese al cacho de enero vacacional, tuvimos una suba de 28% de visitas en relación con el mes anterior. El WordPress sugiere una serie de operaciones para hacernos más visibles y leídos. Pero no le damos (doy) bola por tres razones: 1) No las entendemos del todo. 2) Sospechamos de ellas porque sospechamos que tienden a plastificarnos, a “vendernos al sistema”, sacrificando profundidad, riqueza y valores. 3) Fiaca.

Duele, siempre duele, pero no nos interesa ser masivos si eso nos quita complejidad, matices, calidad de escritura. Esta decisión, claro, es altamente opinable. Pero cuando invito a alguien a que colabore con la web le digo: escribí con total libertad, con pasión, porque se te canta, con tu estilo, no como acto burocrático o culposo. Un lema de Socompa podría ser “La libertad de publicar lo que se te cante”. Más abajo verán otro.

Las estadísticas y/o “exactmetrics” del WordPress también informan de cosas curiosas: nos leen en ciudades latinoamericanas, de EEUU, de Europa. Pero, cosa rara, ponele, en Singapur también. Saludos cordiales.

Socompa tiene identidad propia y los lectores también. Eso gratifica. Nos ligamos puteadas no graves por no ser políticamente correctos sin que pretendamos ser provocadores al pedo (ya estábamos grandes cuando arrancamos, menos nos tienta ahora alguna intención de épater le bourgeois, aunque un poco sí). Mantuvimos durante años una línea amigable con el kirchnerismo aunque más no fuera por el espanto que nos causaba lo otro. Hemos hecho una crítica fraterna y entristecida al kirchnerismo/albertismo, a Cristina misma. Los que más escribíamos de política dejamos de hacerlo en los últimos años o por cansancio o por temor a la repetición, o por no bajonear a los lectores, ya bastante lastimados por los tiempos que corren. Pero más fuerte –si la intuición y los números que veo no fallan- es que ustedes mismos, amores, están igualmente cansados de la política, asunto muy triste que se verifica de manera nítida en el Facebook de los politizados. Cada vez escasean más los posteos políticos y si los hay son tristones. Más de medio mundo está huyendo de la actualidad.

¿Qué debe hacer el editor de Socompa, el que escribe, ante ese fenómeno? ¿Qué opinan ustedes que debería hacer yo? Lo que puedo. Y parte de lo que puedo es salir de las lógicas del presente perpetuo, contextuar, atender a cuánto de lo que sucede con la flojita democracia argentina sucede en el mundo. Y sucede a lo bestia.

Cito un párrafo de un artículo que, mientras escribo, salió hoy, martes 24, de Amador Fernández Savater. Un texto que me gustó mucho. La cita es demasiado larga, eso no se hace en periodismo. Socompa se arriesga a hacerlo aunque pierda lectores en el camino (¿eso está muy mal?):

“El tiempo de pandemia, un tiempo aparentemente suspendido donde no pasaba nada, fue en realidad el momento de una re-priorización general de las necesidades y los deseos, al término del cual mucha gente decidió dejar de sacrificar su vida al trabajo (y no sólo a los trabajos de mierda).

Mirá También:  La mayoría progresista silenciosa de EEUU

Pero esa renuncia se ha seguido luego de otras. No acaba con la pandemia, sino que prosigue en tiempos de crisis permanente, guerra y sensación de fin del mundo. Como un fenómeno general de deserción de la política, la economía y los medios de comunicación, el trípode actual del statu quo.

-Deserción de la visión política del mundo: lo real entendido como poder y cálculo de poder, manipulación del público, intrigas palaciegas, lógica de bandos sin preocupación ninguna por el bien común, militancia militarizada. Salida por hastío.

–Deserción de la visión económica del mundo: lo real entendido como mercado, trabajo precario y ultraexplotado, presión al rendimiento, cada uno convertido en empresario de sí mismo, gestionando su capital simbólico de proyectos, visibilidad y contactos. Salida por agotamiento.

–Deserción de la visión mediática del mundo: lo real como objeto de propaganda, captura de la atención en espectáculos prefabricados, alejados de la vida común, evanescentes. Personajes-marca, polémicas-trampa, noticias sesgadas de asuntos sobre los que no tenemos ningún poder de decisión. Salida por saturación.

Hastío, agotamiento y saturación”.

El artículo completo puede leerse acá.

Qué mundo estamos haciendo

Entiendo o intuyo que muchos de ustedes andan así, me incluyo. Lo que intento desde Socompa es al menos hacer terapia hablando de estas cosas (o, si nos ponemos fogosos, denunciando estas cosas, este estado de la civilización). Y, de veras, no abunda la reflexión al respecto ni en los medios comerciales ni en los alternativos.

Hasta hace un tiempo existía en la Red, hecha en Argentina, una web llamada Gracus Babeuf (en alusión a un político, teórico revolucionario y periodista francés muerto en la guillotina), que dirigía por lo poco que supe un señor grande. No la veo más a la web por estos pagos, pero me encantaba y me identifico con el lema de ese portal: “Qué mundo estamos haciendo” (desde Socompa pienso en mis hijas). Esa web recogía materiales de lectura críticos e interesantes de diversas fuentes. Lo mismo que está haciendo este humilde editor desde hace un tiempo largo (y da laburo). Y como ustedes leen de todo y somos curiosos, publicamos un poco de ese todo: cine, series, cuentos, procesos políticos de diversos países, emergencia de los neofascismos, nuevas tecnologías, Ucrania, redes, futurismos verosímiles, medio ambiente…, CyT argentina, y cada vez menos política local, por cansancio y por falta de recursos humanos. La “noticia” definitivamente no es lo nuestro, no tenemos con qué y casi que nos dejó de interesar.

Foto: VM, ídem anterior.

Decíamos antes que más que seguramente hay mejores portales que Socompa, con más recursos humanos, mejor bancados desde lo crematístico, sitios profesionales y bien escritos, de generaciones más jóvenes que la de los fundadores de Socompa. Pero algunas de ellas, a mero gusto personal, están algo enviciadas en sus lenguajes, sus miradas, cierta ausencia de “clasismo”, algún leve elitismo (puede que Socompa también) y cierta auto referencialidad generacional y personal. Un tipo de sensibilidad que, sin dejar de ser legítima y aportante, es más afecta a los mundos privados –lo personal es político-, y menos atenta a las transformaciones poco auspiciosas de las sociedades y el mundo. Hay también mejores sitios que Socompa cuando están especializados en la información y el análisis político… pero muy dependientes de la agenda fugaz y pequeñita, con lo que pueden terminar siendo buenísimos pero acompañantes de la pantomima fugaz de la política, lejos de lo demás.

Con franqueza absoluta, chicos y chicas, a menudo uno se siente solitario y publicando al pedo cuando cierto artículo que parece buenísimo es poco leído o tiene escasa repercusión. Otras veces gratifican un montón los comentarios atentos, amigables, inteligentes, de ustedes los lectores. Lo he dicho en algún posteo: hay gente muy leída entre ustedes, y muy sensible y que se identifica con la apuesta dialogante y abierta que pretendemos hacer. Buena gente, cuchi cuchi. A veces nos une la soledad, el distanciamiento con el mundo tal como va. Y, repito, a menudo Socompa es una terapia alternativa entre emisor y lectores. Noto de vez en cuando de qué andan huyendo. Se entiende.

Estamos en enero, que no es un buen mes para proyectar ni avanzar. Pero hay una mínima pauta publicitaria e ideas para avanzar, consolidar y hacer crecer la web. Los necesitamos a ustedes como lectores para darnos aliento y estas líneas son también un llamado a invitarlos a participar, a escribir, a alentar a otros para hacerlo (puede que volvamos a manguearlos). No tienen que ser periodistas los que quieran escribir (caramba, siempre que no les chorree la autoestima inundando el pavimento y se crean Gardel). Vamos a ver si avanzamos en cosas en común con editoriales chicas e independientes, hechas percha durante el macrismo y la pandemia, desatendidas por las políticas culturales del gobierno del Alberto. Alberto: bajá el precio monopólico del papel, media pila.

Resistimos, si no resistiéramos nos pondríamos más pior. La llama está viva. Sigan sintonizando a esta emisora. Si tienen ganas de aportar, avisen (acaso por privado de FB).

No olviden las llaves.

Deja un comentario

You May Also Like

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *