Será cuestión de pellizcarse la piel una y mil veces para intentar entender que esto que está sucediendo es real.

Será cuestión de abrir los ojos y pedirle al que esté al lado te cachetee, porque este sueño, el gran sueño, realmente está sucediendo.

Quizá no es como lo imaginaste. Como lo dibujó tu cabeza en miles de noches de insomnios y tristezas. En noches post cancha de un dolor en la boca del estómago que no te permitía dormir.

Parece mentira pero no lo es. 16 años tuvieron que pasar. Y pasaron tantas cosas en estos 16 años que sólo el verdadero hincha de Instituto logrará entender y comprender lo que significa.

Vamos a escribirlo para que también sirva para verificarlo: Instituto ascendió a Primera División. Sí. Instituto es de Primera.

Instituto, perdón por la reiteración, logró llevar a la realidad ese anhelo tan postergado, que parecía inalcanzable y cada vez más lejano.

La Gloria es de Primera y lo sabrán disfrutar los que realmente aguantaron lo inaguantable. Los que lloraron y vieron reír miles de tarde a los otros, a los vecinos de al lado y también a los de más lejos.

A equipos inhóspitos, pequeños, que casi sin gente llegaban a jugar ante Boca, River y todos los clubes “picantes” del país.

Miles de veces dijiste: “por qué están ellos y nosotros no”.

Finalmente, ese momento llegó. En este 2022 donde el club de Alta Córdoba pateó el tablero y decidió cambiar para siempre su historia.

Decidió volver a darle el significado real a su apodo, la Gloria.

Instituto volvió a ser la Gloria porque se transformó, otra vez, en un club híper convocante. Que juega bien al fútbol. Con socios que revientan el Monumental de Alta Córdoba hasta que no quede un espacio libre. Y que también exigen.

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Porque han visto enormes jugadores vestir esa camiseta durante su historia. Y, por eso, navegaron estos años tristes con una desazón enorme, de ver cientos de jugadores que no supieron ni entendieron el valor de la camiseta.

Para jugar en Instituto hay que sentirlo. Y, también, hay que jugar bien. Porque el paladar negro de su gente no solo quiere ganar. Quiere mercerlo.

Y vaya si este Instituto merece estar en Primera.

El presidente Cavagliatto, el DT Bovaglio y el manager Bessone, en el inicio de una nueva etapa en Instituto. (Foto: Ramiro Pereyra / La Voz)
El presidente Cavagliatto, el DT Bovaglio y el manager Bessone, en el inicio de una nueva etapa en Instituto. (Foto: Ramiro Pereyra / La Voz)

Este equipo que supo cranear desde un primer momento el mánager Federico Bessone, que dejó la comodidad de las inferiores de Belgrano para meterse en el barro, porque amaba estos colores.

Desde Bessone y ese presidente que es una locomotora, llamado a ser recordado como Juan Manuel Cavagliatto, se cimentó todo.

Cavagliatto entendió que se debía rodear de gente “que sepa de fútbol”. Y Bessone fue su aliado para recuperar la mística. Para ser dignos a la historia.

Luego, llegaría un técnico que no tenía chapa pero sí entendía de momentos como Lucas Bovaglio.

Y ese trío fue buscando los jugadores acordes a esta misión casi imposible: volver a Primera.

Instituto y su gente en Alta Córdoba, una comunión que fue indetenible. (Facundo Luque / La Voz)
Instituto y su gente en Alta Córdoba, una comunión que fue indetenible. (Facundo Luque / La Voz)

Una campaña memorable

Poco a poco, fueron llegando jugadores de jerarquía, como el propio Cavagliatto lo había prometido.

El joven presidente, un tipo que ya había demostrado que no se anda con chiquitas llevando al básquet a lo máximo, tenía esa deuda pendiente.

Agarró el club cuando nadie quería estar y se comprometió por el nombre de su familia a llevarlo a lo más alto. Porque “las buenas algún día tenían que venir” también en el fútbol.

Para eso usaron el criterio de reunir un equipo de jugadores y de hombres. Con jerarquía y capacidad. Pero también con don de gente.

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El grupo se fue conformando fecha a fecha, desde aquel fatídico partido de verano ante Racing de Nueva Italia que trastocó los planes.

“Tenemos que jugar 37 finales”, había pedido Cavagliatto en la previa y así fue, desde aquel debut con empate en Río Cuarto ante Estudiantes.

El equipo se fue construyendo, de ser ese elenco “en formación” que dijo Bovaglio, a uno maduro, que se levantó rápidamente cada vez que lo golpearon.

Siempre estuvo ahí, en la conversación, con mejores y peores tardes.

Pero logró que el hincha entendiera que este equipo estaba comprometido. Y se formó una comunión pocas veces vista.

El socio estuvo siempre, bancó, apoyó y las críticas desaparecieron. Fue “todos juntos”, como rezó el slogan del club.

Las batallas se sucedieron y tocó visitar a Belgrano en Alberdi, lo que era “el” partido en el clásico de la categoría.

Gabriel Graciani, gran figura del campeonato de la Gloria. Y el goleador. (La Voz / Archivo)
Gabriel Graciani, gran figura del campeonato de la Gloria. Y el goleador. (La Voz / Archivo)

La derrota fue otro punto de inflexión, pero el Albirrojo se puso de pie. Luchó hasta el final y terminó segundo, clasificando a semifinales del Reducido.

Pasaría Defensores de Belgrano en una serie manejada magistralmente por el DT Bovaglio y la final con Estudiantes de Caseros, con un plantel que dejó el corazón ante todo.

La noche del sábado se hizo un domingo de día y feliz para todo Instituto.

Hinchas de la Gloria celebran, afuera del estadio de Alta Córdoba, el ascenso de Instituto a la Liga Profesional. (José Gabriel Hernández / La Voz)
Hinchas de la Gloria celebran, afuera del estadio de Alta Córdoba, el ascenso de Instituto a la Liga Profesional. (José Gabriel Hernández / La Voz)
Hinchas de la Gloria celebran, afuera del estadio de Alta Córdoba, el ascenso de Instituto a la Liga Profesional. (José Gabriel Hernández / La Voz)
Hinchas de la Gloria celebran, afuera del estadio de Alta Córdoba, el ascenso de Instituto a la Liga Profesional. (José Gabriel Hernández / La Voz)
Hinchas de la Gloria celebran, afuera del estadio de Alta Córdoba, el ascenso de Instituto a la Liga Profesional. (José Gabriel Hernández / La Voz)
Hinchas de la Gloria celebran, afuera del estadio de Alta Córdoba, el ascenso de Instituto a la Liga Profesional. (José Gabriel Hernández / La Voz)

Se vivió un sueño que terminó siendo real. 16 años después. 5840 días de espera tuvieron su final.

Las lágrimas fueron por aquellos que no pudieron esperarte, Instituto. Que se los llevó la pandemia. Que no tuvieron la suerte de verte acá, otra vez donde deberías estar, en Primera.

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Pero la alegría será suprema, será eterna.

Leelo de nuevo para que quede claro: Instituto es de Primera. Ahora podés abrazarte a cualquiera que tenga la camiseta puesta.

Esto que sentís ahora en el cuerpo se llama Gloria.

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