En su primer libro de cuentos «Larga distancia», la periodista Tali Goldman construye un universo narrativo poblado de mujeres mayores, judías o cuñados que cortan la distancia a través de correos electrónicos, para dar espesor a un corpus de relatos que reposan en el humor y exploran la sensación colectiva de saberse parte de una comunidad y al mismo tiempo, de encontrarse en la más absoluta soledad.

¿Qué significa una vida mejor? ¿Tener la garantía de un futuro económico estable o estar cerca de los afectos, el idioma, los sabores propios? El relato que inaugura el primer libro de cuentos de Tali Goldman -una conversación telefónica entre una madre y su hija que vive en Israel- indaga en esa fina línea que contrapone miradas, y refleja la soledad porque a pesar de elegir, siempre se deja algo.

Un cuento sobre una correntina que ofrenda tortas de naranja, otro de dos hermanas distanciadas con un trasfondo vinculado a la elección sexual de una de ellas y un relato sobre una tía con discapacidad, son algunas de las voces y personajes que transitan en los siete cuentos que componen «Larga distancia», recién publicado por la editorial Concreto, un libro que tiende puentes con muchas de las perspectivas y temas que la autora trabaja en el terreno del periodismo: vejeces, feminismo, religiones y lazos solidarios y comunitarios.

Hay en estos relatos un tono que los condensa, como si fuera una conversación divertida y trágica a la vez; «Larga distancia» es la tesis de maestría de Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres de Febrero de Tali Goldman (Buenos Aires, 1987; licenciada en Ciencia Política y periodista hace una década) y durante el proceso de escritura uno de sus cuentos, «La doctora Venturini», resultó seleccionado en la Bienal de Arte Joven del año 2019.

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El reconocimiento de ese relato, que forma parte de la antología «Divino tesoro» (Mardulce), fue «el germen de transformar esa tesis en un libro -dice la autora en entrevista con Télam-. Ahí vino el otro proceso de edición con las editoras de Concreto. Así que este libro tiene la particularidad de estar muy trabajado y leído por docentes, por mi tutor de tesis, por compañerxs, y por las editoras del libro. Creo que esa fue la clave: las lecturas de lxs otros.»

-T: Martín Kohan reseña que esta «Larga distancia» es «una que interfiere en el núcleo mismo de los afectos y los vínculos» y efectivamente en este libro aparece la huella de la red, la familia, la vecindad ¿cómo se articuló esa idea?
-T.G: En realidad fue al revés. No pensé en un articulador sino que fue sucediendo casi de manera natural y sin darme cuenta todos los cuentos tuvieron este eje de alguna forma diferente. Tenía en claro que quería escribir cuentos cuyas protagonistas fueran mujeres mayores-viejas, para andar sin eufemismos- y judías. Ese fue el disparador. Y durante el proceso de escritura fueron apareciendo los personajes, los vínculos entre ellxs, las voces.

Y me fui dando cuenta casi al final que había un núcleo que era la distancia entendida de diferentes maneras. Distancias reales físicas, distancias afectivas, distancias personales, distancias con el propio cuerpo, distancias de clase social…Es un libro que habla de las relaciones y sobre todo de la soledad. La larga distancia para mi tiene que ver con la soledad.

-T: Otro tema transversal del libro es el sentirse parte de una colectividad diversa, con muchas formas de pertenencia ¿qué te interesaba indagar?
-T.G: Creo que todxs escribimos sobre lo que conocemos. Y yo si hay algo que conozco es sobre la colectividad judía. Mi papá es rabino, mi mamá es profesora de educación judía, entonces diría que es parte de mi ADN. En ese sentido me fue natural relacionar ciertos personajes, ciertas actitudes, modos de hablar, registros. Pero sobre todo me parece que hay una universalidad cuando se habla de la «comunidad». Todes pertenecemos a alguna comunidad que puede ser religiosa, cultural, ideológica, afectiva. En ese sentido me interesaba hablar de algo tan universal como lo es la identidad y la pertenencia. No somos sujetos aisladxs sino parte de un colectivo y quería repensar esas pertenencias en relación con las propias individualidades y subjetividades.

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-T: Y justamente en esas individualidades se manifiesta un modo afectivo de entender la diferencia ¿cómo se fue dando esta irrupción del contrapunto sutil, no agresivo, en los relatos?
-T.G: No pensé los cuentos en torno a los ejes temáticos sino a los personajes y sus voces. Yo partía en los relatos pensando en quienes quería que fueran las protagonistas, qué vínculos tenían y cómo iban a hablar. Para mí el trabajo en estos relatos tiene que ver sin duda con la voz. Entonces en ese sentido los contrapuntos entre los personajes tienen que ver con las particularidades de cada una y justamente quería pensar en personajes que no fueran complacientes. Es decir, cada personaje de cada cuento tiene su lado oscuro. No hay personajes «adorables» y por eso creo que se logran esos contrapuntos.

-T: Estos cuentos transitan con un ritmo persistente de humor y ironía, un tono fresco como si fuera una conversación ¿fue parte de una búsqueda para estos relatos o tiene más que ver con un modo más propio de narrar?
-T.G: Fue una decisión y una búsqueda ese registro de pensar en los cuentos desde los personajes y cómo hablan más que con las tramas. Está enlazado sin dudas con mis lecturas: Manuel Puig, Hebe Uhart, Aurora Venturini, por citar a tres pero podría decir muchos más. Estoy convencida de que la herramienta indispensable para escribir bien es, más que escribir mucho, leer mucho. Y en ese sentido este libro es el producto de mis lecturas. Por otro lado también creo que son cuentos trágicos que solo se pueden transitar a través del humor, entonces sí hubo una decisión ética y estética de ir por ahí.

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-T: En este libro aparecen sujetos y temas que se vinculan con tu trabajo periodístico como las personas mayores, la autonomía, la sexualidad y la religión ¿qué bordes te permitió explorar un cuento a diferencia del trabajo con la realidad?
-T.G: Creo que ineludiblemente hay porciones de mi en todos lados. Y creo que uso la «ficción» y la realidad en ambas esferas. «Ficción» en el mejor de los sentidos, en la narrativa y en los recursos literarios al servicio del periodismo. Por eso también debo decir que construyo mis relatos de ficción a partir de ciertos elementos de la realidad. Pero por supuesto que la ficción me permite otras cosas muy interesantes que no encuentro en el periodismo. Hay algo mucho más lúdico e ilimitado. No tengo que atenerme lo que me dice un entrevistado, a una fuente, a un expediente. Es mi imaginación y punto. Pero sí el oficio de periodista me entrenó en la mirada y en la escucha y creo que esa es la clave de mi incipiente camino en la literatura. Construyo mis cuentos desde lo que veo y escucho.

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