Beatriz Moreiro

Beatriz Moreiro

Inspirados por la flora y la fauna, instalados -algunos- en talleres rodeados de paisajes deslumbrantes como montañas, montes, reservas, ríos o arroyos, diferentes artistas de Argentina como Andrea Juan, Beatriz Moreiro, Juan Pablo Ferlat y Milagros Rodríguez Wilkinson producen una obra en estrecho vínculo con la naturaleza para crear producciones que irradian un mensaje sobre el cuidado del medio ambiente.

Con poéticas y estilos diversos, así como soportes diferentes, estos artistas hacen foco en los recursos de la naturaleza mientras reflexionan, tanto en sus producciones como en su cotidianeidad, sobre el futuro del planeta y el impacto nocivo del ser humano sobre la Tierra.

Sus obras invitan a pensar y concientizar sobre la incidencia del cambio climático, sobre la conservación del medioambiente y el cuidado necesario del entorno, a nivel individual y colectivo.

Oriunda de Buenos Aires, instalada desde hace años en Chaco, en una casa-taller muy cerca del puente que une Corrientes y Resistencia, la artista Beatriz Moreiro inspira su obra –dibujos sobre papel de algodón, grabados, esculturas, videoinstalaciones- en el paisaje que la rodea, una vegetación deslumbrante y agreste.

«Mi obra surge después de haber vivenciado situaciones muy próximas, como desmontes y campos quemados. Recorro, indago, investigo y recolecto restos de ese monte avasallado, agredido. Junto restos de nidos, pájaros muertos, cactus, avisperos y con todo eso conformo objetos -fardos- atados con perdurable acero, ante la imperdurabilidad de la vida, porque el hombre interrumpió su proceso natural», dice a Télam la artista que ha ganado el Primer Premio del Salón Nacional de Artes Visuales con su obra «Fragmentos de un monte en extinción».

«Me desvelan los montes y campos quemados -exclama Moreiro- arrasados por la brutal vorágine del imparable fuego, en general provocado por el hombre, que no deja nada más que negrura y desolación», señala la artista. En esa misma negrura, a los pocos días, surgen lirios blancos, una vida que asoma y que también inspira sus dibujos y grabados.

Mi obra surge después de haber vivenciado situaciones muy próximas, como desmontes y campos quemados. Recorro, indago, investigo y recolecto restos de ese monte avasallado

Beatriz Moreiro

Junto a vecinos de su comunidad lograron que se declare reserva a las 17 hectáreas de humedal más grande entre Resistencia y Corrientes, mientras que en su jardín vive rodeada de añejos árboles originarios: algarrobos, mora amarilla, espinillos, palo piedra, quebracho blanco y lapacho.

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Los zorzales y colibríes construyen sus nidos en la galería de la casa donde también circulan lagartijas, iguanas, serpientes de agua e incluso a veces llegan monas del monte más profundo, así como cotorras y muchas variedades de pájaros.

«Hay un tema aún más constante en mi obra: los nidos vacíos, meciéndose, en las ramas y con un fondo despojado. El nido me simboliza el útero, la casa, la meditación, el refugio, el lugar para estar al reguardo», asegura.

En el último tiempo, Moreiro se abocó a dibujar hongos, «el quinto reino -señala la artista-, los primeros habitantes del planeta tierra, quienes permitieron generar el oxígeno para que fuera posible la vida en la Tierra».

Milagros Rodríguez Wilkinson

Milagros Rodríguez Wilkinson

En las sierras de Tanti, provincia de Córdoba, a 900 metros de altura sobre el nivel del mar, se ubica la casa que levantó con sus propias manos, amasando barro, la artista Milagros Rodríguez Wilkinson, un hogar que linda con un monte virgen, atravesado por un arroyo cristalino, en donde cosecha la arcilla con las que moldea y talla sus esculturas pero también vajillas y toda clase de objetos inspirados en la propia naturaleza.

«Trabajo la arcilla con técnicas ancestrales, precolombinas, de la misma manera que trabajaban antiguamente otras culturas sus piezas de barro. Creo que el arte es la naturaleza misma, pero nos hemos desconectado con el paso del tiempo y me gusta recuperar esa idea de estar en armonía con ella, algo palpable en cada pieza que elaboro», cuenta a Télam Rodríguez Wilkinson.

«El paisaje que me rodea inspira mi obra de muchas formas, la naturaleza constantemente me muestra su arte, en cada hoja otoñal, en cada piedra», dice la artista que vive rodeada de lo silvestre.

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El itinerario creativo comienza desde el momento en que Wilkinson se dirige a cosechar la arcilla en un arroyo en la zona de El Durazno, donde selecciona el material por su plasticidad y según su color y textura. Luego, debe triturar la arcilla, dejarla en remojo por unos días, colarla y dejarla descansar en una bolsa de lienzo para que vaya secando hasta que alcanza la consistencia adecuada para amasar, momento en que cobran vida sus creaciones autóctonas, impregnadas por el gravitante entorno.

«La naturaleza está presente en cada momento, es mi mayor fuente de inspiración», asegura sobre sus esculturas pero también confecciona vajillas, cuencos, ollas que «como están hechas de material noble, al dejar de darle uso, pueden volver a la tierra sin perjudicarla», asegura Wilkinson.

El paisaje que me rodea inspira mi obra de muchas formas, la naturaleza constantemente me muestra su arte, en cada hoja otoñal, en cada piedra

Milagros Rodríguez Wilkinson

Otra artista de fuerte impronta ambientalista es la argentina radicada en España Andrea Juan, quien posee una vasta experiencia de obras realizadas en la Antártida, donde se realizan investigaciones acerca de la contaminación y el calentamiento global.

«Desde hace ya muchos años la naturaleza está siempre presente en mis obras -asegura a Télam Andrea Juan-. El cuidado del medio ambiente es una responsabilidad que no puedo ni quiero eludir. Hice proyectos en diferentes espacios y paisajes como en Patagonia, la Antártida y en España, siempre en relación a nuestra actitud sobre el hábitat que nos rodea».

Andrea Juan

Andrea Juan

Actualmente, Andrea Juan está residiendo junto a su marido Gabriel Penedo en los escenarios naturales de Cantabria, donde trabajan juntos, diseñan una nueva instalación para un espacio cultural de Francia y remodelan una casa de piedra en un entorno rural, a metros de la playa, cerca del Museo de Altamira, «que será nuestro nuevo estudio y futura Residencia de Arte», detalla.

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Desde hace cuatro años, Juan lleva adelante el proyecto «Arte en el Origen», un seminario donde artistas viajan a producir sus obras en las cuevas de arte rupestre de Cantabria, de 22.000 años de antigüedad, «un espacio para conectarse con la esencia del arte», describe.

La urgente necesidad de aprender modos sostenibles de cohabitar la Tierra es también el motor de las creaciones del artista Juan Pablo Ferlat, quien realiza esculturas con cera virgen de abejas y petróleo crudo, donde el petróleo simboliza la matriz del capitalismo, mientras que la cera -resultado de la interacción entre miles de abejas- es el máximo ejemplo de inteligencia colectiva en la naturaleza, según sus palabras.

«En las abejas confluyen muchos fenómenos que nos pueden permitir entender cómo debería funcionar una sociedad que se articule de forma armónica con los procesos de la naturaleza. A su vez la mortandad de las abejas es un ejemplo del profundo egoísmo y ceguera de la civilización, que no puede cuidar ni siquiera de las condiciones de su propia subsistencia», enfatiza Ferlat en diálogo con Télam.

Juan Pablo Ferlat

Juan Pablo Ferlat

Su obra pone la lupa en la naturaleza aunque su trabajo cruza el arte, la ciencia y la tecnología, al mezclar técnicas como la impresión, el escaneo tridimensional y el video-digital, con materiales ancestrales como la cera virgen de abejas, el petróleo crudo y también los hongos.

«Me interesa interpelar eso que llamamos Naturaleza, que es obviamente una narración creada por el hombre que ya no sirve para dar cuenta del fenómeno que pretende describir», sostiene.

«Las obras de arte han configurado diversos imaginarios de futuro a través de la historia. Podemos también usar el arte como herramienta para producir nuevas narrativas que nos permitan afrontar la crisis ambiental en el presente», asegura Ferlat.

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