El escritor galés Cynan Jones es autor de «Tiempo sin lluvia», una de las mejores novelas que dejará este 2020 atravesado por la pandemia, que si bien no tiene incidencia directa en la trama porque fue escrita mucho antes, habilita lecturas sobre el universo animal y ambiental como una fuerza inesperada que puede operar como metáfora del dislocamiento de los tiempos actuales: «Quería escribir con honestidad y vehemencia sobre la coexistencia de la crueldad y la belleza en cada paisaje que nos rodea», dice elautor en entrevista con Télam.

Se trata de una de las mejores novelas que dejará este 2020 atravesado por la pandemia.

Se trata de una de las mejores novelas que dejará este 2020 atravesado por la pandemia.

El día arranca complicado en la granja que habitan Gareth y su esposa Kate junto a sus dos hijos. Un ternero nació muerto y una vaca preñada se extravió. El hombre sale en busca del animal, una Shorthorn lechera que será difícil de rastrear porque hace tanto que no llueve que ya no se marcan las pisadas en la tierra. Durante todo el tiempo de la pesquisa, se mezclarán los rituales depredadores de la naturaleza -animales moribundos, cuerpos desintegrados quirúrgicamente por insectos- con las cavilaciones del personaje sobre el legado de su padre y el deseo que palidece en su matrimonio.

El paisaje se impone desolador y cruel en esta novela sobre hombres y mujeres alejados de los atajos que facilita la modernidad -el confort, la tecnología que anestesia el aburrimiento- y a la espera de un disparador que refresque sus vidas de la misma manera que los pastizales resecos claman por el agua que, paradójicamente, no es lo que escasea en Aberaeron, la pequeña localidad al noroeste de Gales donde Cynan Jones ideó esta historia que publica en la Argentina el sello Chai Editora.

«Cuando me senté en el viejo cobertizo de mi madre para escribir ‘Tiempo sin lluvia’ la terminé en sólo diez días. Por supuesto, la novela ya había crecido en mi mente durante meses, tal vez años, sin que yo realmente pusiera la lapicera en el papel», explica en una formulación que revela su rutina de escritura. El autor galés, que vive en una cabaña de madera construida por él mismo, escribe a mano en un cuaderno A4, la mayoría de las veces encerrado en la casa materna.

A los 45 años, el escritor que ha sido destacado como una de las mejores voces de su generación por publicaciones como Granta y The New Yorker, lleva escritas cinco novelas -de las cuales hasta ahora solo se había publicado en el país «La tejonera»- pero además entregó cuentos para la cadena BBC Radio y es autor del guión de la serie «Hinterland».

«Tiempo sin luvia» está escrito con una prosa lírica y seca que encierra múltiples alegorías sobre el comportamiento humano y presenta una estructura novedosa que prescinde del orden cronológico para hacer coincidir sobre un mismo plano distintas voces narrativas -incluido la de la vaca- que dan cuenta de lo que pasa a lo largo de un día en la granja y hasta anticipan un futuro sombrío, acaso encerrado en la premonición de Gareth cuando sugiere: «A alguno podría pasarle algo que los mantuviera unidos, algo que pudieran sobrevivir».

«Trata de no meterse por ese túnel mental que se abre frente a él como una boca enorme, de no ahondar en esa idea de que una crisis también podría salvarlos a ellos, podría barrer con los pequeños problemas que se les clavan como astillas: la vaca, los terneros muertos, el hijo que se va a la universidad, las tierras que quiere comprar o el hecho de que el cuerpo de ella ya no lo atraiga. Una crisis le recordaría que lo importante es la vida y que hay que tomar lo que se puede con alegría», reflexiona el granjero.

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Su esposa Kate, canaliza a través de una intolerable migraña el duelo por ese cuerpo que el paso del tiempo ensancha y deforma -y al que ella atribuye la falta de deseo de su marido-, la angustia no resuelta por una serie de embarazos perdidos y una efímera relación con un peón que la llena de culpa. Al mismo nivel que los conflictos humanos, el mundo animal descarga también su cuota de impiedad, a través de un conejo agonizante al que intentan asistir dos pequeños hermanos, el perro de la familia que debe ser sacrificado por un tumor o un topo muerto que los gatos dejan en la cocina a la espera de una recompensa por la cacería.

«Básicamente, la mayor parte de lo que sé sobre los seres humanos me fue transmitido por la naturaleza. Siempre me ha proporcionado una forma de ver la condición humana y, a menudo, mi propia situación. Cuando escribo, alcanzo esas metáforas. Esto significa que no tengo que escribir explícitamente sobre las personas. Puedo dejar que la metáfora explique al lector», sostiene Jones en entrevista con Télam a la que le imprime la marca concisa de su escritura.

El paisaje se impone desolador y cruel en esta novela sobre hombres y mujeres alejados de los atajos que facilita la modernidad.

El paisaje se impone desolador y cruel en esta novela sobre hombres y mujeres alejados de los atajos que facilita la modernidad.

– Télam: En «Tiempo sin lluvia» la naturaleza tiene un rol protagónico. El universo animal y ambiental aparecen como una fuerza indómita y hasta depredadora que muchas veces descoloca a los personajes ¿Le interesaba explorar el costado más cruel de lo natural, un poco en oposición a cierto estereotipo del paisaje campestre ligado a la calma o a la idea de la naturaleza como portadora de recursos?
– Cynan Jones: He crecido en el entorno en el que se desarrolla la historia. No se ha tratado de una decisión consciente de oponerse a la visión bucólica y romantizada del campo que perpetúan algunos escritores. Quería escribir con honestidad y vehemencia sobre la coexistencia de la crueldad y la belleza en cada paisaje que nos rodea.
También quería presentar con sentido auténtico, en qué medida somos un capricho de la naturaleza cuando se trata de proveernos (o a nuestros animales de granja) de alimentos y víveres. Cuánto dependemos de la lluvia, el sol, el suelo, las semillas. Cuán tenazmente tenemos que trabajar para asegurarnos provisiones. Pero la naturaleza no dificulta deliberadamente este proceso. La naturaleza simplemente es. El ser humano tiene que lidiar con eso. Es a la vez nuestro triunfo y nuestra derrota que nos hayamos podido imponer al mundo natural.

.-T: ¿Cómo se resignifica esa mirada en este contexto actual donde prosperan las lecturas que le asignan a la pandemia un «mensaje» de la naturaleza frente a la malversación que hacen las sociedades en lo que hace a la sobreexploración de los recursos naturales y la contaminación ambiental?
-C.J.: La pandemia actual no es un «mensaje» de la naturaleza. Pero es un mensaje. El problema ha sido tan severo por la forma en la que existe el ser humano, principalmente en comunidades estresadas y superpobladas; esto se ha visto agravado por nuestra obsesión por ser «globales» en lugar de locales.   
La historia de la novela es muy «local». Una familia profundamente arraigada en una región, que depende de su entorno para las cosas que necesita. Vivir de esta manera trae más comprensión de la naturaleza y, en consecuencia, más humildad, respeto y gratitud. La mayoría de las personas en las ciudades están muy lejos de los procesos de los que dependen para sobrevivir.

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– T: Hay una escena en la que dos niños encuentran un conejo moribundo y comprenden que deben apurar su muerte para atenuar su sufrimiento ¿Esta situación donde deben lastimar al conejo para ayudarlo a morir se puede leer como una reflexión sobre la complejidad de las acciones, como una especie de dilema moral que lleva a cometer un daño que parece justificado por el objetivo final?
– C.J.: Absolutamente. En realidad, esa parte fue escrita originalmente como un cuento. Trabajé como tutor de un niño violento y, en lugar de «educarlo» convencionalmente, mi enfoque fue llevarlo a caminar, a hablar, etc. En uno de estos paseos encontramos un conejo que pensé que estaba muerto. No lo estaba. Yo era como el «chico mayor» de la novela, él el menor. A veces tenemos que hacer cosas difíciles. La enseñanza sería que cuando eliges hacer algo complicado, tienes la responsabilidad de seguirlo hasta el final.

T: La novela parece aludir también a los malentendidos y a las interferencias que se imponen en los vínculos: Kate cree que su marido ya no siente deseo por ella y él por el contrario tiene pensamientos recurrentes sobre el cuerpo de su mujer y celebra las transformaciones que ha tenido ¿Las parejas siguen un recorrido a través del tiempo según el cual el entendimiento con el tiempo se va deshaciendo y la incomunicación inevitablemente se interpone? ¿La llegada de ese ciclo de incomunicación traza el final de un matrimonio?
– C.J.: Así como la naturaleza no es todo lo estable que creemos, tampoco lo son las relaciones. Cualquier relación que continúa durante un período de tiempo significativo, se desarrolla. A veces para mejor, a veces para peor. En la mayoría de los casos, algo tiene que haber en el corazón de la pareja para que siga viva. Entonces puede sobrevivir a los altibajos. Supongo que el final de un matrimonio, o de una relación de cualquier tipo, llega cuando no hay algo fundamental en el centro que mantenga todo unido.

-T: La descripción en la que el topo muerto es desintegrado por la acción coordinada de moscas, escarabajos y hormigas es escalofriante pero tiene a su vez un nivel de detalle y de realismo sorprendente ¿Por qué le interesan tanto los procedimientos de la naturaleza?
– CJ: Desde que tengo memoria, he estado absolutamente fascinado por el mundo que me rodea, incluso por las cosas más pequeñas. Cuando era más joven, mi principal interés era la vida silvestre, y coleccionaba cráneos, plumas, insectos muertos, hojas, ¡cualquier cosa, con entusiasmo! De hecho, estuve a punto de estudiar zoología en la universidad. Básicamente, la mayor parte de lo que sé sobre los seres humanos me fue transmitido por la naturaleza. Siempre me ha proporcionado una forma de ver la condición humana y, a menudo, mi propia situación. Cuando escribo, alcanzo esas metáforas. Esto significa que no tengo que escribir explícitamente sobre las personas. Puedo dejar que la metáfora explique al lector.

-T: Esa lluvia que se hace desear y escasea en el relato parece poner en escena también la situación de espera en la que están sumergidos los personajes: Gareth, Kate, el hijo mayor, todos parecen estar esperando algo que los saque de su apatía o su inercia ¿»Tiempo sin lluvia» se puede leer como una alegoría de los efectos que tiene la espera, ese momento de incomodidad en los sujetos parecen volverse rehenes de un tiempo que parece congelado?
– C.J.: Sin duda, esa es una de las alegorías subyacentes del relato. Como mencioné antes, el mundo natural siempre me ha mostrado la condición humana. Al menos, de la forma en que yo lo veo (y probablemente lo vea así por ese punto de vista). La lluvia es vital y generosa, y al mismo tiempo disruptiva y desafiante. En esta historia, se necesita desesperadamente. Por lo general, aquí en Gales, hay demasiada. La historia también hace una declaración sobre la dualidad de las cosas que necesitamos, pero de las que también nos tenemos que proteger. Lluvia. Amor. Ambición.

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T: Alguna vez contó que se fue a vivir a Glasgow para trabajar en una agencia de publicidad porque quería «aprender la carpintería de la escritura». Sus historias son concisas y carecen de adjetivación ¿Era eso lo que buscaba cuando pensó en aprender el lenguaje de la publicidad, que se caracteriza justamente por su poder de síntesis para comunicar una idea?
– C.J.: En realidad, me establecí como redactor publicitario independiente. La variedad de clientes era muy amplia. Desde agencias gubernamentales locales hasta bancos internacionales, compañías de whisky, fabricantes de jabón, museos y más. Fue una decisión muy deliberada de mi parte asumir este papel para aprender a escribir. Tenía 22 años, era profesor, pero sabía que quería dedicar tiempo a escribir ficción. No quería tener 42 años y culpar a la familia y al trabajo por impedirme escribir la gran novela que de otro modo habría escrito (he conocido demasiados hombres de mediana edad decepcionados y enojados). Entonces, decidí darme dos años para escribir un libro, de los 28 a los 30 años. Mientras tanto, la tarea era aprender a escribir. Más que nada, trabajar como redactor me dejó claro que escribir no es un arte. Es un oficio. Es una habilidad técnica. Tiene que ser capaz de dominar eso antes de poder hacer arte. Cuando comprendes eso, no pierdes tiempo revolcándote en el lenguaje. La historia se convierte en lo más importante y tu deber es contarla con tanta ímpetu como puedas.

– T: El libro plantea también una inusual jerarquía de situaciones dramáticas: en algún momento se anticipa una tragedia que puede cambiar drásticamente la vida de esta familia pero luego el relato prosigue y esa situación ya no se retoma. En un relato clásico esa situación hubiera ocupado el centro de la escena pero aquí se la enuncia sin mayor peso dramático ¿Por qué le interesó plantear la trama de esta manera «democrática» en la que ningún acontecimiento parece tener peso sobre otro? ¿Qué le aporta al libro esta anticipación de un hecho dramático que deja al lector expectante y sin posibilidad de profundizar en los efectos que tendrá el episodio?
– C.J.: El evento es presentado como para que el lector sepa más que los personajes. Esto refuerza el deseo de Daniel de que «suceda algo que los vuelva a unir» con un presentimiento dramático (sentido sólo por el lector). Las consecuencias del evento, la angustia y cómo se definirá el futuro, se les deja al lector para intuir. Este dispositivo, de exigirles participación, crea un vínculo más fuerte entre el texto y el lector. También ofrece un impulso narrativo que continúa más allá de la última página del libro.

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