Hay historias reales que dan para una película de domingo por la tarde con la que pasar un rato entrañable. Niños en bicicletas, una banda sonora que inspire a soñar y el empeño del protagonista en lograr que los mayores tomen en serio lo que hasta ahora parece algo insignificante. Algo así ocurrió con Paul Olsen en un pueblo cercano a Nueva York durante la década de los sesenta.

Un “poco” de contexto

Para entender el contexto nos tenemos que ir solo un poco más atrás en el tiempo. Hace 200 millones de años, fuerzas descomunales en forma de gravedad, calor y presión hicieron que los continentes empezaran a separarse. Hasta entonces toda la masa terrestre había estado unida en un bloque, pero llegó el momento en que  Pangea se abrió en dos y, cuando un continente se resquebraja, lo que sale a la superficie es lava, calor y humo con gases tóxicos. Pero no un poquito, no. Estamos en una escala geológica y sabemos que a veces cuesta imaginar las cosas en términos tan apocalípticos. Hablamos de mil metros de altura de lava. Ocho millones de kilómetros cuadrados fueron cubiertos por tierra y rocas ardiendo.

El calentamiento global causado por este evento geológico fue de dimensiones drásticas. Una de las extinciones en masas de las cinco que se han dado en la historia de la historia. El treinta por ciento de las especies desapareció, pero, por increíble que parezca, la situación favoreció a un grupo de animales: los dinosaurios.

Por supuesto, un fenómeno de estas características deja rastros visibles en la actualidad. Cuando Pangea se dividió en dos, Norteamérica y Europa se separaron, al igual que Sudamérica y África. Fue entonces cuando el agua fue llenado el hueco que quedaba, hasta formar el océano Atlántico. En la costa este de Estados Unidos tenemos vestigios de esta ruptura. A lo largo del río Hudson, en Nueva York, se puede contemplar una línea de acantilados constituidos por basalto, una roca ígnea muy común en la superficie de la Tierra. Este terreno se formó por el magma que no logró salir a la superficie cuando el supercontinente Pangea se abrió. Unos kilómetros más al oeste sí que logró salir al exterior de la corteza terrestre y la lava formó las llamadas montañas Watchung, en el norte de Nueva Jersey. En medio de esas montañas está Livingston, una ciudad dormitorio con treinta mil habitantes.

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