¿Qué se suponía que podía suceder, aquí y en cualquier sociedad, tras la mal llamada “liberación de los presos”? ¿Existe una conspiración? Ciertas dicotomías históricas no necesariamente funcionan para auscultar el pulso social. 

La fórmula, progresistas vs. conservadores, remite a una dicotomía pura que intenta ordenar los tantos de la disputa política nacional e internacional. Así planteado, consigna los espacios surgidos de la Revolución Francesa que tuvo su evolución y que, en el terreno de la política real, resulta una frazada corta, un paraguas chico para abordar la política en nuestras pampas. La pregunta es cómo articular dicha fórmula dentro de nuestra historia. Al intentar aplicarla se ha caída muchas veces en la teorización que remite a otras realidades. El peronismo, es además de lo que es, una entidad de gran presencia académica.

Porque en verdad esta oposición entre progres y conservadores no se da en forma directa sino a través de los caminos y laberintos de la subjetividad, en donde las definiciones de manual fracasan. Esa opción se convierte y se congela en teoría cuando abordamos nuestras orillas, en donde el adversario, el progre o conservador, se convierte en peronista o en racionalidad antiperonista; o en la pragmática en que se efectivizan frentes electorales que tienen fronteras vivas cuando se suman para ganar, pero se tornan infranqueables cuando la unidad se pierde o se simula. Para algunos, el adversario se llama enemigo porque la guerra no ha terminado, caso que sobrevive en Hebe de Bonafini que hace de su epopeya una etapa más de una lucha que respira. Pero para otros la lucha ha terminado; y estos últimos intentan ser más objetivos, se convierten en contumaces reformistas que evocan, en cada momento, la utopía perdida. Hay muchos progres en nuestro país que intentan la transformación radical desde el magma peronista, porque es el único que contiene al sujeto histórico transformador. Y en realidad esa heterodoxia establece que la lucha también es interna además de externa. Porque la contradicción con el adversario/enemigo, involucra también el espacio interior del movimiento popular. Por lo tanto, no hay combate, no hay lucha posible sino es también una disputa puertas adentro. Puede no ser armada, y de hecho no lo es, puede no ser institucionalizada, y de hecho no lo es o lo es tibiamente, o puede ser la lucha burocrática por ocupar sillas en el Estado, cuando es el peronismo que gobierna.

Si revisamos los últimos 70 u 80 años, la viabilidad interpretativa de la contradicción tiene muchos obstáculos. El peronismo, desde sus ramas, tiende a totalizar Peronismo y Nación, Peronismo y Patria, Peronismo y Soberanía, y Peronismo y Justicia Social. Hay una unidad cultural dada que resiste cualquier embate o interregno que se posiciona en el anti. “Yo saldré con los descamisados de la patria, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista”. Cuando Evita decía esto en la CGT, estaba señalando más que a un adversario, se estaba parando en los confines de una democracia que quedaba corta en la construcción hegemónica. Es una incomodidad permanente entre peronismo, o cierto peronismo, y la estructura liberal sobre la cual actúa. Muchos progres o peronistas progresistas tienden a desconocer que duermen con el enemigo al operar bajo la estructura político y social del sistema. Para mí no hay otra alternativa viable, para otros la posibilidad de alienarse es a través de la retórica.

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Fotos que paralizan

Cuando se define al adversario, se está tomando posición frente a la democracia. En el peronismo es el deseo de una democracia social que tiende a incomodarse consigo misma. En el antiperonismo es la resolución liberal, de mercado y de filosofía de vida.

Esta dicotomía no se mantiene, salvo en la palabra, en un movimiento que tuvo y tiene a progres y conservadores en su textura, y esto dificulta muchas veces la lectura de los escenarios políticos, cuando son leídos en claves de naturaleza simbólica. El trazo transversal que ha ejecutado el peronismo en el país, obliga a que haya que replantear lo de progres y conservadores. Porque si no, hay conservadores solo afuera de la Nación Peronista.  Como todos sabemos, varios dirigentes pueden aprobar con buenas notas sus exámenes de ideología política conservadora con un matiz, dado por su origen, popular o populista.

En realidad, el populismo es una máscara que usan para ocultar el verdadero rostro marcado por varios anacronismos; son demócratas paternalistas y patriarcales, siempre con la foto atrás de Perón, Evita, Néstor y Cristina. Por supuesto que no entran en el grupo de progres, pero las fotos paralizan cualquier interpelación.

Sin embargo, el objetivo de esta nota es que nos aboquemos a la actualidad del joven gobierno de Alberto Fernández y CFK, en términos de relación de fuerzas políticas, sobre todo de las fuerzas no oficialistas en la coyuntura o, mejor dicho, en la delicada coyuntura en que nos encontramos.

Antes de la pandemia

Hay un hecho político anterior a la pandemia que considero traumático para las derechas en el país y la región, y es el fracaso de la alternativa Macri.  Esto representa un fracaso más importante de lo que muchos creen, porque tuvo su empuje y su expectativa internacional. Iba a ser un revés para el populismo, y generaba esperanza en el establishment pero, por el contrario, favoreció el regreso del adversario. Este fracaso todavía pesa en las bellas almas del PRO y tiene su resultado en la ausencia de su líder en los escenarios de Cambiemos. Ni siquiera integra el banco de suplentes durante los partidos; y en las comarcas de ultramar ya no integra la agenda de Trump ni de Macron.

A pocos meses de haber asumido, nos preguntamos cómo ven los poderes fácticos a la dupla AF y CFK. No es observable en las empresas multinacionales y las nacionales algún movimiento de conspiración para una economía tan endeble y que buscará normalizar su tasa de ganancia en la medida en que se llegue a un acuerdo con la deuda externa y se ponga en marcha de nuevo la economía.

Hoy, a nivel internacional, nuestro país ha bajado varios peldaños, pero otros países también, y esto hasta puede ser favorable. En realidad habrá una reconfiguración del capitalismo internacional y no veo que nuestro país signifique nada a favor ni nada en contra de esta reestructuración. Hay que decirlo aunque duela: hace años que nuestro país no tiene una gran significación dentro de una economía mundial en retroceso y con guerra de monedas. Es obvio que por una cuestión de ordenamiento, y de no dar un salto al vacío, los poderes económicos esperan la normalización mundial y también nacional. Para ese ordenamiento no hay, en estos momentos, ningún pantano construido para AF, por el contrario quieren que el mandato del gobierno (acá diferencio gobierno de las identidades políticas que lo forman) transcurra normalmente. La mayoría de la sociedad adjudica, sin confusión, la responsabilidad a la gestión anterior por la magnitud de la deuda contraída. Un capítulo especial hay que dedicarle al sector financiero que en su dinámica va mostrando su escasa disposición a mantener un flujo de dinero hacia las pymes o los particulares para no aumentar el riesgo. Pero eso exige mantener la postura fuerte del Gobierno nacional y convertir al Estado en un eje muy activo para la puesta en marcha de la economía. Esa es una disputa a desplegar, y el ejecutivo tiene las condiciones para hacerlo.

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Ahora, si describiéramos a las fuerzas políticas que se oponen al gobierno, tenemos a algunos dirigentes de Juntos por el Cambio que no quieren ni recordar los cuatro años pasados y que, además, fortalecen la emergencia de la heterodoxia. No existe ningún espíritu restaurador. Es más, van a montar seguramente un futuro que intentará caminar sobre la autocrítica levemente encubierta. Están en la vereda de enfrente la UCR, el PRO y Coalición Cívica, pero a esta última la dejamos de lado porque es más una fuerza testimonial que una fuerza política de peso. Juntos por el Cambio constituye la segunda minoría en el Congreso, pero dado el reparto de cargos durante Macri, el radicalismo va a tratar de sacar alguna tajada de la crisis, mientras algunos dirigentes están en condiciones de crecer, como es el caso de Larreta, que hoy cobija a Vidal. Los radicales tampoco quieren ver a Macri y quieren recuperar la base electoral que históricamente fue la primera donación que recibió el naciente PRO. Como se ve, la política profesional opositora no ofrece una escuadra peligrosa para el oficialismo.

 

La pandemia y la actitud presidencial han logrado, cosa que no se pudo ni en Brasil ni en EEUU, que las fuerzas políticas de oposición se alinearan con el gobierno que conduce las acciones contra la epidemia. El problema hoy, es que el coronavirus, no reproduce la dicotomía progres vs. conservadores o peronistas vs. antiperonistas.

Hay algunos radicales y peronistas que están en el PRO a los que les cae bien el estilo dialoguista de AF. Es indudable que para ellos CFK es un límite, pero bueno, habrá que ver cómo evoluciona todo ya que la actitud ideológica contra la ex Preseidenta. se está subalternizando ante otra agenda más urgente. Una vez que pase la pandemia habrá que mezclar y dar de nuevo; en el mundo y en la Argentina. Los conservadores planetarios están tratando de restaurar el sistema y no es el objetivo geopolítico en particular nuestro país.

¿Hay una conspiración?

Dejamos para el final los factores más dinámicos, que son los medios de comunicación o algunos periodistas que se destacan en su antipopulismo. Ahí sí se observan movimientos y algunas operaciones en contra de AF, o apuntando a construir una relación competitiva con Cristina. Fueron estimulados por la decisión judicial sobre los detenidos procesados, y lo convirtieron en una falsa noticia cuando mencionaron la “liberación” de presos. Ahora, creo que hay una desenfrenada búsqueda de audiencia a través del escándalo a caballo de una posición ideológica que incluye valores de rechazo sobre los presos, como también sobre alumnos que toman una escuela. Veo reaccionarios, pero no veo nada como engranaje de una conspiración. Además, en nuestro país o en Alaska, la opinión pública se hubiera opuesto, eso es tema de otra nota sobre la construcción del individualismo en la sociedad capitalista.

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Disiento en la idea de convertir el cacerolazo en una acción focalizada en el antioficialista. Me parece que responde más a una reacción antipolítica (tema que sí deberíamos considerar), que un repudio al Presidente. Es cierto, que la antipolítica coincide con posiciones reaccionarias, pero no tienen un efecto en la realidad significativo.

Sin duda que los grandes diarios reproducen y multiplican estas acciones sobre la idea de “liberación” contra el Gobierno actual. Pero, en la actualidad, esto no genera el naufragio de ningún gobierno. Insisto, hay un error en la caracterización de la eficacia de los medios en la sociedad.

A la edición malintencionada se suman verbalizaciones contradictorias de jueces, fiscales y del propio Estado. Como ejemplo: ¿qué hace Berni todos los días en TV? ¿Para qué está ahí? Si es para informar habría que hacerlo oficialmente; y en este punto se nota mucho la ausencia de voceros de la administración gubernamental, lo que hace que muchos funcionarios, incluido el Presidente, tengan que salir a explicar temas que están por debajo de su investidura.

Esto tiene que ver con lo que decíamos al principio. Es muy importe para la voluntad transformadora (los progres y un sector del peronismo) saber cómo es el escenario y el peso real que tienen las fuerzas en pugna. Hoy la política está subordinada, no disuelta, pero sí subordinada a la bomba biológica que ha explotado. No hay motivos para situar a quien se pone en la posición de adversario y menos aún de enemigo. Sí hay una fuerte movilización mediática por la búsqueda de réditos sobre el drama humano. El movimiento obrero organizado, los empresarios, las otras instituciones de la sociedad civil, están focalizando en el Gobierno su deseo de que este infierno termine y que la economía se ponga en marcha; y están a disposición del Presidente.

Por último, la opinión pública: la mayoría apoya y reconoce la dirección presidencial en esta lucha por la vida. Por supuesto les preocupa que se prolongue la cuarentena por motivos que conocemos y están en contra de que un grupo de presos continúen su condena en su domicilio. ¿Se podía esperar lo contrario, considerando el papel de la venganza en la formación cultural de nuestra civilización?

Pero esto no obsta, para suponer objetivamente que el Gobierno no esté firme y que no hay ninguna conspiración seria en danza.

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