Natalia Zaracho, de cartonera del MTE al Congreso

Integró la lista del Frente de Todos en los comicios de 2019. Asumirá en diciembre al producirse un corrimiento en la lista del oficialismo. Su objetivo prioritario es lograr el salario básico universal.

Cuando se hacía la hora de arrancar para cartonear, Natalia Zaracho salía lo más escondida posible de la casilla donde vivía con su mamá y sus hermanos en Villa Fiorito. Intentaban pasar inadvertidas ante la mirada juzgadora de los vecinos del barrio, pero el carro y la luz de las cinco de la tarde las delataba. Es que les daba vergüenza sobrevivir a costa de la basura de otros en un 2001 donde recién empezaban a aparecer los y las primeras recicladoras y el movimiento cartonero no era movimiento. A Natalia Zaracho le daba vergüenza decir que era cartonera y hoy es la bandera que defiende.

El 10 de diciembre va a asumir como diputada nacional por el Frente de Todos. Va a ser la primera cartonera que ocupe una banca en la Cámara baja y dice que va a trabajar con la agenda de su sector, defender la ley de envases y el salario básico universal, pero que también quieren intervenir en el debate de la deuda, la macroeconomía, la asignación de recursos. «No vamos a discutir solo la agenda de los pobres, vamos a discutir todo, como ellos discuten todo lo nuestro«, cuenta.

Natalia habla en plural porque entiende que ahora le tocó a ella pero que  podría haber sido cualquier compañero o compañera del barrio, de la militancia. Que lo importante es ocupar estos lugares para disputar luchas importantes, para que no teoricen sobre los pobres, para que los pobres hablen. «El debate sobre convertir planes en trabajo por ejemplo, la política tradicional no tiene idea. No necesitamos convertir los planes en trabajo, ya los convertimos cuando nos organizamos como cartoneros y trabajadores ambulantes. Hay que estar sentada ahí para dar estas disputas, no hay otra».

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Sapo de otro pozo

Cuando le ofrecieron ser candidata dijo que no. «A mi me daba mucho miedo ocupar un lugar que siempre nos dijeron que no estábamos preparados para ocupar. Pero la realidad es que cuando escuchas hablar a cada uno ahí adentro te das cuenta que tenés mucho más para aportar».

En diciembre va a ocupar una banca en un espacio que ya conoce –actualmente trabaja como asesora del diputado Itai Hagman–, en un mundo al que le costó entrar. «La política tradicional es muy hostil. En 2019 fui candidata por la lista del Frente de Todos y me pasó muchas veces que no me querían dejar pasar a lugares porque eran espacios exclusivos para los candidatos. Yo les decía soy candidata, no tengo tacos ni el pelo planchado, pero soy candidata«. Este año no integra la lista porque su banca la va a ocupar por corrimiento de diputados, por compañeras que dejan el puesto para irse a otros lugares en el Estado.

–¿Qué le vas a aportar al Congreso?

–Tengo las herramientas y la capacidad de mirar y dirimir lo que pasa en el territorio real y eso no es tan fácil la verdad. Alguien puede saberlo desde lo teórico pero vivirlo es otra cosa. Yo se que están mis compañeros bancándome y apoyándome y no voy a ser comida por la política tradicional. No voy a ser una diputada que trabaje en el Congreso, de oficina. Yo quiero ir al territorio y construir poder popular en distintos lugares y seguir compartiendo y motivando para que compañeros participen en política. Nos falta representación porque somos 40 por ciento de pobres en el país y no hay pobres en estos lugares de poder.

Estas últimas semanas participó en asambleas en diferentes barrios, escuchando lo que más preocupa a la gente. «Salió mucho la falta de trabajo y la inseguridad. La falta de trabajo la vamos a enfrentar empezando por los últimos. Tenemos la propuesta del salario básico universal para garantizar que nadie más caiga en la indigencia, sobre todo esa fracción de personas que no están cubiertas por la AUH ni la jubilación, que tienen edad de trabajar y no tienen trabajo o no están organizados. El otro tema es la inseguridad, de la que se apropia la derecha pero quienes peor la sufrimos somos nosotros los sectores populares, que nos roban el celular mientras estamos pagándolo en 18 cuotas. La derecha dice que con más policía y cárcel lo resolvemos, y la agenda tiene que ser otra, tener una política de inclusión de pibes liberados».

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La lucha de los pueblos 

La mamá de Natalia llegó a Fiorito cuando el lugar era una quema. Fue de las primeras que empezó a levantar casillas en el barrio. Natalia nació, vive y construye gran parte de su militancia ahí y dice que no piensa irse. Empezó a cartonear a los doce años, en plena crisis del 2001, cuando a su mamá la echaron de la casa de familia donde trabajaba. Al principio cambió de turno en el colegio y se quedaba cuidando a sus hermanos y sobrinos mientras su mamá y su hermana salían a cartonear, pero el barrio se puso muy picante y no querían dejarla sola. Ya a los 13 había dejado el colegio y paraba todas las noches en la esquina de Pueyrredón y Las Heras, «en la casa de Cristina», dice y se ríe. Esperaba que su mamá, su hermana más grande y una vecina traigan las bolsas de basura. Ella seleccionaba lo que les servía y las ponían en el bolsón que cuidaba con sus hermanos.

«Era muy loco porque no hacían el recorrido de los chabones que pateaban toda la capital, sino que planteaban un circuito para cuidarnos. En general una se quedaba en una esquina con el bolsón y los chicos mientras las otras salían a cartonear. Es una tremenda organización de mujeres solas que en ese momento no la veía, pero ahora recupero con la militancia y el feminismo», reflexiona. Tampoco le hacían ruido las mansiones en las calles de Recoleta, «tenía que bancar la olla y no estaba pensando en la desigualdad». De ese momento se acuerda de llorar por haberse perdido en una ciudad que le era totalmente ajena. De conocer el Obelisco cartoneando. De la vergüenza con los vecinos. De la hernia de disco de su mamá, y de su dolor espantoso de cintura que la obligó a dejar de hacer esa actividad desde muy joven.

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A medida que la crisis se profundizaba cada vez más gente salía a cartonear. La mamá de Natalia fue una de las impulsoras de la primera cooperativa cartonera que organizó el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), el Amanecer de los Cartoneros, que hoy es la más grande de América Latina y tiene 4.000 afiliados. Natalia fue mamá a los 19 años y para ella cartonear era su trabajo: «Era muy ama de casa. Iba, trabajaba, volvía a casa, cocinaba y cuidaba. Estaba organizada en la cooperativa pero no como militancia sino como parte del trabajo».

–¿Cómo hiciste el click para pasar de ser cartonera ama de casa a referenta del Frente Patria Grande y trabajadora de la economía popular en el MTE?

–Después de leer la dedicatoria que me hizo Juan Grabois -referente del MTE- en un libro. Decía: que se fortalezca la lucha de los pueblos de la tierra. Y ya me estaba marcando el camino. Fue en una especialización en economía social. Ahí me hizo un click y empecé a discutir y a hablar, para que se deje de hablar del sujeto y que el sujeto forme parte de la discusión. En el Encuentro Nacional de Mujeres de 2015 me pasó lo mismo, me abrió la cabeza y me di cuenta reviendo mi historia, la organización feminista y popular que tenía, pero nunca había parado a pensar, porque cuando tenés que llenar la olla no tenés tiempo para eso.

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