Para Lula De Silva y los suyos lo que está en juego en las elecciones de este domingo en Brasil es la propia democracia. Parecería exagerado, pero si uno repasa la gestión de Bolsonaro, sus discursos y su base electoral encuentra fácilmente un autoritarismo que atenta contra los pilares más básicos del orden democrático.

El actual presidente brasileño ya dejó muy claro que, en caso de un resultado adverso, denunciará fraude. Una profecía autocumplida por la que su base electoral más intensa promete luchar. A propósito, es bueno recordar que gran parte de este sector de la sociedad es de armas tomar. Sobre todo, las fuerzas de seguridad y el Ejército.

Para Jair Bolsonaro y su gente lo que está en juego es una batalla del “bien contra el mal”. Con una estrategia comunicativa que combina la retórica militar con los pasajes bíblicos, el actual presidente se autoproclama defensor de la “familia, patria y valores cristianos” en oposición a la “ideología de género, el comunismo y la corrupción” que encarnan –según él– Lula y el Partido de los Trabajadores.

Como se ve, la polarización radical es una tendencia política regional –y tal vez global–. Un antagonismo que, según casi todas las encuestas, no es simétrico ya que Lula tiene ventaja sobre Bolsonaro. Desde esos datos –siempre relativos– se abren dos interrogantes fundamentales: ¿Hay una diferencia suficiente para que Lula se consagre en primera vuelta o tendrá que esperar hasta la segunda? y ¿cómo van a reaccionar Bolsonaro y su base electoral ante una eventual derrota?

Una alianza, varias lecturas

Algunos analistas políticos conjeturan que la alianza Lula – Alckmin puede leerse como un “giro a la derecha” del expresidente brasileño. Por el contrario, muestra una continuidad en relación con sus propuestas electorales antiguas. Lula siempre fue un ajedrecista de partidas múltiples.

Mirá También:  El Nobel de Economía fue para un estudio sobre la pobreza

Su modelo económico y su arte de gobernar tuvieron, como posibilidad y limitación, la conciliación de intereses. No sólo porque la particular arquitectura política – institucional de Brasil exige un “presidencialismo de coalición” debido a la existencia de una absurda cantidad de partidos minúsculos (el llamado “centrão”); sino también porque el mismo Lula, como gobernante, procuró más moderar las contradicciones que superarlas.

Una estrategia exitosa en épocas de bonanza económica y legitimidad política; y catastrófica en tiempos de crisis. Claro que, en política, no siempre la misma estrategia trae los mismos resultados. Este Brasil es otro muy diferente al que ya gobernó dos veces. De ahí que aun sabiendo las cartas que el nordestino tiene para jugar, los resultados posibles son una incógnita.

* Doctor en Antropología

Deja un comentario

You May Also Like

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *