El ministro del Interior, Guillermo Francos, comenzó el día afirmando que «no hay una pelea» con los gobernadores tras la caída del proyecto de ley ómnibus. Luego, el vocero Manuel Adorni dijo durante su conferencia de prensa que no tenía ningún cambio de gabinete «que pueda informar». Sin embargo, desde la lejana y antigua ciudad de Roma, Javier Mieli concretó lo que por lo bajo se comentaba en los pasillos de la Rosada y era el despido de aquellos funcionarios vinculado a gobernadores que ahora los llama «traidores». En un comunicado, la Casa Rosada informó que Milei les pidió la renuncia a la secretaria de Minería, Flavia Royón, que responde al gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, y al titular de la Anses, Osvaldo Giordano, vinculado con el gobernador cordobés, Martín Llaryora. La purga había comenzado.

La versión oficial del pedido de renuncia dice que ante «la crisis económica heredada y el momento histórico actual», el gobierno requiere de «funcionarios públicos comprometidos con la modernización, simplificación y desburocratización del Estado». Frágiles argumentos con lo que se pretendía ocultar la canalización de la furia presidencial tras el fracaso parlamentario. Milei acusó de traidores a los diputados que votaron en contra y a los gobernadores supuestamente «aliados». Entre ellos están el salteño Sáenz y, sobre todo, el cordobés Llaryora. A Giordano lo apuntaron además por no haber «influido» en la votación de su esposa, la diputada Alejandra Torres.

A modo de preámbulo del anuncio de los despidos, Milei publicó en su cuenta de X un largo posteo donde anunciaba un supuesto «cambio de reglas». Pero en realidad fue una nueva diatriba contra lo que denomina «casta» política a la que agrega una serie de insultos y, como repetía en la campaña electoral, se otorga para sí la condición de elegido de la sociedad argentina.

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«No vinimos acá a seguir jugando el mismo juego empobrecedor de los políticos de siempre», dice el escrito que luego advierte que «no vinimos acá a hacer pactos espurios en contra de los intereses de los argentinos. Y no vamos a ser cómplices del juego de los mismos parásitos de siempre que viven a costa de los argentinos».

Desde Israel y ahora desde Italia, donde Milei está de gira, llegaba la información de que al Presidente ya se le había pasado el enojo por la caída del proyecto de ley ómnibus. Los tuits, retuits y los laikeos que hacía el Presidente no parecía confirmar esas versiones calma que dejaba trascender la comitiva.

En su escrito, Milei desparramó toda su bronca. Primero dijo que en el proyecto «está reflejado nuestro proyecto de país». Puede ser cierto, un país donde desaparecían todos los derechos y protecciones del Estado para con sus ciudadanos. De todas formas, Milei afirmaba que era una iniciativa para «un país libre, donde los ciudadanos puedan vivir su vida sin depender de un burócrata que pide una coima para liberar una importación. El gobierno no necesita la ley. Los argentinos la necesitan».

Según Milei tiene diseñado un programa económico con el que pretende «exterminar» la inflación sin tener que recurrir al Congreso». Luego y renovando su pelea con los gobernadores dijo que «no vamos a ser cómplices de los negocios de algunos con la industria pesquera, con el Señor del tabaco, con las empresas petroleras o con cualquiera de los otros intereses especiales que hacen lobby y ‘persuaden’ políticos para defender sus intereses».

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Luego repitió aquello de que la dirigencia política debe elegir entre «ser parte del cambio o querían seguir manteniendo sus privilegios», y les advirtió que «si no acompañaban los cambios, los íbamos a exponer frente a la sociedad para que sus negociados, privilegios y corrupción quedaran expuestos. Y eso es lo que vamos a hacer».

Los despidos de Giordano y Royón parecen ser parte de una primera tanda de la retaliación que Milei busca practicar tras el fracaso parlamentario. La violenta reacción confirma que los sucedido en Diputados es algo difícil de digerir. Ahora habrá que ver si la purga continúa. En la Rosada se hablaba de que la lista de futuros caídos también incluía a los también cordobeses Franco Mogetta (secretario de Transporte) y el titular del Banco Nación, Daniel Tilliard.

La otra disputa que se abre a partir de estos despidos es por las sucesiones. El macrismo ya comenzó a ofrecer nombres para estos puestos. Según trascendió, Patricia Bullrich pugna por colar al sanjuanino Mario Capello, un radical que fue diputado nacional, funcionario del gobierno de Macri y vinculado a la Cámara de Servicios Mineros. En tanto, Macri quiere a María Eugenia Vidal o a Carolina Stanley para el Anses. Un cargo que la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, aspira a poner alguien de su confianza.

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