En la investigación, el equipo realizó experimentos de laboratorio que demostraban la posibilidad de que algunos cocolitóforos podían sobrevivir sin luz. De esta circunstancia se deduce que estos organismos deben tener otra forma de producir energía y de obtener el carbono que necesita para fabricar sus nutrientes.

“Hemos estado estancados en el paradigma de que las algas son únicamente organismos fotosintéticos, y durante mucho tiempo se ha ignorado su capacidad para alimentarse”, afirma Jelena Godrijan, primera autora del artículo y parte del equipo del Laboratorio Bigelow de Ciencias Oceánicas. “Lograr que los cocolitóforos crezcan y sobrevivan en la oscuridad me parece sorprendente, especialmente si piensas en cómo lograron sobrevivir cuando animales como los dinosaurios no lo hicieron”.

El estudio ha revelado cómo algunas especies de cocolitóforos podrían utilizar compuestos orgánicos que no se han reconocido aún como fuente de carbono, en lugar del dióxido de carbono que usan las plantas. Tienen la capacidad de procesar compuestos orgánicos disueltos en el agua y utilizarlos de forma inmediata en un proceso que recibe el nombre de osmotrofia. La osmotrofia es la capacidad que tienen algunos organismos (también células) para obtener nutrientes mediante absorción osmótica de sustancias disueltas. Estos hallazgos pueden explicar cómo los cocolitóforos sobreviven en condiciones de oscuridad —en las que el umbral de luz para la fotosíntesis se ha sobrepasado— tales como el ocurrido tras el impacto de un asteroide o en las profundidades del mar. De alguna manera, los cocolitóforos pueden comportarse como heterótrofos y hasta ahora no lo sabíamos.

Los cocolitóforos son parte integral de los procesos que controlan el océano y atmósfera global, incluyendo el propio ciclo del carbono. Reciben el dióxido de carbono de la atmósfera, y son transportados al fondo del océano cuando mueren.

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“Esto es muy importante para la producción de dióxido de carbono para la Tierra”, afirma William Balch, otro de los co-autores del estudio. “Si no tuviéramos esta bomba de carbono, el dióxido de carbono en nuestra atmósfera sería mucho más alto de lo que es ahora, probablemente más del doble”.

Relacionado con lo anterior, los cocolitóforos juegan un papel importante en la disminución de la acidez en los océanos, la cual puede afectar muy negativamente a organismos como los corales o los moluscos. Estas algas unicelulares están cubiertas de placas protectoras de carbonato de calcio, que se llaman cocolitos. Para fabricarlas, extraen el carbono del agua y, cuando mueren, se hunden hasta el fondo. En este proceso se alivia la acidez al enviar el carbono a las zonas más profundas. Acaba convirtiéndose en el suelo marino y, con el tiempo, en rocas sedimentarias, formando de este modo parte del ciclo del carbono. Se dice, por tanto, que los cocolitóforos influyen en el ciclo del carbono mediante dos “bombas”: la bomba biológica (los cocolitos pesados acaban hudiéndose) y la bomba de alcalinidad (disminución de alcalinidad mediante la calsificación).

“Los cocolitóforos están integrados dentro de los ciclos globales de una forma que nunca habíamos imaginado”, afirma Balch. “Esta investigación cambia realmente mi forma de pensar sobre las redes tróficas en regiones oscuras donde la fotosíntesis claramente no está sucediendo”.

Dado su tamaño microscópico y su gran distribución en el fondo de los océanos, los cocolitos son muy importantes como fósiles traza para resolver asuntos de estratigrafía.

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