El cambio climático, la contaminación, la ocupación urbanística masiva de su costa o la sobrepesca, problemas todos ellos creados por el ser humano, cincelan a velocidad creciente la lápida de su litoral, sus aguas y su riqueza natural, y ponen en peligro la supervivencia de sus habitantes. El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) asegura en un reciente informe sobre la evolución del Mediterráneo durante la última década que “si no se detiene la tendencia actual, la degradación podría tener graves y perdurables consecuencias para la salud y el sustento de los humanos”. 

Benidorm, capital turística del Levante español, es la ciudad con más rascacielos por metro cuadrado del mundo tras Nueva York.SHUTTERSTOCK

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), la máxima autoridad científica internacional en esta cuestión, señala al Mare Nostrum como una de las regiones más vulnerables al calentamiento de la Tierra. Según datos de este organismo de Naciones Unidas, el Mediterráneo se está calentando un 20 % más que la media del planeta. Mientras siga el proceso actual al alza del calentamiento térmico por efecto de las emisiones tiene “difícil solución a corto plazo”, según recuerda Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante (UA) y presidente de la Asociación Española de Geografía. “Este hecho está provocando alteraciones en la fauna y flora del propio mar, debido a las especies invasoras adaptadas a mayores temperaturas del agua”, indica este experto.

La subida del nivel del mar tiene graves impactos

Por su parte, el informe PNUMA añade que la subida del nivel a causa de la crisis climática produce diversos impactos graves, como la salinización de aguas subterráneas, las inundaciones y la erosión del terreno, que provocan un enorme perjuicio para la salud, para la disponibilidad de agua dulce o para la agricultura. La región mediterránea es la zona con más escasez de agua del mundo. La erosión y el avance de la desertificación continúa imparable, especialmente en el sureste de la península ibérica. El consumo intensivo del líquido elemento por, especialmente, las explotaciones agrícolas añade más presión.

El Mediterráneo sufre también “graves problemas de contaminación, tanto de fuentes terrestres como de fuentes móviles –los barcos por ejemplo, que generan un cierto impacto sobre la calidad de sus aguas–, así como la contaminación por plásticos”, destaca Lourdes Lázaro, responsable del departamento corporativo del Centro de Cooperación del Mediterráneo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Vecinos de Redován (Alicante) achican agua tras las lluvias torrenciales de septiembre de 2019 en la Comunidad Valenciana.GETTYI

El 80% de la contaminación del mar proviene de tierra adentro

Según el informe del PNUMA, «el 80% de la contaminación del mar proviene de tierra adentro: la agricultura, la industria y los residuos urbanos”. Se estima que solo los cruceros vierten al Mediterráneo 800 millones de litros de agua contaminada sin ningún tipo de tratamiento. Aunque en menor medida, el efecto contaminante de las embarcaciones deportivas es también notable, según el informe MedTrends de la organización conservacionista WWF. Por su parte, la ONU calcula que 730 toneladas de basura de plástico llegan diariamente a sus aguas. Según Olcina, “el Mediterráneo es uno de los mares del mundo más contaminados por plásticos por metro cuadrado”. 

La vertiginosa ocupación del litoral por las urbanizaciones turísticas y puertos deportivos ha supuesto una artificialización importante del territorio, con el impacto para la propia dinámica natural de la costa, asegura el experto de la Universidad de Alicante. Según datos del PNUMA, la población total de los países mediterráneos creció de 276 millones en 1970 a 466 millones en 2010, y se prevé que alcance los 529 millones en 2025. Según WWF, más del 40 % de la costa se ha perdido bajo una capa de hormigón y al actual ritmo se alcanzará el 50 % en 2025. 

La actividad turística, uno de los motores económicos de la zona, es también una de las mayores amenazas. El reciente informe de la ONU destaca que es el destino número uno en el mundo con 360 millones de visitantes anuales, y unas agresiones que llegan en forma de “basura marina, ocupación de terreno costero, consumo de agua y generación de residuos”.

Un patrimonio natural en peligro

La naturaleza de la cuenca mediterránea es un patrimonio que está gravemente amenazado. Se trata de un punto caliente o hotspot de biodiversidad, ya que posee una cantidad elevada de especies endémicas expuestas a una situación delicada. Según la UICN, alrededor del 19 % de las especies evaluadas en su Lista Roja están en peligro de extinción. El reciente estudio de Naciones Unidas indica que sus aguas se han llenado con unas mil variedades exóticas de las que al menos cien son invasoras. Además, es el mar más esquilmado del mundo: la sobrepesca afecta al 78 % de las especies comerciales, de manera que no da tiempo a que sus poblaciones se repongan. 

La imagen de las calles inundadas de la localidad alicantina de Calpe se repite recurrentemente durante las gotas frías otoñales.GETTYI

Por demás, el Mediterráneo se enfrenta también a otros impactos que podrían ir en aumento en los próximos años, como la exploración y extracción de hidrocarburos o la minería marina. Así lo apunta el dosier Información ambiental en el Mediterráneo de la UICN y la Agencia EFE. España no es ajena evidentemente a las causas e impactos que afectan al Mare Nostrum. Lázaro señala que “la intensa urbanización del litoral costero lo hace especialmente vulnerable ante los eventos extremos e impactos del cambio climático”. Según Olcina, nuestro país se encuentra en una posición media: “Bien en cuanto a la reducción de la contaminación que llega al mar, pero mal por el impacto en la transformación intensa de la línea de costa”. El climatólogo de la UA detalla que entre el 80 % y el 90 % de los vertidos que se realizan desde la costa al mar están depurados, ya que se aplica la Directiva 91/271 de aguas residuales urbanas y seguirá mejorando la calidad de las aguas costeras. “Esto se ha notado desde 2000”, puntualiza. Otra cuestión son los vertidos de residuos plásticos. Aunque Olcina afirma que “no hay solución a corto plazo”, reconoce que la prohibición de uso de bolsas de ese material, procedente de otra directiva europea, se supone que mejorará lentamente la situación.

En cuanto a la ocupación de la línea de costa, la gestión doble es un problema en opinión del presidente de la Asociación Española de Geografía. La Administración central sigue controlando el Dominio Público Marítimo Terrestre (DPMT) y según la ley de costas vigente (2013) todas las ocupaciones existentes en DPMT tienen ampliada su concesión durante 75 años más, una “barbaridad” para Olcina.

Solo si se consigue un equilibrio entre el desarrollo turístico y la conservación del medio puede haber futuro

Por su parte, los responsables autonómicos, como los de Cataluña, la Comunidad Valenciana o Baleares, elaboran planes para la gestión sostenible del litoral en “la buena dirección, pero ya hay mucho terreno ocupado y transformado desde décadas anteriores, lo cual implica una gestión compleja”, apostilla el climatólogo alicantino. Más del 40 % del litoral sur español está urbanizado, según estimaciones de Greenpeace. En algunas provincias este porcentaje se eleva hasta el 75 % (Málaga), el 69 % (Barcelona), el 66 % (Valencia) o el 64 % (Alicante). En opinión de Lázaro, “en España todas las administraciones están haciendo esfuerzos, pero se necesita un mayor impulso e inversión económica en políticas que contribuyan a un verdadero desarrollo más sostenible de nuestra sociedad”. El mantenimiento de un equilibrio sostenible entre conservación natural y desarrollo humano es la única manera de garantizar el presente y el futuro del Mediterráneo.

Aunque se supone que la mayoría de vertidos que se hacen al mar están depurados, aún llegan demasiados residuos tóxicos.SHUTTERSTOCK

Para ello, los expertos señalan diversas medidas necesarias. En la lucha contra el cambio climático, la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero solo podrán conseguirse con mayores esfuerzos por parte de todos los países para evitar que la subida de temperatura supere el umbral de 1,5 ºC, que según el IPCC provocaría impactos sin precedentes. La aplicación eficaz de normativas medioambientales específicas, como la Directiva Hábitats de la Unión Europea (Red Natura 2000) o la Convención de la ONU de Diversidad Biológica, así como iniciativas concretas para el Mediterráneo, son un elemento clave. En este sentido, dieciséis países ribereños, entre ellos España, y la entonces Comunidad Económica Europea aprobaron en 1976 el Convenio de Barcelona. Sus impulsores se comprometieron a reducir la contaminación en la zona y a proteger y mejorar el entorno marino. En 2005 se creó la Estrategia Mediterránea para el Desarrollo Sostenible, que ha sido revisada en la decimonovena Conferencia de las Partes del Convenio de Barcelona celebrada en 2016. Con un periodo de vigencia hasta 2025, incluye un plan de implementación con prioridades y una lista de socios entre organizaciones internacionales, gobiernos regionales y sectores económicos. La UICN apunta la necesidad de mejorar la conexión de las cuencas hídricas con las zonas costeras para mantener y recuperar los servicios que nos proveen los ecosistemas costeros. En estos momentos es clave la restauración de los más degradados (sistemas dunares y de playas, humedales y praderas de fanerógamas).

Adoptar hábitos de consumo sostenibles es clave para salvar el Mare Nostrum

La consolidación de la red de áreas marina protegidas y las políticas de conectividad e infraestructuras verdes y azules son las bases para reducir la presión sobre los ecosistemas costeros y marinos y alcanzar una pesca más eficiente y sostenible. Las instituciones de investigación científica, así como las organizaciones conservacionistas y ecologistas, también ayudan a recuperar y defender el Mediterráneo. Como explica Lázaro, desde UICN impulsan medidas basadas en la naturaleza: “Una gestión eficaz de los sistemas naturales es mucho más barata a la hora de plantear soluciones ante los grandes cambios que se avecinan. Planteamos cómo usar los ecosistemas como infraestructuras verdes dentro de la planificación territorial y marina como posibles formas de luchar contra el aumento del nivel del mar, los desastres naturales, la inseguridad hídrica…”. 

Un gigantesco crucero estacionado en la Laguna de Venecia junto al Gran Canal. El impacto ambiental de estos barcos sobre las ciudades que visitan es devastador.SHUTTERSTOCK

La aportación de la ciudadanía también puede contribuir a su recuperación y conservación. Para empezar, asumiendo hábitos de consumo sostenibles, basados en las tres erres del ecologismo (reducir, reutilizar y reciclar). En este sentido, podemos llevar a cabo muchas medidas, como elegir alimentos respetuosos con el medio, evitar las especies en peligro, sustituir las bolsas de plástico por otras reutilizables, reducir el consumo de recursos básicos como el agua o la energía… Asimismo, podemos reclamar a los responsables institucionales que aprueben y hagan efectivas leyes para cuidar los recursos naturales. Porque entre todos podemos evitar que el Mediterráneo muera de éxito.

*Este artículo fue originalmente publicado en una edición impresa de Muy Interesante

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