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Se rearma Unión por la Patria

Casi como bailarinas en puntas de pie, las y los representantes de las distintas terminales del peronismo bailan la danza de una cohesión apuntalada, sobre todo, por el resultado de la primera votación del bloque en la cámara de Diputados. El rechazo unánime de UP a la ley ómnibus operó como efecto derrame para apaciguar las internas. Unidad en la acción, aunque sea, por ahora, defensiva.

Tras la derrota electoral, todos coinciden en que el verano dejó un saldo positivo en cuanto a la contención de las diferencias. “En el trazo grueso estamos mejor. En la fina, cuesta”, describió a Ámbito un dirigente que integra el gobierno bonaerense. Es en ese territorio en el que comenzaron a operar por lo bajo espacios de orden y armado, pero que no pasan a prácticas en concreto por el momento. “Todavía hay susceptibilidades y enojos. Tenemos que evitar cualquier muestra de debilidad”, explican. Lo cierto es que los actores del peronismo pisan un escenario a priori, positivo: no hubo estampida tras la derrota. “Ganamos en primera vuelta y sacamos el 45% en la segunda”, remarcan en el entorno del excandidato Sergio Massa, quien moverá sus fichas recién en marzo con la publicación de un libro.

Como parte de esos pasos por arriba, tuvo lugar la primera definición pública de Cristina Kirchner sobre el devenir del gobierno nacional, a través de un documento de 33 páginas publicado en sus redes sociales el pasado miércoles. El hecho ordenó, ilusionó y dio vuelo -como siempre- al campamento propio, al tiempo que dejó la remanida duda sobre la conveniencia o no de facilitarle al oficialismo el espacio para el relato anti K y de la pesada herencia. Con esa disyuntiva de fondo, Cristina entendió que, ante la aceleración del ajuste, era el momento para romper el silencio y criticar en duros términos la política económica de Javier Milei y el ministro Caputo, con quien luego protagonizó un fuerte contrapunto en “X”. Como fuere, Cristina lo hizo de nuevo: fue la única dirigente que logró torcer la agenda del oficialismo, que salió a responderle a coro. Macri, en tanto, se mantiene en las sombras. Un hilo rojo histórico lo une con CFK. Junto a Alberto Fernández son los únicos expresidentes de los últimos 40 años de democracia vivos y en actividad. Sólo por haber estado en el sillón de Rivadavia, sus palabras, opiniones y movimientos generan política, marcan agenda y tienen incidencia en la opinión pública.

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El otro hecho que había logrado sacar de su eje al Gobierno había sido el paro y movilización de la CGT. Es, precisamente, otro de los hitos que marcan en UP como aglutinador positivo, además de la votación de la ley que naufragó. El nuevo desafío, dicen, será la capacidad de movilización “sin convocatoria de Cristina” y posan las expectativas en el próximo 24 de marzo. Mientras tanto, toda la agenda y la iniciativa política la tiene Javier Milei. “En cualquier lugar del mundo todo presidente tiene sus primeros cien días de tiempo. Hay que esperar y que la gente sola se dé cuenta del desastre que está haciendo. Al día 101, veremos”, opinan en el Frente Renovador. No tirar manotazos al aire como premisa principal. Es una de las miradas dentro de UP en un debate que pendula entre esperar o, como proponen los sectores más duros- levantar el perfil. Por ahora, la primera opción es la que prima. Dos ejemplos dan cuenta de esto sin lugar a dudas: UP no movilizó durante el debate de la Ley Bases ni tampoco convocó a la marcha del 24 de enero. La Cámpora se sumó a último momento y evitó cualquier rol protagónico.

Los movimientos de Kicillof y Massa

Mientras tanto, Axel Kicillof encabezó estas últimas dos semanas mesas de diálogo en tres niveles diferentes: sectoriales, orgánicas y de gabinete. Con esas herramientas, más la multisectorial que nació en La Plata, el gobernador de la provincia de Buenos Aires busca recoger en el cara a cara los impactos del ajuste y aplicar políticas bonaerenses que estén a su alcance en el contexto de ajuste y recorte de envío de fondos. Conocer al detalle las dificultades que comenzaron a atravesar el sector productivo; los comedores; los centros de salud; las infancias; los comercios, entre otros, le da, además, herramientas discursivas de primera mano. “Somos una gestión que busca orden en medio de un gobierno nacional sin agenda, sin ruta. Que sólo tiene como política el ajuste”, sostiene un colaborador del gabinete provincial.

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Desde los distintos campamentos de UP se preparan y suman músculo político para el debate interno. Sergio Massa, por ejemplo, encabeza reuniones cada quince días por Zoom con las y los dirigentes de su espacio. “Rearmar y contener”, recalcan. “Mirar el partido para adentro”. La tropa del exministro de economía está compuesta por unos veinte intendentes de la provincia de Buenos Aires y del interior; una treintena de legisladores provinciales de todo el país y los legisladores nacionales, que “hablan con Sergio cotidianamente”. El excandidato también tiene la mirada puesta en ampliar. “No hay ambulancia porque no hay heridos”, ilustran con entusiasmo. Massa, fiel a su estilo, busca conquistar a dirigentes del peronismo tradicional, con y sin responsabilidad de gestión y a sectores de la oposición amigable. Así lo explica una metáfora arrojada desde Tigre: “Todos apostaban a que UP se rompía y no se rompe. Estamos todos juntos laburando. Cada uno con sus identidades y diferencias, pero laburando. Y las palomas de la oposición vuelan más cerca nuestro que del Gobierno. Tienen miedo que la motosierra les corte un ala. Están alborotadas, pero revoloteando alrededor nuestro”.

La puja por la presidencia del PJ

La próxima discusión que enfrentará el peronismo será la disputa por la presidencia de PJ. Desde Madrid sigue ocupando ese lugar Alberto Fernández, quien debió escuchar desde esta orilla del océano críticas y pedidos para que deje su cargo. Algunas voces se animan a proponer a Cristina para sucederlo, quien no dio ninguna señal por el momento en ese sentido y mantiene su trabajo desde el Instituto Patria, donde delineó el documento en el que llamó a Milei “showman-economista” y donde recibe y escucha a dirigentes todos los días.

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Así las cosas, a dos meses de asumido el nuevo gobierno y en medio del ajuste más acelerado del que se tenga memoria en democracia, la representación política de los “caídos” -como los denominó el propio presidente- está en fase inicial de construcción.

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