El Banco Central es una institución clave, no solo en materia de inspección y regulación del sistema bancario, sino en su rol como agente del desarrollo nacional y garante de la estabilidad macroeconómica (función que ejerce en un tandem no siempre amigable con el Ministerio de Economía). Los bancos centrales del mundo son inherentes a las economías monetarias modernas, se encargan de regular la oferta de crédito doméstico y mitigar la vulnerabilidad externa en contextos cada vez más complejos. Proponer su eliminación es un contrasentido.

Hay funciones técnicas del Banco Central que por no ser reiteradas no dejan de ser relevantes, por ejemplo la producción de billetes en los que se puede confiar pues son seguros y difíciles de falsificar. Además de la supervisión de los servicios de pago que utilizan las personas, como las tarjetas de crédito o billeteras virtuales, y las empresas o bancos que realizan grandes transferencias de dinero dentro y fuera del país. A los bancos privados provee del sistema para liquidar saldos monetarios entre ellos, el llamado clearing bancario.

El Banco Central es el encargado de asegurar que los bancos funcionen bien, mediante normas de regulación prudenciales que están en sintonía con estándares internacionales, como los acuerdos de Basilea. Recomienda prácticas para una adecuada administración del riesgo crediticio en bancos, sociedades de crédito e inversión, cooperativas y aseguradoras. Lo cual respalda principalmente a los clientes que creen en dichas instituciones. Cuando los bancos necesitan dinero para seguir prestando, el Central se los facilita garantizando así la liquidez de la economía. Y si un banco quiebra, es quien asegura que no cause problemas a sus depositantes.

Lo anterior se conoce como el rol de “prestamista de última instancia” del Banco Central, pues se encarga de proveer liquidez cuando la economía enfrenta situaciones de crisis o los bancos sufren retiros masivos de sus depósitos. Por ejemplo, durante la pandemia del Covid los bancos centrales de muchos países incluyendo los más avanzados –como la Reserva Federal de EEUU, el Banco de Inglaterra, el Banco Central Europeo y el Banco de Japón- fueron los encargados de emitir el dinero que las economías no generaban para así resguardar a los ciudadanos. De manera más cotidiana, los bancos centrales suelen regular la oferta de crédito del sistema mediante el manejo de los encajes y préstamos exclusivos con los que fondean a los bancos comerciales.

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Pero “preservar el valor de la moneda” es la función más recalcada, y a su vez la que asume matices respecto a su interpretación. ¿Cómo se preserva el valor de una moneda? Para los economistas neoliberales, que suelen encabezar los directorios de los bancos centrales a nivel global, esto se consigue limitando la emisión que causa los procesos inflacionarios. En Argentina, recomiendan limitar los préstamos al gobierno, que es quien inyecta dinero “extra” en la economía mediante políticas expansivas. En tanto que a nivel mundial, los bancos centrales suelen mantener tensas relaciones con los ministros de economía por este tipo de medidas.

Ahora bien, la idea sostenida por economistas de raigambre heterodoxa es que la desvalorización del dinero en las economías periféricas responde principalmente a los desequilibrios de balanza de pagos: es decir a la insuficiencia crónica de divisas. Por ello recomiendan al Central concentrar las reservas suficientes para moderar los efectos de las fluctuaciones en las exportaciones e inversiones extranjeras sobre la moneda. Por ejemplo, en 2023 la sequía que perjudicó a las exportaciones agrícolas generó tensiones cambiarias, junto con la incertidumbre electoral. Mientras en los últimos años del macrismo la “lluvia de inversiones” que no llegó también provocó una devaluación cambiaria que aceleró la inflación y motivó la acudida al FMI.

La búsqueda de estabilidad en el valor de la moneda ha favorecido procesos de ajuste monetario durante gobiernos anti-populares, mediante subas en las tasas de interés que restringían el crédito o a partir de la eliminación del financimiento al Estado mientras se promovía que el acceso a las divisas debía ser libre e irrestricto para cualquier persona o empresa. Así en 2018 el dinero se fugó del país a mansalva y el propio gobierno de Mauricio Macri debió reestablecer el “cepo” para preservar el valor de la moneda. La gestión de gobierno actual, como contracara, defiende la adminstración cambiaria como condición necesaria para estabilizar la macroeconomía del país.

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El subtítulo que acompaña al libro Historia necesaria del Banco Central de la República Argentina, que escribieron Marcelo Rougier y Florencia Sember -entre otros autores- en 2018, es “entre la búsqueda de la estabilidad y la promoción del desarrollo”. Señala que el sesgo de las políticas monetaria, financiera, crediticia y cambiaria, que el Banco Central establece en sintonía con el Ministerio de Economía de un país, incide también en el largo plazo promoviendo o socavando las condiciones para el desarrollo nacional.

Historia necesaria

“La inflación es culpa del gobierno que le da a la maquinita imprimiendo muchos billetes”, repiten los economistas neoliberales hasta formar parte de la doxa del sentido común. En 1991, insistiendo sobre esa idea y tras un largo período de inflaciones desbocadas, el gobierno de Carlos Saúl Menem se propuso retroceder 56 años en la historia del Banco Central y al sancionar la ley de Convertibilidad estableció que este último limitara sus funciones a actuar como una Caja de Conversión. Solo transformaba cada dólar que ingresaba en un peso argentino. Se le prohibió otorgar créditos a los bancos comerciales o al gobierno.

Así, la liquidez del sistema volvía a quedar a merced del balance de las cuentas externas del país, fenómeno que al momento de la creación del Banco Central en 1935 había buscado evitarse. Raúl Prebisch había redactado las líneas fundamentales de la primera Carta Orgánica del Central para que este asumiera un rol anti-cíclico, que antes desarrollaba el Banco Nación mediante encajes y otorgamiento de créditos en el contexto del patrón oro. Con la crisis de 1930 se evidenció que el mero rol de Caja de Conversión para la autoridad monetaria le impedía revertir las crisis cuando los dólares escaseaban.

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La Carta Orgánica del BCRA fue modificada cada diez años (1946, 1955, 1966, 1977) y luego de tres décadas en 2010. Allí se promueve un rol más o menos enérgico de la institución como agente para el desarrollo, en cuanto a su rol como promotor del crédito, regulador de flujos de capitales y garante de la estabilidad monetaria. Las propuestas extremas de los economistas neoliberales suponen nuevamente un retroceso para esta institución y le impedirán amortiguar los efectos de los shocks cambiarios o externos, tan comunes en la historia moderna.

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