Marcelo Couceiro es un exfutbolista de 47 años surgido en Estudiantes y que se retiró en 2008 en Colegiales después de lograr el ascenso a Primera B. Tras varios años de haber desaparecido del radar del fútbol, el hombre salió a contar su historia.

El 7 de diciembre de 2019, la Policía lo detuvo por participar de una entradera. Profesional durante muchos años, con buenas actuaciones en Nueva Chicago, en Almagro, en Los Andes y en el Pincha, fue condenado a cinco años de prisión por varios hechos delictivos. Salió en libertad el pasado 18 de abril y hoy, cuando intenta reinsertarse en un mundo que cambió por completo durante su reclusión, pide perdón y agradece a quienes lo ayudaron, entre ellos a Héctor «Negro» Enrique.

BUENOS AÑOS DE FÚTBOL JUNTO A GRANDES JUGADORES

«Pasé por Nueva Chicago, por Estudiantes, jugué en el Almagro en el que Diego Maradona dio una mano porque llamó al presidente para que el Tata Brown y el Negro Enrique fueran a dirigir después de una tremenda racha de Mario Husillos, que nos dirigió diez fechas y no pudimos ganar. Entonces llegan el Tata y Enrique e hicimos una campaña extraordinaria y terminamos terceros ganándole a Racing 4 a 0, por ejemplo, y con grandes partidos ante los grandes», le comentó Couceiro a Radio La Red en una entrevista.

Pero tras aquellos tiempos, llegaría un momento que prefiere no recordar de su vida: «En el año 2017 decido salir a robar. Antes me habían pasado muchas cosas como el fallecimiento de mi papá, me separé de mi pareja, pasé a vivir en un hotel, me chocó un camión la camioneta con la que trabajaba en un frigorífico en Mataderos. Yo antes no había robado ni un caramelo y es el día de hoy que no entiendo lo que hice», relató.

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DELINCUENCIA Y DEPRESIÓN

«Me había agarrado una depresión bastante grande, estaba tirado en la cama y no me podía levantar. Me tapaba con el acolchado y no quería nada, no tenía ánimo ni para comer o bañarme, por ejemplo. Creo que el que no pasó por eso no sabe lo que es. Nunca me faltó para comer, pero tenía lo mínimo», destacó el exfutbolista de Estudiantes.

«Lo decidí yo, no voy a responsabilizar a nadie. Yo fui solo con un auto, hice una serie de robos a unos comercios hasta que me detienen, pero de todo esto estoy totalmente arrepentido y le quiero pedir perdón a toda la gente a la que le hice daño», agregó Couceiro.

LA VIDA ADENTRO DE LA CÁRCEL

«El día que me detienen fue en una calle en Mataderos después de cometer tres robos a tres comercios. Me encerraron los de la comisaría 42 y ahí empezó el calvario. Primero fui a Tribunales, estaba en un lugar muy feo, en un subsuelo al que se le dice ‘leonera’. Es para unas diez personas y a veces había 30. Dormís en el piso o donde podés, donde hay un lugarcito o a veces ni dormís. Ahí te tienen una semanita hasta que te trasladan a un penal. Yo nunca había entrado a una cárcel, ni siquiera a una comisaría», comentaba Marcelo, quién dijo haberse cruzado en el penal de Ezeiza con presos que venían de la política como Ricardo Jaime, José López, Lázaro Báez, entre otros.

«Gracias a Dios nunca me pasó nada, pero vi cosas muy pesadas. Había internos de la contra de los equipos donde yo jugué, pero no me pasó nada, incluso no entendían por qué yo estaba ahí y me preguntaban. Yo les explicaba, incluso sin entender, por qué hice lo que hice. Yo siempre supe que no iba a hacer daño. Quiero pedirle perdón a la gente a la que le robé, pero yo no les hice daño, yo sabía que no les iba a hacer daño porque salía con un arma sin balas», agregó.

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ENCONTRÓ LA LIBERTAD Y AHORA BUSCA TRABAJO

«Le tengo que agradecer mucho a un exjugador de Chicago que se recibió de abogado penalista y me dio una mano porque se ofreció a agarrar mi caso porque yo tenia un abogado del Estado porque no podía pagar uno privado. Se ofreció cuando yo casi estaba cumpliendo cinco años y pude salir tres meses antes, el 18 de abril pasado, y fue increíble. Me llaman a la mañana y ya estaba todo hecho», dice.

Y continúa: «Yo estaba tomando unos mates con mis compañeros de celda, me agarra el jefe de judiciales, el que te notifica de cualquier cosa que pase, y yo no entendía. Entonces me llama, me pide nombre y apellido, se lo digo aunque me conocían todos, me da una hoja, una lapicera, y me pide que escriba lo que me va a dictar y dice: ‘Al señor jefe del penal, lo saludo muy atentamente, pidiéndole los pasajes para Buenos Aires’, porque después de Marcos Paz estuve en La Pampa y después en Mendoza, donde me dieron la libertad. Bueno, me estaba dictando eso y cuando me dijo así lo miro y le digo ‘¡la libertad!’. Él me dice ‘siga escribiendo’ y nada, yo estaba escribiendo mi salida. Entonces me dice: ‘Couceiro, a las 12 te vengo a buscar. No nos rompas los huevos antes’. Y a las 12 me vino a buscar, firmamos unos papeles y ahí salí, tres meses antes de cumplir los cincos años».

«Con los papeles de la libertad fui a la terminal y saqué los pasajes para volver a Buenos Aires. A la primera persona que llamé cuando me dieron la libertad fue a mi hijo. En realidad, lo quise llamar cuando me bajé en Liniers y buscaba un teléfono público pero me dijeron que ya no había, que no existían más. Yo no entendía nada. No tenía celular».

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«Quiero decir que la semana que viene ya arrancaré a trabajar. Quiero agradecer a una empresa de productos químicos que me da una gran oportunidad. Me ayudó el Negro Enrique, hemos ido a la cancha juntos el otro día cuando Chicago ganó 4 a 0. Él conoce a mucha gente, yo siempre pedí trabajo y bueno, conseguí laburo», cerró el exfutbolista.

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