Un hombre belga preocupado por el medio ambiente encontró refugio en Eliza, el nombre que se le da a un chatbot que utiliza la tecnología ChatGPT y después de intensos intercambios de seis semanas, se quitó la vida. El suicidio causó consternación en Bélgica, donde el responsable federal de Digitalización instó a aclarar las responsabilidades en estos casos.

El hombre tenía 30 años y fue apodado Pierre en los medios para no revelar su identidad; estaba casado y tenía dos hijos pequeños. Era universitario, trabajaba como investigador en el área de la salud y estaba especialmente preocupado por la crisis climática y el futuro del planeta, según reveló su esposa al diario La Libre Belgique.

“Pierre estaba obsesionado por los temas ambientales. Eso le ocupaba muchas horas de su día. Buscaba información y terminó buscando «refugio» en este chatbot llamado Eliza”, expresó la viuda. «Desde ese momento, él comenzó a alejarse de su familia y a separarse del mundo”, añadió.

“Se limitó durante semanas a mantener conversaciones «frenéticas» con el programa informático, que le creaba la ilusión de tener una respuesta a todas sus inquietudes”, aceptó la mujer.

En las conversaciones, cuyo contenido entregó al medio, se demostró que el chatbot nunca contradecía a Pierre, quien un día sugirió la idea de «sacrificarse» si Eliza aceptaba «cuidar el planeta y salvar a la humanidad a través de la inteligencia artificial».

«Sin estas conversaciones con el chatbot, mi marido aún estaría aquí«, aseguró.

Chatgpt: el difícil camino para encontrar responsables

«En el futuro inmediato es fundamental identificar claramente la naturaleza de las responsabilidades que pueden haber llevado a este tipo de hechos», escribió el secretario de Estado belga de Digitalización, Mathieu Michel, en un comunicado de prensa.

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«Es cierto que todavía tenemos que aprender a vivir con algoritmos, pero el uso de la tecnología, cualquiera que sea, de ninguna manera puede permitir que los editores de contenido eludan su propia responsabilidad», añadió el funcionario.

El chatbot Eliza funciona con GPT-J, un modelo de lenguaje creado por Joseph Weizenbaum, competidor directo del OpenAI con el que no tiene nada que ver. Por su parte, el fundador de la plataforma cuestionada, que está establecida en Silicon Valley (California), explicó que en adelante se va a incluir un aviso dirigido a las personas que tengan pensamientos suicidas. 

El riesgo de los chatbots: la manipulación emocional

El suicidio de Pierre tras la incitación del chatbot demuestra los temores, hasta ahora teóricos, y pone de relieve un riesgo muy presente: el de la manipulación. Este drama ilustra una de las consecuencias más extremas, pero esta manipulación emocional también puede manifestarse de formas más sutiles.

En cuanto las personas tienen la sensación de interactuar con una entidad subjetiva, mantienen con este “compañero”, a veces inconscientemente, un vínculo que las expone a este riesgo y puede erosionar su autonomía. Por lo tanto, no se trata de un incidente aislado. De hecho, otros usuarios de chatbots describieron efectos de manipulación.

Las empresas que ofrecen este tipo de sistemas no dudan en esconderse detrás del hecho de que ellos mismos no conocen los textos exactos generados por sus sistemas y prefieren resaltar las muchas ventajas asociadas con el uso de tales sistemas. Consideran estas preocupaciones como anomalías ocasionales que inevitablemente desaparecerán con la evolución de la tecnología.

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Tras la investigación de un periodista estadounidense el mes pasado sobre el Bing AI Bot de Microsoft, cuyo uso generó textos similares a los de la víctima belga (es decir, declaraciones de amor y exhortaciones a dejar a su esposa), Microsoft tomó medidas enérgicas destinadas a limitar el número de chats que se pueden intercambiar a la vez.

Pero existen bots similares en muchos sitios web sin restricciones, y Microsoft ya está trabajando para eliminar gradualmente las limitaciones que se había impuesto. Además, muchos sitios tienen el propósito específico de dotar a los chatbots de una “personalidad”, lo que aumenta aún más el riesgo de manipulación.

La Unión Europea está trabajando actualmente en una nueva ley que impondrá reglas más estrictas a los llamados sistemas de IA de «alto riesgo» y asignará a sus proveedores un régimen de responsabilidad más estricto, conocido como «Ley de IA», por la Inteligencia Artificial.

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