El 2 de abril se cumplirán 43 años de la asunción de Martínez de Hoz como ministro de Economía de la dictadura y protagonista de la primera catástrofe producida por una política neoliberal. Radiografía de una misma filosofía que impulsó también los desastres de Cavallo y Dujovne

Después de seis meses de la más rústica política monetaria que la ultraortodoxia podía aplicar, el resultado es estar en el mismo punto de partida, y peor. La tasa de interés de las Leliq se ubica nuevamente en casi el 70 por ciento anual, el tipo de cambio cotiza un par de pesos por encima de la línea de largada de este nuevo experimento y la tasa de inflación se acelera para trepar por arriba del 50 por ciento anual. Falta saber cuándo y cómo será el desenlace de la estrategia del doble cero (déficit fiscal primario y emisión monetaria), puesto que ya se sabe que las principales variables económicas en cuatro años de la Alianza Cambiemos terminarán con saldo muy negativo, por debajo del nivel recibido del gobierno de CFK. El fracaso macrista no habrá sido por la herencia K, como sigue insistiendo la inmensa red de propaganda y confusión pública y privada, sino por la propia esencia de un proyecto político inviable en términos de bienestar social. La economía argentina anotará entonces el tercer gran fiasco del neoliberalismo en poco más de cuarenta años. La economía macrista se ha incorporado al podio de los fracasos de la ortodoxia en gestión de gobierno junto a los ciclos de la dictadura militar y de la convertibilidad. Cómo será el cierre traumático de esta experiencia es el único interrogante abierto de este neoliberalismo siglo XXI.

MdH

En las semanas previas al balotaje y en las primeras del nuevo gobierno, al conocerse los lineamientos de la política económica de Cambiemos, empezó a circular un video que facilitaba la comprensión, para quienes el odio al “populismo” no los estuviera cegando, de que se estaba iniciando un nuevo ciclo neoliberal (https://www.youtube.com/watch?v=4sRDwfbOXOY). El plan económico presentado por cadena nacional el 2 de abril de 1976 por el ministro José Alfredo Martínez de Hoz decía lo siguiente:

“Destacar los puntos fundamentales a partir de los cuales se pueden medir la profundidad de la transformación que llevamos a cabo:

  • La libertad de precios con la eliminación de los controles de precios;
  • la libertad de las transacciones cambiarias con la eliminación de los controles de cambio;
  • la libertad del comercio exterior;
  • la libertad de las exportaciones y la eliminación de las prohibiciones y de los impuestos a las exportaciones;
  • la libertad de importar;
  • la libertad de las tasas de interés y la aplicación de la reforma financiera;
  • la eliminación de las tarifas políticas de los servicios públicos;
  • la eliminación de los subsidios y de las protecciones excesivas para ciertos sectores privilegiados de la economía que distorsionaban la misma;
  • la reducción del déficit del presupuesto nacional y su financiamiento no inflacionario;
  • la reducción y racionalización del gasto público; y
  • un programa de privatización de las empresas estatales”.

Para luego Martínez de Hoz enfatizar que “Hemos dado vuelta una hoja del intervencionismo estatizante y agobiante de la actividad económica para dar paso a la liberación de las fuerzas productivas”.

Los lineamientos de ese plan económico fueron aplicados en los noventa durante el menemismo y retornado en estos años por el macrismo. El saldo es el mismo: una inmensa crisis económica con elevados costos sociolaborales.

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Cada uno de los puntos detallados por Martínez de Hoz en ese discurso constituyeron, cuarenta años después, el programa económico desplegado por el gobierno de Cambiemos (precios, retenciones, mercado cambiario, tarifas, comercio exterior, subsidios, finanzas, ajuste fiscal). Sólo se requiere honestidad intelectual para asociarlos. Esa identidad incomoda a quienes definieron al macrismo como una fuerza política de centro o participaron del engañoso debate acerca del carácter gradual de las iniciativas aplicadas en la primera mitad del mandato presidencial.

Comunicado

Sin admitir que el camino neoliberal desemboca en el derrumbe económico, el establishment lo reafirma con una estrategia de confusión asombrosa, al culpar del fracaso a factores ajenos –a políticos, a la oposición o a shocks externos– y no a su propia esencia. El fiasco entonces no tiene origen en esas medidas, sino en quienes no supieron implementarlas o en quienes se resistieron a aceptarlas.

Cargar la responsabilidad en otros es el mecanismo de negación a aceptar el fracaso del tercer ciclo neoliberal liderado por la alianza macrismo-radicalismo. Representantes de pymes, sectores sindicales, organizaciones sociales de grupos vulnerados y agrupaciones que canalizan la protesta de clases medias cuestionan la política económica por sus consecuencias, pero sin identificar o enfatizar que se trata de la aplicación de otro experimento neoliberal. A la vez, las entidades empresarias y una parte de la CGT solo cuestionan algunas medidas y aspectos periféricos sin apuntar a las bases de un modelo de exclusión.

Un párrafo del último comunicado de la UIA es un documento revelador de esa carencia en la comprensión del proceso económico que se está viviendo en general y en la actividad manufacturera en particular. El textual dice:

“Los representantes de la Unión Industrial Argentina abordaron hoy (26 de marzo) los siguientes temas en la reunión de Junta Directiva:

-Situación de los sectores y regiones: los representantes sectoriales y regionales manifestaron las crecientes dificultades para acceder al capital de trabajo y la presión sobre los costos que se generan con el actual esquema financiero. Se coincidió en el carácter prioritario de que se reduzca rápidamente la tasa de interés en función de evitar que se profundice la recesión. Entre enero de 2018 y enero de 2019, el crédito PyME cayó en términos reales 21%.”

Después fijaron posición sobre el “proyecto de Ley de Financiamiento de los partidos políticos” e informaron sobre “propuestas para el desarrollo regional” y “régimen de promoción de la Economía del Conocimiento”, para finalmente difundir el “acuerdo Pyme entre la UIA y la Confederación Española de Organizaciones Empresariales”.

No apareció en ese comunicado ni un mínimo cuestionamiento a las bases de un proyecto político que derrumbó a la industria a trabajar con la mitad de su capacidad instalada. Ni una observación acerca de los cierres y achicamiento de las plantas que implicaron la destrucción de 129 mil puestos de trabajo desde que Mauricio Macri pasó a habitar la Casa Rosada. En pocos meses se ha avanzado en la devastación del entramado industrial, del mismo que sucedió en los traumáticos ciclos de Martínez de Hoz y Cavallo. La única queja de la UIA fue por el nivel de la tasa de interés. No queda claro si este silencio cómplice ante el industricidio es por el temor a la amenaza latente del gobierno de ordenar persecución judicial a opositores o porque la ideología neoliberal es más fuerte que la defensa de los propios negocios.

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Cuenta corriente

La maquinaria del poder, que por ahora tiene como representante al macrismo, apuesta a mantener sus privilegios a pesar de la actual crisis económica. Pretende confirmar en las urnas la continuación del tercer ciclo de neoliberalismo. El fracaso es tan estrepitoso que la vieja guardia de economistas del establishment, liderada por Miguel Ángel Broda y acompañado, entre otros, por Ricardo López Murphy y Domingo Cavallo, salió al rescate elaborando un programa económico y de reformas institucionales, para ser entregado al presidente electo en octubre próximo.

Si una, dos y tres veces se hace lo mismo, y una, dos y tres veces culmina en derrumbe económico, ¿qué puede salir mal? Sus antecesores, Martínez de Hoz y Alsogaray, ellos mismos y sus herederos, Sturzenegger y Dujovne, son responsables de los fiascos económicos más estrepitosos durante estas tres etapas del neoliberalismo en Argentina. Como si fueran técnicos neutrales e inocentes se presentan como “salvadores”. En cada uno de estos experimentos, el talón de Aquiles ha sido el sector externo y, como si no hubieran aprendido de esos traumas, continúan ofreciendo las mismas recetas que orientan a la economía hacia el desfiladero.

El último informe del Observatorio de Política Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda ofrece un ilustrativo análisis para identificar el frente por donde se desmoronó la economía macrista. Señala que “las cuentas externas de la economía argentina transitan por años de vulnerabilidad extrema, que hicieron eclosión el año pasado con una crisis tradicional en la balanza de pagos”. Explica que el agotamiento del sector externo encuentra origen en la apreciación cambiaria, que califica de “espuria”, gestada durante 2017, como parte de la estrategia del gobierno para propiciar un “efecto veranito” con vista a la elección de medio término. Destaca que la acumulación de desequilibrios externos, producto de una inflación creciente y un crecimiento menor, “fue determinante de la profunda crisis financiera del año pasado”.

Esos investigadores de la UNdAv indican que la profundidad del problema del sector externo tienen que ver con un déficit de cuenta corriente, consolidado de más de 28.000 millones de dólares el año pasado, lo que representó un aumento de 58,9 por ciento en relación a 2015. Apuntan que cuando se considera el desbalance de cuenta corriente en relación al tamaño de la economía, la coyuntura es aún más acuciante: en 2018 el déficit creció en 0,1 puntos del PIB, a pesar de la megadevaluación. En términos nominales bajó unos pocos miles de millones de dólares. Este saldo enciende potentes luces de alerta porque si con una suba del ciento por ciento del tipo de cambio el año pasado, el saldo negativo de la cuenta corriente apenas se alteró, para alcanzar un equilibrio relativo de esa variable clave exigiría un ajuste aún más pronunciado.

El profundo desequilibrio se explica por una multiplicidad de factores, remarcan los expertos de la UNdAv, para indicar en particular el rubro que se mantuvo indemne al efecto cambiario: las rentas pagadas al resto del mundo. Los egresos netos por intereses, utilidades y dividendos sumaron 18.700 millones de dólares el año pasado, superando en 15 por ciento a los de 2017 y más de 54 por ciento por encima del cierre 2015. La erogación creciente de intereses se explica por el explosivo proceso de endeudamiento del gobierno de Macri.

La situación crítica del frente externo difundido en estos días en un informe del Indec provocó que el economista Martín Trombetta publicara el siguiente mensaje en su cuenta de Twitter: “A los amigos no economistas les digo: bienvenidos a la previa de una crisis de balance de pagos. Nadie sabe cuándo ocurrirá. Nadie sabe cuánto valdrá el dólar. Ningún pronóstico es confiable y ninguno se puede descartar. Esto es así. A disfrutarlo. Lo que viene es peor”.

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CFK

Sin mostrar capacidad de gestión ni espacios de voluntad política para revertir el proceso de descomposición en el cual está inmerso la administración Cambiemos, el manejo de la política económica se ha definido como una fuga hacia adelante con la única expectativa de llegar primero a las PASO y luego a las elecciones de octubre evitando la explosión de la bomba macrista. Como parte de ese plan se entiende las medidas desesperadas de autorizar a los bancos para que puedan comprar más Leliq y el envío al Congreso del proyecto de reforma de Carta Orgánica del Banco Central sabiendo que no será aprobada este año.

Sin la certeza de que el gobierno pueda alcanzar el objetivo de evitar el estallido, como la mayoría de los analistas oficialistas estaba segura hasta hace un par de meses, el escenario de incertidumbre se ha generalizado. El movimiento ascendente de la paridad cambiaria es el síntoma de ese deterioro, que el dispositivo oficial quiere convencer y convencerse de que se debe a la competitividad electoral de CFK. Esto es solamente la gran excusa para encubrir el fracaso de otra experiencia política y económica del neoliberalismo.

La crisis tiene una dinámica que a esta altura tiene poco que ver con quien será el presidente 2020-2023. Puede haber grados de velocidad e intensidad según quien sea el elegido, pero la crisis ya está en marcha y la duda es cuándo y cómo será el estallido. Es inevitable porque el macrismo ha lanzado a la economía a un nivel de fragilidad extrema, ha debilitado y desprestigiado herramientas de política económica defensivas, condicionando la administración de los próximos años al abrazarse en forma desesperada al FMI para postergar el default o, en el mejor escenario, la reestructuración de la deuda, y también ha desarticula el tejido productivo y social.

¿Qué tiene que ver las posibilidades de CFK de regresar a la Casa Rosada con semejante desastre económico de la alianza PRO-UCR? No tiene nada que ver. Es necesaria dar esta obvia respuesta a una pregunta retórica para neutralizar la intervención en el debate público de la estructura del engaño y mentira planificada con base en la Jefatura de Gabinete. Es más, la presencia de CFK le permite al gobierno mantenerse en pie pese a la horrible situación económica: por un lado, los sectores vulnerados están contenidos porque se atan a la expectativa de regresar de la mano de la figura de CFK a las mejores condiciones de vida que tuvieron en el período 2003-2015; y, por otro, el oficialismo se reafirma en su núcleo duro electoral al que persistentemente castiga (clases medias urbanas mayores de 50 años y jubilados) polarizando con el kirchnerismo.

La actual crisis y la incertidumbre generalizada no se debe entonces a la centralidad política que mantiene CFK; por el contrario, el juego de CFK en la escena política-electoral está postergando el estallido de la crisis social y económica del fiasco del tercer ciclo neoliberal.

 

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