Lo decidido por la Corte pone en evidencia aquello que se sabe hace rato. Hay un bloque mediático-político-judicial empeñado en limar el gobierno de Alberto Fernández y con el que no hay diálogo ni negociación posible. La alternativa pasa por lo económico.

Si Rodríguez Larreta decidió presentarse ante la Corte Suprema era porque estaba seguro de que el fallo le sería favorable. De no contar con eso, la jugada hubiera implicado un enorme y poco deseado riesgo. Se movió bajo seguro, tenía todos los números del sorteo. El problema no es el fallo en sí, sino que confirma que eso de que la Justicia se acomoda al poder de turno no siempre se cumple O, para plantearlo de otra manera, es la forma de volver patente algo que ya se sabía: que el poder pasa por carriles que no suelen ser los de las instituciones, aunque se valgan de ellas. Y es mostrarle al gobierno de que camina por territorios ajenos, que son los que fijan las reglas. Para eso sirve la judialización de la política. Es la mejor forma de cancelarla. Lo que debiera negociarse entre los partidos o en el Congreso se decide en Tribunales. Este no es el único caso: de la liberación, con argumentos absurdos, de femicidas y pedófilos hasta el traslado de las causas de espionaje ilegal a Comodoro Py, además de los fallos favorables a Vicentin y el acuerdo judicial a los aumentos de Internet, telefonía móvil y cable decididos por el Grupo Clarín.

La escena está armada con toda la crudeza posible: formadores de precios que siguen fogoneando la inflación, lobby por Pfizer y ahora contra la liberación de las vacunas, presiones sobre el dólar, llamado abierto del periodismo a votar por Juntos por el Cambio, una justicia que juega mayoritariamente en contra del gobierno, una oposición que se calzó los guantes. A todo esto hay que sumarle la pandemia.

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La cosa pinta complicada. La primera respuesta fue el acto de Ensenada con la plana mayor del Frente de Todos. El orador principal fue esta vez Alberto Fernández , a diferencia de otros encuentros donde el uso de la palabra fue compartido. El mensaje es obvio: todos detrás del Presidente, apoyo absoluto a las políticas gubernamentales. Se sabe que puertas adentro no todo es pacífico –lo cual no deja de ser lógico dentro de una coalición. Por ahora, es una declaración de principios –y en algún sentido de guerra, como los tramos en que el presidente habló de la justicia-, habrá que ver si es un punto de partida para pararse de manera más clara ante los poderes reales, sobre todo en el terreno económico. Porque el proceso de reforma judicial, si se consigue aprobarlo en el Congreso, implica un largo proceso de cambio, contra los medios nada puede hacerse, salvo prestarle menos atención. Lo concreto y factible de llevar a la práctica pasa por temas como la estatización de la hidrovía, por una reformulación del sistema impositivo y por medidas que apunten a una redistribución del ingreso. Aunque ese fueron los motivos por los cuales se votó al Frente de Todos, no se ven muchas medidas que vayan en ese sentido.

Ante las posturas de los poderes reales, que han desatado una guerra impiadosa, incansable y muy inescrupulosa (incluida la difusión de obvias fake news en los medios, para no hablar de lo que pasa en las redes), el gobierno se está moviendo en un posibilismo que corre el riesgo de transformarse en parálisis y que lleva más a la ampliación de la población que vive del asistencialismo que a plantear esquemas de recuperación del valor adquisitivo de salarios y jubilaciones.

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Hay una lección en el fallo de la Corte Suprema. No se puede contar con nadie que no sea de las propias filas. El diálogo es una entelequia. Cuando la derecha arremete no hay jurisprudencia, Constitución, ni límite que se respete. Está en juego el poder, lo que implica decidir a quién benefician las políticas que se decidan. Es de desear que lo de Ensenada ponga en claro que no se puede hablar con todos, que el equilibrio es una forma de la resignación y que se corran los riesgos que valga la pena correr, incluso un fracaso electoral que, llegado el caso, sucederá por las buenas razones.

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