El físico tenía sus motivos para hacerlo. Su madre se encontraba todavía en Alemania y aunque los nazis accedían a dejarla salir, pedían 250 dólares si, además, quería llevarse sus muebles. Bethe destinó la mitad del premio para ello. Sólo después permitió que se publicara su artículo, con el que ganó el premio Nobel en 1967. Claro que esta historia no estaría completa si no mencionáramos su polémica. Ese mismo año el alemán Carl Friedrich von Weizsäcker resolvió el ciclo del carbono de manera independiente. Como recuerdan con cierto disgusto los físicos alemanes, el artículo de Bethe llegó a la redacción de Physical Review el 7 de septiembre, mientras que el de Weizsäcker hizo lo propio a la de Zeitschrift für Physik el 11 de julio, luego, en puridad, fue Weizsäcker el primero en descubrirlo. Cierto es que Bethe y su colaborador Charles Critchfield habían enviado el 23 de junio un trabajo que contenía la parte más importante de su trabajo. Con todo, el Nobel no tenía que haber sido exclusivamente para Bethe, sino compartido con Weizsäcker.

Hans Albrecht Bethe nació el 2 de julio de 1906 en Estrasburgo, entonces perteneciente a Alemania. Hijo de un profesor de fisiología, fue un niño sensible que escapaba de la soledad gracias a los cuentos de hadas y los números. Su amor por estos últimos se convirtió en pasión, hasta tal punto que memorizaba de manera compulsiva horarios de trenes y listas de embarque. Durante su adolescencia se debatió entre las matemáticas y la física hasta que finalmente se olvidó de las primeras porque “parecían demostrar cosas que eran obvias”. No debe sorprendernos: la habilidad matemática de Bethe es legendaria. De él se cuenta que trabajaba durante horas sentado en una mesa, con un montón de páginas en blanco a un lado y un montón de folios terminados al otro, mientras llenaba una hoja de cálculos con infinita tranquilidad, sin hacer ninguna corrección. Cuando un día su amigo Victor Weisskopf le preguntó cuánto tardaría en hacer ciertos cálculos, Bethe le contestó:

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― Tardaría tres días, pero ¡a ti te costaría tres semanas!

Según confesó Weisskopf, efectivamente le costó tres semanas.

En 1928 obtuvo su doctorado en física teórica bajo la dirección de Arnold Sommerfeld y tras pasar por las universidades de Frankfurt y Stuttgart, acabó de Privatdozent de la Universidad de Munich a la edad de 24 años. Mientras, en Alemania el ambiente antisemita se iba haciendo cada vez más agobiante. A Einstein se le recomendó, por su propia seguridad, que no hiciera apariciones públicas; Sommerfeld rompió una pizarra en clase al descubrir que alguien había escrito “¡Malditos judíos!” en ella, y Bethe se encontró dando clases a alumnos que portaban esvásticas. Con la llegada de Hitler al poder se promulgó una ley por la que se prohibía desempeñar cargos públicos a judíos y a hijos o nietos de judíos. Bethe no se consideraba tal, pero su madre lo era y perdió su empleo. Como muchos otros, dejó su país, marchó a Inglaterra y finalmente recaló en Estados Unidos, más concretamente en Cornell, en febrero de 1935. 

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