La Perseverance es la quinta rover que los humanos hemos conseguido hacer aterrizar en Marte. Su misión es la más emocionante de las que se han llevado a cabo hasta la fecha. Mientras que los anteriores ingenios se centraron en explorar la geología y la posible habitabilidad del planeta rojo, este vehículo robótico de la NASA está buscando directamente indicios de vida pasada. Por ello, podría decirse que el momento en el que tocó el suelo marciano, en febrero de 2021, fue, a la vez, épico e histórico.
No es de extrañar que los científicos responsables del programa estén exultantes. Una de las personas que celebraron el amartizaje fue la geobióloga Tanja Bosak, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (Estados Unidos). Bosak ha estudiado durante mucho tiempo las primeras muestras de la existencia vida en la Tierra en el registro geológico. Y en la actualidad, está aplicando sus conocimientos a Marte.
Esta vez, la Perseverance está haciendo el trabajo de campo por ella. La rover se encuentra explorando el cráter Jezero, una estructura de unos 49 kilómetros de diámetro que, según se cree, albergó un lago alimentado por ríos hace millones de años. Según Bosak, su lecho está cubierto de sedimentos y rocas adecuadas para preservar fósiles, por lo que es un lugar propicio para buscar indicios de vida.
Una de las peculiaridades más interesantes del vehículo robotizado es que cuenta con la capacidad de tomar muestras de rocas que quizá contengan rastros de vida antigua y prepararlas para ser enviadas a la Tierra. Para ello, acarrea 43 tubos, que llenará con las citadas muestras y almacenará en su zona ventral. Está previsto que más adelante se ponga en marcha otra misión que recolectará esos contenedores y los lleve hasta una sonda en órbita alrededor del planeta rojo, desde donde serán conducidos a la Tierra, quizá en 2031. Pues bien, quienes tendrán que seleccionar esas rocas son Bosak y sus colaboradores. Curiosamente, esta investigadora piensa que el resultado más fascinante sería no encontrar indicios de vida. Al fin y al cabo, las condiciones en Marte y en nuestro mundo eran muy similares hace miles de millones de años. Para Bosak, sería un misterio que no se hubiera afianzado.
¿Cómo se relaciona su trabajo en la Tierra con el planeta Marte?
La Tierra es el único planeta donde sabemos que la vida evolucionó. Pero los comienzos de este proceso son bastante turbios, porque no contamos con un buen registro del mismo. Nuestro planeta es muy activo desde un punto de vista geológico. Tiene un ciclo del agua, por lo que las rocas se erosionan, se entierran, se cubren con otras y se exponen a altas temperaturas y presiones. Por ello, es difícil saber cómo era aquí la vida hace 3.000 millones de años o antes.
De aquel periodo han sobrevivido unas estructuras fosilizadas llamadas estromatolitos, que surgen de la actividad de ciertos microorganismos y constituyen la prueba más antigua de vida en la Tierra. Tratar de determinar si también la había en ese momento en nuestro mundo vecino es algo que todos los biólogos anhelan. Para ello, primero debemos averiguar cómo se han preservado aquí las denominadas biofirmas –algo que demuestre que la vida ha prosperado en un enclave–. La idea es buscar rocas en Marte donde podría haberse dado tal tipo de preservación.
¿Cómo fue presenciar el amartizaje de la rover?
Increíble. Es mi primera misión espacial. El simple hecho de conocer a algunas de las personas involucradas, compartir su nerviosismo y ver lo bien que parecía ir todo hizo que se me cayeran las lágrimas. Como la mayoría de la gente, lo vi en la televisión de la NASA, pero los miembros del equipo organizamos un encuentro virtual para comentarlo.
La Perseverance ha despertado mucha expectación. ¿Por qué?
Es la primera vez que podemos obtener muestras en un contexto geológico marciano que creemos entender bien, en el cráter Jezero, un lugar que una vez tuvo agua. Nuestra esperanza es poder estudiar esas muestras a fondo cuando se traigan de vuelta a la Tierra.
¿Cómo es Jezero y por qué fue seleccionado?
Se trata de un cráter de impacto bastante antiguo que se llenó de agua en algún momento de la historia de Marte. Lo sabemos porque presenta lo que parece un típico delta de un río terrestre. A partir de los datos recabados por las sondas que estudian Marte desde su órbita hemos podido comprobar que en el Jezero hay presentes varios minerales cuya existencia apunta a que una vez se dieron allí condiciones favorables para la aparición de la vida.
Entre esos minerales hay carbonatos parecidos a la piedra caliza. Pero en Marte se trata de carbonato de magnesio, en vez de calcio. Si hubieran sido colonizados alguna vez por microbios, presentarían ciertas formas muy reveladoras que podemos buscar. También hay sedimentos de grano fino, llamados lodolitas, que contienen una gran cantidad de compuestos arcillosos. Los fósiles microbianos o las trazas de materia orgánica podrían enterrarse y conservarse en ellos durante miles de millones de años.
Su trabajo consiste en seleccionar algunas de estas rocas que serán devueltas a la Tierra. ¿Cómo se va a realizar?
Hay un equipo de quince personas dedicadas a ello. Todas tienen experiencia en diferentes tipos de muestras. Algunas estiman la antigüedad de las rocas, otras estudian los registros de los campos magnéticos, otras son expertas en meteoritos. Necesitamos todas sus aportaciones y conocimientos para dar con los especímenes más adecuados, aquellos que nos permitan responder a más preguntas.
La Perseverance tiene todo tipo de instrumentos que podemos utilizar para analizar la composición de las rocas y distinguir los elementos presentes, lo que nos proporcionará información clave sobre las muestras. Por ejemplo, si se tratase de basalto, no buscaríamos vida, porque es una roca ígnea y el calor y la presión que habría experimentado habrían erradicado cualquier rastro de la misma. Sin embargo, nos ayudaría a datar la superficie. Si pudiéramos reconocer esas formas relacionadas con la vida en las rocas carbonatadas que antes mencionábamos, nos habríamos topado con unas muestras excelentes.
Estas rocas serán muy importantes.
Serán tan icónicas como las que los astronautas trajeron de la Luna. Estarán disponibles para la comunidad científica en las próximas décadas, por lo que es importante que registremos nuestros métodos con cuidado.
Si encontramos pruebas de la existencia de vida pasada en Marte, ¿cómo serán?
No será algo demasiado obvio, como un hueso o una pluma fósil, sino microscópico. Dada la antigüedad del terreno, no podemos esperar otra cosa que no sea de carácter microbiano. Es más, si hubiera habido vida en Marte, no podría haber sido de gran tamaño. Como no tenemos microscopios en la rover, debemos buscar los mejores tipos de rocas y el entorno más adecuado donde podría darse. El agua líquida es necesaria para la vida; es la condición número uno. En parte, por ello se seleccionó el Jezero como lugar de amartizaje.
Entonces, ¿podríamos encontrar un estromatolito marciano?
Me encantaría, pero no creo que vaya a ser necesariamente así. En principio, las rocas de Marte pueden preservar estructuras equivalentes a los estromatolitos. Sin embargo, aún no sabemos lo suficiente de la geología de ese planeta para dilucidar si tal cosa sería posible en la práctica. Entre otras cosas, por ello queremos traer las muestras a la Tierra. Tendremos que llevar a cabo numerosos análisis. Encontrar indicios vida, si es que la hubo, podría llevarnos al menos una década.
¿Qué nos revelaría sin ninguna duda su existencia?
En el mejor de los casos, encontraremos las mencionadas lodolitas, conseguiremos traerlas desde Marte y, cuando las analicemos, hallaremos ciertos tipos específicos de moléculas orgánicas. Puede que, incluso, nos topemos con algún tipo de organismo fosilizado que nos recuerde a los que encontraríamos en la Tierra en tales compuestos arcillosos. Ello nos permitiría demostrar que la vida que se desarrolló en el planeta rojo cuando había agua líquida se parecía a la que lo hizo aquí. Descubrirlo nos podría revelar muchas cosas sobre la evolución paralela de la vida y cuán diferente sería en un mundo cercano.
¿Espera obtener una respuesta concluyente sobre la existencia de vida gracias a la misión?
En realidad, no. Cualquiera que haya observado fósiles en la Tierra sabe que su preservación o la de las biofirmas es algo sumamente irregular. Si tuviéramos tiempo y sondas infinitas podríamos hacer un estudio completo. No obstante, también es emocionante pensar qué pasaría si, al final, no hay indicios de vida. No espero que sea el caso, pero si observamos tal cosa en cada análisis, nos encontraríamos con un escenario fascinante. Otra posibilidad es que obtengamos muestras muy antiguas y veamos algunas moléculas prebióticas, esto es, un tipo de química que, por así decirlo, aún está aprendiendo a convertirse en vida. Para mí, eso sería aún más emocionante, porque no tenemos ni idea de cuándo los conjuntos de moléculas dieron origen a la vida.
¿Por qué le emocionaría tanto no dar con ella?
Es difícil demostrar su ausencia total, pues se puede argumentar que, simplemente, no estudiamos los afloramientos adecuados. Pero no encontrar nada que ni siquiera la insinúe incluso en esas condiciones favorables, en un entorno con agua y los minerales adecuados, indicaría que para que surja la vida se precisa algo más.
¿Qué más podemos aprender en este sentido en el planeta rojo?
El cráter Jezero no es el único que contuvo agua en el pasado, hay otros habitables. Creo que los científicos que estudien Marte tras la misión de la Perseverance tendrán muchas opciones.
Si el amartizaje te afectó tanto, ¿cómo será la llegada de las muestras a la Tierra?
En medio de la pandemia necesitábamos que sucediera algo bueno. Por eso, tanta gente quería la Perseverance, y que con ella toda la ciencia e ingeniería invertidas en la misión, tuviera éxito. En cuanto a lo que sucederá cuando tengamos las muestras y se analicen, no puedo ni imaginarlo. Va a ser algo de otro mundo.
* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Interesante.