• Darío Brooks
  • BBC News Mundo

Una niña porta un cartel en una protesta en Ixtahuacán

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«Queremos límite territorial, ya no queremos disparos, queremos paz», dice el cartel que sostiene una niña.

La pequeña es parte de una protesta en una carretera que pasa por Santa Catarina Ixtahuacán y Nahualá, dos municipios del oeste de Guatemala cuya enemistad histórica se ha cobrado decenas de vidas desde el siglo XIX.

El último episodio fue más allá de la violencia cotidiana, pues de 13 personas asesinadas, cuatro eran niños y cinco eran mujeres.

Junto a otros cuatro hombres, fueron atacados por sorpresa cerca de la aldea de Chiquix el pasado viernes, con disparos de armas de alto calibre, una muestra de un nivel de violencia no visto anteriormente.

La protesta de la niña del cartel y otros habitantes de Ixtahuacán desafió el lunes y este martes el estado de sitio que implementó el gobierno de Guatemala para tratar de contener un polvorín que explota constantemente en esta región.

La medida busca «instaurar el orden e impedir nuevos incidentes de violencia», explicó el presidente Alejandro Giammattei en un mensaje a la nación en el que lamentó «la pérdida de vidas humanas» en un hecho que causa «luto y dolor».

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Entre las víctimas había menores de 5, 10, 14 y 16 años.

Pero ni Giammattei ni sus predecesores han podido (o querido, según los conocedores del tema) resolver una enemistad histórica que se originó hace siglos.

La unión forzada

Como otros pueblos indígenas, los mayas k’iche’ vieron transformada su vida con la reorganización que implementó la colonia española en América.

«Básicamente era juntar gente que estaba dispersa en un montón de lugares y concentrarlas en un nuevo centro con traza europea, española», señala.

«Y esto implicaba muchas veces desestructurar organizaciones políticas previas».

La comunidad de Sija, que pasó a ser Ixtahuacán, fue unida a la comunidad de Mutzula’, convertida a Nahualá, sin tomar en cuenta el carácter combativo de esos pueblos.

«Hubo grandes conflictos de la época colonial. Hay varios conflictos documentados en ambas comunidades», señala Vásquez Monterroso.

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El marcado crecimiento de la población a lo largo de los siglos comenzó a generar presión por el dominio de la tierra y la organización política hasta que, a mediados del siglo XIX, se da una división.

«En la década de 1860, el conflicto ya conlleva muchos muertos de por medio entre ambos grupos y eventualmente se da una separación de hecho. Nahualá construye su propia comunidad, su iglesia y el trazado de las calles», explica el experto.

El problema de los límites

Muchas comunidades de Guatemala vivieron esa «reducción» colonial, pero con el tiempo lograron saldar sus diferencias a pesar de que se sabe que tienen orígenes distintos.

«Las comunidades mayas en general en Guatemala tienen una memoria bien larga, que se va a la época colonial. Tal vez no lo saben explicar tan a detalle, pero saben quiénes eran y de donde eran», señala Vásquez Monterroso.

No fue el caso de Ixtahuacán y Nahualá.

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Los pobladores de Ixtahuacán demandaron justicia con el bloqueo de la carretera Panamericana.

Éstas eran comunidades muy grandes, densamente pobladas y relativamente ricas, a diferencia de otras, que tenían más comercio y que no estaban dispuestas a ceder poder.

Y la naturaleza también contribuyó al problema.

Y es que Ixtahuacán debió trasladar su asentamiento a otro espacio debido a una falla geológica que se agravó tras el huracán Mitch de 1998, el cual creó un terreno inestable para las viviendas.

«Y la nueva área cayó justo en el terreno de El Alto que ha sido este terreno que en el siglo XIX y XX se estableció como un terreno ‘colchón’, de frontera entre Nahualá e Ixtlahuacán», explica el antropólogo.

La cabecera de Ixtahuacán está dentro del municipio de Nahualá. Pero los títulos de tierra pertenecen a Ixtlahuacán.

Así que la lucha por las tierras para el cultivo y otros recursos naturales ha exacerbado el conflicto de los pueblos vecinos.

La mano de la delincuencia

En los últimos años, Guatemala ha visto un aumento de la violencia y los homicidios alarmante, con 60.000 asesinatos en la última década, la mayoría en la impunidad.

Sololá, el departamento donde se ubican Ixtahuacán y Nahualá, están entre los que registraron más asesinatos este año.

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En esa región, explica Vásquez Monterroso, también se ha visto en años recientes la incursión de narcotraficantes que usan los caminos que van hacia la costa del Pacífico desde el centro del país.

Pero también se ha visto un fenómeno que influye en los problemas de tierras en las poblaciones en conflicto: los «coyotes» o traficantes de migrantes.

Los guatemaltecos de Ixtahuacán y Nhualá que buscan llegar a Estados Unidos empeñan sus terrenos a los «coyotes» para costear el viaje de miles de dólares a la frontera estadounidense.

Y ya que los títulos de propiedad están en medio del conflicto entre los pueblos, es un ingrediente más que agrava la violencia y que podría explicar el uso de armas de gran calibre en el último ataque.

«Falta de voluntad»

El conflicto territorial acumula entre 5 y 10 muertes por año, muchas de las cuales no llegan a conocerse en las noticias. Pero el caso de este viernes fue más allá de lo «usual».

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Para el presidente Alejandro Giammattei, la violencia no es la vista en otros casos: «Obra de un grupo ilegal armado y organizado que actuó contra civiles y fuerzas de seguridad», señaló.

«Ya no son producto de un conflicto ancestral de tierras», enfatizó Giammattei, quien agregó que «las fuerzas del orden perseguirán a los responsables del ataque hasta detenerlos y consignarlos ante la justicia».

La Policía Nacional Civil anunció el lunes la captura de tres sospechosos y decenas de efectivos fueron desplegados para vigilar la carretera Panamericana y los alrededores bajo estado de sitio.

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Pero los pobladores desafiaron estas medidas y bloquearon este martes esa vía para demandar una solución definitiva al conflicto, explicó a BBC Mundo el representante de la Procuraduría de los Derechos Humanos en Sololá, Jorge Marcos Chochoy.

«En los últimos meses se ha agravado el conflicto«, dice Chochoy.

«No ha habido voluntad en los gobiernos en turno para arreglar el conflicto de límites y la disputa de tierras comunales (…) No se resolverá de la noche a la mañana. Tienen que intervenir todas las instituciones del Estado», señala al advertir que, a diferencia del pasado, ahora la violencia se está dando en las zonas que estaban en relativa paz, como Chirijox.

En ello coincide Vásquez Monterroso: «no es una región importante para ellos [los gobernantes]».

«En general a los gobiernos, al Estado de Guatemala, no le interesan los pueblos indígenas, no les son importantes. Los ven como una herramienta que pueden usar, pero muy pocas veces para ayudarlos«, concluye.

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