Nuestra galaxia, la Vía Láctea, forma parte de una región rica en constituyentes y llena de actividad e interés. Lo que suele considerarse como nuestro vecindario cósmico es el Grupo Local, una región de unos 10 millones de años luz de tamaño que contiene a unas 120 galaxias en su interior. La grandísima mayoría de estas galaxias son galaxias enanas e irregulares, aunque hay algunos miembros más destacables.

La galaxia más grande del grupo local es Andrómeda, situada a unos dos millones de años luz de nosotros, es aproximadamente el doble de grande, aunque tiene una masa similar a la del segundo miembro más grande, la Vía Láctea. El tercer miembro en tamaño es la galaxia del Triángulo, con entre 6 y 10 veces menos estrellas que sus dos hermanas mayores, podría ser un satélite de la galaxia Andrómeda, aunque hay dudas al respecto.

El cuarto miembro en tamaño, masa y cantidad de estrellas del grupo local es el que nos interesa en este artículo, el que hemos venido a tratar: la Gran Nube de Magallanes. Esta gran nube, que es en verdad una galaxia con unos 32 000 años luz de diámetro y unas cien veces menos masa que la Vía Láctea, es el objeto que más área ocupa en el cielo nocturno, después del propio disco de nuestra galaxia, ocupando unas 20 veces más que la luna llena. Es por esto mismo que se la conoce a ella, junto a su compañera la Pequeña Nube de Magallanes desde la antigüedad. Sin embargo, por ser visible tan solo al sur de los 20º norte de latitud, en Europa no se conoció su existencia hasta que el explorador portugués Fernando de Magallanes escribió sobre ella tras sus viajes por el hemisferio sur a principios del siglo XVI. Él describió las dos galaxias como nubes, una más grande y la otra más pequeña, de ahí el nombre que se les da en la actualidad.

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Esta nube está situada a unos 160 000 años luz de la Vía Láctea, convirtiéndola en una de las galaxias más cercanas a la nuestra. Sin embargo no resulta del todo claro si esta galaxia y la Pequeña Nube de Magallanes son verdaderos satélites de la Vía Láctea. Unas observaciones que el telescopio espacial Hubble hizo en 2006 parecían sugerir que estas dos galaxias enanas se alejaban a demasiada velocidad como para estar atadas gravitacionalmente a nuestra galaxia. Sin embargo lo que sí sabemos seguro es que estas estrellas debieron pasar cerca del disco de la Vía Láctea en el pasado, pues se ha detectado un puente de hidrógeno que une a las tres galaxias. Este puente es especialmente denso entre las dos galaxias enanas, indicando que han estado ligadas gravitacionalmente durante mucho tiempo.

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