En Argentina hay pocos jardines maternales públicos y gratuitos. No existe una ley que obligue al Estado a garantizar el cuidado de los niños de entre 45 días y cuatro años, por lo que los jardines del estado escasean. Para salir a trabajar, madres y padres deben recurrir a guarderías privadas –donde las cuotas más baratas arrancan de los 100 mil pesos–, o contar con un familiar para que cuide a los chicos. Es sobre esta carencia que desde los ‘80 y ‘90, en los barrios, grupos de vecinos fueron creando jardines comunitarios. De manera más reciente se sumaron Espacios de Primera Infancia para niños de sectores vulnerables –estos sí son del Estado, y fueron abiertos por recomendación de los organismos internacionales–. Entre la provincia y la Ciudad de Buenos Aires hoy existen 600 de estos lugares, a los que concurren unos 100 mil niños, hijos en su mayor parte de la clase media baja y de trabajadores informales. El principal sostén de esos espacios es el Plan Nacional de Primera Infancia, programa del Ministerio de Desarrollo Social (hoy Capital Humano), financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo. Pero ahora, sin explicaciones y de un plumazo, el ministerio de Capital Humano dejó de ejecutar ese Plan. Los Jardines comunitarios y Espacios de Primera Infancia están en peligro.

La ministra Sandra Pettovello tampoco les envía alimentos desde diciembre. Para poder dar el desayuno, el almuerzo o la merienda a los nenes, en algunos jardines apelan a pedirle a las familias una cuota social; otros buscan donaciones, o van al Mercado Central por las verduras de descarte, o hacen rifas.

«Estamos en estado de alerta, con mucha preocupación y angustia», cuenta Natalia Zarza, de El amanecer de les pibes, espacio de cuidado para los hijos de cartoneros del Movimiento de Trabajadores Excluidos, en Villa Fiorito.

Señala que lo más urgente es la falta de alimentos:

–Así como el ministerio no manda a los comedores comunitarios, tampoco a nuestros espacios, donde les pibes desayunan y almuerzan, o toman la merienda y cenan. Somos espacios primordiales, ya que nosotros no cerramos nunca y hoy menos porque las familias tienen que salir a laburar sí o sí, a cartonear, a changuear o a trabajar en la textil, a ganarse el mango como sea; no se pueden tomar vacaciones. Además de que dejaron de mandarnos alimentos, todos los meses están dando de baja los Potenciar Infancia, que son parte del salario de las cuidadoras. Es desesperante cómo pasan los días y no se inicia una mesa de diálogo con el ministerio. Pasó diciembre, pasó enero, pasó febrero y llegamos a marzo sin haber abierto un diálogo por el que una pueda decir “esto va a aflojar” o “ya se abrió algún canal”.

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–¿Qué les dicen en Capital Humano?

–El argumento es que no quieren intermediarios -dice la entrevistada. Y añade, por si hiciera falta: “nosotros no hacemos intermediación, somos espacios de cuidado de pibes y jardines comunitarios”.

Fondos del BID  

El Plan Nacional de Primera Infancia se financia, en parte, con fondos del Banco Interamericano de Desarrollo. Esto es así porque ese organismo internacional, insospechado de mantener simpatía con las ideas comunistas que combate el presidente Milei, recomienda que los Estados garanticen cuidados para la primera infancia, no sólo por razones de índole humanitaria sino también por motivos económicos.

Veamos qué argumentó el BID al firmar el convenio con la Argentina para financiar el Plan Nacional de Primera Infancia: “Promover el desarrollo infantil es imperativo desde una óptica de derechos y también una de las intervenciones sociales más costo-efectivas. En la primera infancia —desde el periodo gestacional hasta los 5 años— se desarrollan con más facilidad las habilidades físicas, de comunicación, cognitivas y socioemocionales que, entre otros beneficios, redundan en mayores niveles de aprendizaje escolar y de ingresos en la adultez”.

El financiamiento del BID no fue otorgado como un subsidio, sino que es crédito que el Estado tiene que devolver. Aunque el gobierno no ejecute sus fondos, como está haciendo, deberá pagar el crédito, con sus intereses. Por eso el “ahorro” que alega la administración de Milei cuando pone por encima de cualquier otro objetivo la baja del déficit no es tal. Ni hablar de la consecuencias de dejar a miles de niños sin un espacio de cuidado, de los que además depende su alimentación, lo que parece importarle bien poco.

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Natalia Peluso, secretaria de Educación del Movimiento Evita, indicó que el convenio con el BID está vigente hasta 2027. “Bajo este convenio hay de todo: jardines de organizaciones vecinales y de movimientos sociales, de los curas villeros, salas maternales, jardines municipales”, detalló.

Peluso habló además de un segundo mecanismo de ahogo a los jardines comunitarios y EPIs, el ajuste del Potenciar Trabajo. Hay 12 mil trabajadoras de jardines y espacios de cuidado, muchas perciben un Potenciar pero no tienen garantizada su continuidad. “El monto del Potenciar es de apenas 70 mil pesos, lo que en sí mismo es un problema. Por otro lado, una parte de las cuidadoras –no todas– conquistaron durante la pandemia el Nexo, un complemento que lleva sus ingresos a un salario mínimo”. En estos días con el Potenciar todo es incertidumbre: Capital Humano podó el Potenciar, dando de baja a 50 mil beneficiarios, y anunció además su reemplazo por dos nuevos programas. Las trabajadoras de los jardines, que cobraban un Potenciar Infancia, no tienen asegurada su continuidad.

«Nos cortaron todo»

Marcela Carrizo es coordinadora de un jardín comunitario de más de 33 años, Luna de Cristal, en La Matanza. “Tenemos 170 nenes en el jardín, de todas las franjas sociales, porque viene desde el hijo de un cartonero hasta el hijo de un médico, a nosotros nos eligen por la calidad humana”, indica. En Luna de Cristal trabajan 30 personas, entre las integrantes del equipo de psicología, maestras, encargadas de la limpieza y cocineras.

“Hoy en día para cocinar estamos con una reserva que nos quedó de enero. Nosotras hicimos capacitaciones y preparamos un menú nutritivo y balanceado. Durante la semana incluimos legumbres, pollo, higado, vegetales… los chicos toman sopa, una comida que en las casas ya nadie hace, pero que en el jardín sí, y los chicos la toman”.

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La entrevistada detallo que los alimentos se compraban -en parte- con becas que Desarrollo Social (hoy Capital Humano) les mandaba por niño, pero eso «está cortado”. También recibían con un envío de productos secos, una vez por mes, que dejó de llegarles.

“Hoy en día nos han cortado hasta el diálogo, porque a las personas que trabajaban en el ministerio las están dejando sin trabajo. Los despidieron injustamente: no todo el que trabaja en el Estado es ñoqui ni todo lo que hace el Estado es malo. Pero el gobierno parece querer barrerlo todo, y en ese barrer todo, se está llevando puestas a maestras que trabajan todos los días y que hacen algo por los niños. Le estamos pidiendo a los nuevos responsables de Desarrollo Social que vengan, que recorran. Que auditen todo lo que quieran, pero que nos conozcan”.

Carrizo también habla del problema de los Potenciar: “Si nos sacan los Potenciar infancia nosotros tenemos que cerrar las instituciones, porque nos quedaríamos sin quien cuide a los chicos. Y si no actualizan los montos (del Potenciar) también, porque ¿quién vive con 70 mil pesos al mes?”

El miércoles, las trabajadoras de jardines y Espacios de Primera Infancia hicieron una convocatoria frente al ministerio Capital Humano, donde juntaron firmas. La movida fue grande y consiguieron que el secretario de Desarrollo Social, Pablo de la Torre, las atendiera. De la Torre se comprometió a que la Secretaría escuche las demandas del sector y les pasó el teléfono de la funcionara que está cargo del Potenciar Infancia, Ana Marmora, derivándolas a esa área. Desde entonces las coordinadoras de los jardines y espacios de cuidado la están llamando, aunque al cierre de esta nota la funcionaria no había contestado sus mensajes.

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