Tras la represión brutal desatada por el gobernador Gerardo Morales, el rechazo social a la reforma constitucional y el reclamo salarial docente se trasladó de Jujuy al centro porteño. Centrales sindicales, organizaciones políticas y sociales y organismos de derechos humanos hicieron una verdadera demostración de fuerza y se movilizaron hasta las inmediaciones de la Casa de Jujuy para denunciar la violencia y las detenciones arbitrarias en la capital provincial y, a su vez, exigirle al gobierno nacional la intervención federal de la provincia. Alberto Fernández se pronunció muy pocos minutos después de la manifestación y anunció que había instruido al Ministerio de Justicia para que analizara la impugnación de la nueva Constitución jujeña. Se valió, al igual que había hecho antes Cristina Fernández de Kirchner, de los llamados de atención que hicieron organismos internacionales, como el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, respecto de la situación represiva en Jujuy. A pesar del apoyo unánime que Morales recibió de parte de sus socios en Juntos por el Cambio, todo indica que la conflictividad continúa: la CGT se declaró en estado en «alerta», los sindicatos docentes mantendrán el paro nacional por 24 horas más y en Jujuy se registraron nuevas protestas callejeras (ver aparte).

Las primeras columnas empezaron a concentrar en Avenida 9 de Julio y Corrientes pasado el mediodía. La idea original de las CTA, la Ctera y los organismos de derechos humanos -los que gestaron inicialmente la movilización- era convocar a una marcha para el jueves, a modo de repudio contra la primera respuesta represiva que el radical Morales había tenido con las manifestaciones de rechazo a la reforma constitucional en Jujuy. La represión feroz del martes cambió los planes y precipitó que una multitud de militantes y docentes se volcara al centro porteño un día antes.

Estaban las camperas verdes de Camioneros, las banderas blancas de la UTEP, las pecheras azules del Movimiento Evita y la grises de la CCC, los paraguas verdes del Smata y las letras rojas de la CTA. A la izquierda, sobre Cerrito, se habían ido ubicando, como para diferenciarse, las banderas rojas y naranjas del MTS, el Partido Obrero y el sindicato docente Ademys. Por todos lados había wiphalas de distintos tamaños: algunas eran tan grandes que tenían que ser sostenidas por varios militantes, otras eran individuales y funcionaban, ocasionalmente, como impermeables cuando se largaba la llovizna.

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«Yo soy producto de los 90 y por eso estoy acá: porque en los 90 hicieron mierda mi provincia y no nos quedó otra que irnos. Hoy estamos saliendo a las calles los jujeños que vivimos en todo el país, porque tenemos la mala suerte de que nos gobierne gente que solo viene a llenarse los bolsillos, pero somos ricos en minerales y tenemos esperanza», cuenta, con la mirada fija al frente, Marina. Es trabajadora administrativa, vive hace años en CABA y sostiene, con esfuerzo, una bandera inmensa que dice «Morales manchaste tus manos con sangre inocente del pueblo». A unos metros, Daniel, un hombre de unos 60 años, camina lento junto a su compañera y recuerda que, el 20 de junio, se cumplió un nuevo aniversario de cuando un grupo de tareas lo chupó de su casa y lo llevó al Vesubio: «Tenía 20 años, ¿sabés de qué te acusaban? De terrorista. De lo mismo que los Morales, los Larreta y los Bullrich acusan ahora a un pueblo que tiene dignidad«, afirma y Leonor, su compañera, asiente con severidad.

Mientras la multitud se va acercando hacia 9 de julio y Santa Fe, que es donde se montó el escenario para el acto de cierre, varios militantes se muestran los celulares, señalando las últimas declaraciones de les dirigentes de JxC: el expresidente Mauricio Macri quejándose por el paro docente («es indignante, están en contra de la educación, en contra de los alumnos y de las familias», apuntó); el jefe de Gabinete porteño, Felipe Miguel, amenazando con descontarles el sueldo a los maestros en huelga . «Dicen que son halcones y palomas pero no: son todos buitres carroñeros. A ellos los une el camión hidrante y la sangre, los une el arrebatar derechos y el saqueo a la Argentina. Nunca estuvieron tan claros los dos modelos de país. El de ellos es la represión, el nuestro seguir luchando por los derechos», sostiene la legisladora Victoria Montenegro, mientras marcha detrás de la bandera de HIJOS.

La premisa de que los sucesos represivos en Jujuy constituyen un «globo de ensayo» de un hipotético gobierno de JxC fue una constante en la dirigencia kirchnerista a lo largo de toda la marcha. «Tenemos que tener la memoria fresca, esto es un revival de lo que fueron las primeras movilizaciones de trabajadores durante el gobierno de Macri. Y efectivamente su receta es de represión para llevar a cabo las políticas de ajuste, lo dice la misma (Elisa) Carrió», desliza la diputada Paula Penacca, que marcha en la columna de La Cámpora.

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Pasadas las 14, les referentes se empiezan a agolpar en el escenario que se ubicó a media cuadra de la Casa de Jujuy. La idea era hacerlo en la calle Santa Fe, justo en frente de la casa provincial, pero la noche anterior el gobierno porteño había rodeado el edificio con vallas para impedir el paso. La tensión en los alrededores era palpable: muches temían que la provocación derivara en una maniobra para tirar las vallas y, con eso, la respuesta represiva de la Policía de la Ciudad. Les organizadores hicieron lo posible para contener la situación y que la marcha pudiera transcurrir en paz.

                                                                                                                                                   Imagen: Gentileza ATE

Paz, unidad e intervención federal

«Morales basura, vos sos la dictadura», comenzaron a cantar les militantes, a la espera de que comenzara el acto. El primero en tomar la palabra fue el secretario general de la UTEP, Estaban «Gringo» Castro. «Morales reformó la Constitución en detrimento de los derechos de los jujeños. Esa es la estrategia política de la derecha. Tenemos que seguir marchando en paz porque la violencia es del poder concentrado», comenzó, destacando la «unidad» que se había generado entre las centrales sindicales, los movimientos sociales y los pueblos originarios: «Esa unidad es la que está impidiendo que Morales haga lo que quiera como hizo en los últimos 8 años». «Estamos acá porque la unidad y la dignidad del pueblo jujeños tienen que ser acompañados por todo el pueblo argentino. Porque eso es un globo de ensayo que pretende trasladar las políticas represivas y apropiatorias a todo el país», agregó, luego, el secretario general de ATEHugo «Cachorro» Godoy.

El encargado de cerrar el acto fue el secretario general de la CTA, Hugo Yasky, quien comenzó remarcando que la Argentina es un país que «no acepta la violación de los derechos humanos» y que iba a resistir en la calles: «Detrás de la reforma de la Constitución están el litio, el cobre, las riquezas de la que quieren apoderarse las multinacionales. La única manera de cerrarle paso a la violencia y a la derecha es con la unidad del campo popular», clamó, a la vez que reiteró la idea de que los sucesos en Jujuy representaban un «laboratorio donde se implementan las políticas represivas». Ya sobre el final, Yasky tomó una carta que había enviado Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo LF, y elevó el reclamo que estaba sobrevolando toda la convocatoria: la intervención federal de Jujuy. «El gobierno nacional tiene que intervenir. Hay que ver cómo, pero no puede mirar para otro lado», exigió, entre aplausos. No fue el único reclamo en este sentido: horas antes, la diputada Gisela Marziotta había presentado un proyecto de ley para intervenir los tres poderes de Jujuy.

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Alberto Fernández respondió media hora después, pronunciándose sobre el tema en una conferencia de prensa (antes lo había hecho a través de las redes sociales). «Insto de manera definitiva al gobernador Gerardo Morales a cumplir con los derechos humanos, es el mundo el que reclama que se termine la violencia estatal en Jujuy», comenzó el Presidente desde Casa Rosada, citando algunos de los informes de organismos internacionales que habían manifestado su preocupación por los sucesos (como el de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Amnistía Internacional y Human Rights Watch). Si bien no se pronunció a favor de una intervención federal, sí adelantó que había instruido al Ministerio de Justicia para que «analice y eventualmente promueva las acciones de inconstitucionalidad de los artículos de la reforma votada en Jujuy que violan la Constitución Nacional y los tratados internacionales».

La propuesta, sin embargo, no calmó las demandas de gran parte de les que se habían movilizado. «Fue al estilo Alberto, su palabra no trasunta el peso de la autoridad presidencial», sostuvo un dirigente bonaerense.

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