Luego de que el coronavirus dejara en evidencia la precariedad de los trabajadores del sector cultural y tuviera impacto en las finanzas de las instituciones, los museos pospandemia -además de implementar el uso obligatorio de mascarillas o alcohol en gel- podrían reformular sus programas educativos en vínculo con las escuelas cercanas, ya que las clases deberán ser más pequeñas y si hay algo que la mayoría de los museos puede aportar es, justamente, espacio.

Estas son algunas de las conclusiones surgidas del debate «Estrategias institucionales de cara a la postpandemia», realizado vía zoom, con la presencia de Ferran Barenblit (director del Macba de Barcelona), Diego Sileo (curador del espacio PAC de Milán), Alberto Vial (responsable de la política internacional del Museo Louvre de París) y la moderación de Andrés Duprat, director del Museo Nacional de Bellas Artes.

«Los museos pospandemia nunca volverán a la normalidad porque la normalidad era el problema: las dinámicas que han tomado tanto el mundo en general como la cultura en particular y en especial los museos, de mimetizar modelos de experiencia neoliberal, son la base del problema», disparó el argentino Ferrán Barenblit, al frente del Macba de Barcelona, durante la tercera charla del ciclo «Administrar la incertidumbre», que organizan en conjunto el Bellas Artes, Malba, Fundación Proa y el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.

Con una gran concurrencia virtual, cuatro representantes de espacios con características y presupuestos bien disímiles reflexionaron sobre las perspectivas de uno de los sectores más golpeados por la pandemia y las reformulaciones necesarias para continuar: desde la necesidad de transformar todo lo que era papel (como los programas de mano) hasta la posibilidad de llevar tu propia silla al museo cuando haya un ciclo de videoarte, por la imposibilidad de higienizarlas permanentemente.

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«El mayor efecto se verá en todo lo que implica contacto entre personas, como los programas públicos y educativos, que deberán ser repensados en todos sus formatos. Estamos buscando la respuesta para cada situación pero lo epidemiológico no debe condicionar nuestra forma de dialogar con el conocimiento», advirtió el director del Macba, el único de estos museos que reabrió la semana pasada, con todas las medidas sanitarias enumeradas.

Para Barenblit, «el programa educativo no es una fábrica de hacer visitas, sino la voluntad de un verdadero impacto en el público en la forma de percibir el museo, Por ejemplo, con las escuelas más cercanas, las clases van a necesitar más espacio porque deberán ser más pequeñas en cantidad de alumnos, y si hay algo que podemos aportar nosotros es justamente espacio, lo que puede ser muy útil», ejemplificó.

El Louvre reabrirá al público el próximo 6 de julio, luego de cuatro meses y en salas como la de La Gioconda -la más visitada- habrá marcas en el suelo para mantener la distancia obligatoria: «Desde la Segunda Guerra Mundial no se había vivido algo similar de tener que cerrar. Fue un cataclismo. Pasamos de ser el museo más visitado del mundo al más vacío del mundo», dijo Alberto Vial, responsable de la política internacional del museo parisino.

«El 2 por ciento de los 10.000 trabajadores que tiene el museo debió quedarse para la seguridad y el mantenimiento de las obras», agregó.

Además, el confinamiento comenzó cuando el Louvre estaba en pleno proceso de mudanza de sus reservas a otro sitio al norte de Francia, que debió suspenderse: «Lo que el público visita es el diez por ciento de la colección. El 90 por ciento está en reserva, que aún se encuentra en zonas inundables por las posibles crecidas del Sena, y fue un riesgo no poder continuar con la mudanza», relató este doctor en Filosofía nacido en Chile, que es además el consejero diplomático del Louvre.

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«Si bien las visitas virtuales online ya existían, hubo un trabajo de puesta en valor para difundirlas y así, el sitio web del Louvre recibió diez millones de visitas en una semana, cuando suele recibir esa cantidad usualmente en un año. El confinamiento animó a la gente a hacer visitas virtuales», destacó Vial.

De todos modos -aclaró- «nunca reemplazarán a las visitas reales. Justo antes del confinamiento cerró la exposición de Leonardo da Vinci que fue récord absoluto de visitantes en la historia del museo. Nunca antes habíamos tenido tanto público y nunca antes las obras de arte habían sido tan accesibles para todo el mundo con tan solo un click en el teléfono».

El Pabellón de Arte Contemporáneo (PAC) de Milán se encuentra en Lombardía, una de las regiones del mundo más afectadas por la pandemia: «Fue una verdadera pesadilla, el impacto fue devastador. No es fácil en este clima empezar de nuevo como si no hubiera pasado nada», inició su ponencia Diego Sileo, curador del espacio que el próximo 2 de julio se convertirá en la última institución de Milán en reabrir.

«El pabellón de arte contemporáneo de Milán no posee colección permanente. Cada vez exposición es como empezar de cero, tenemos que atraer a la gente por una razón. Tenemos que volver a una actividad en vivo, en presencia de nuestros visitantes. Como todos, acentuamos el contenido digital, que es importante y poderoso en difusión, pero no puede ser un sustituto del contenido real. Y atención a los número de lo digital: puede darnos la ilusión de estar haciendo algo que no es real», advirtió el historiador de arte milanés.

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«Leí que la gente será mejor después de esta pandemia. No lo creo. Seremos más frágiles y quizás más conscientes de que todo puede desaparecer en cualquier momento. Seguimos viviendo en un mundo horrible, de violencia, racismo e indiferencia por lo que debemos apoyar a los artistas. Los museos deben volver a tener un papel importante en la sociedad», destacó el curador del PAC.

Para Sileo, «esta pandemia descubrió el aspecto más frágil del sector: la precariedad. En Italia, más de la mitad de los trabajadores del arte y los artistas no están protegidos por las instituciones. Varios museos en el mundo han congelado los contratos con los free-lance de áreas didácticas. Ese es el problema más grande en nuestro ámbito y el que más me preocupa».

Para Barenblit, «el impacto en las finanzas es preocupante. Pero es ingenuo pensar en un museo sin tener en cuenta aquello que su comunidad quiere que sea. Es momento en que el trabajo de los artistas se vuelva más importante que nunca y los museos tienen que estar a la altura de las expectativas. Convertir el espacio de desconsuelo en un lugar político. Espero que los gobiernos de todo el mundo se den cuenta de que este es el momento de los museos».

«Siendo muy pragmático, la baja en el presupuesto va a afectar nuestra política de exposiciones en el extranjero y vamos a tener que privilegiar las muestras más remuneradoras para el Louvre. Calculamos que el público será el 30% del habitual, ya que la mayoría son turistas y eso va a regular naturalmente el flujo de visitantes. En dos o tres años volveremos a los números anteriores a la pandemia», estimó.

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