Son 43 años sin faltar un solo jueves a la plaza. Así que nos duele bastante no poder ir esta vez, pero sabemos que todo va a volver a la normalidad. Hemos pasado cosas duras y las superamos”. Hebe de Bonafini habla con Página/12 en este aniversario particular que las Madres de Plaza de Mayo deben pasar en sus casas. Claro que la pandemia no les impide seguir construyendo memoria. Este jueves la Asociación Madres de Plaza de Mayo hará una transmisión en vivo desde sus redes, que comenzará a las 15.30. Sumarán videos
que recordarán especialmente a Azucena Villaflor, Esther Ballestrino de Careaga y Mary Ponce de Bianco, Madres fundadoras que asesinó la última dictadura cívico militar. Hebe recordó a sus compañeras de lucha, las principales consignas de Madres basadas en la defensa de la vida y contó cómo son sus días de aislamiento. 

“En este aniversario queremos hablar de las Madres que fueron asesinadas por la Marina. Ellos nunca se arrepintieron del asesinato que cometieron, no solo contra ellas, sino también de jóvenes y dos monjas francesas”, dice Bonafini. “Las tres eran muy diferentes entre sí. Al comienzo sabíamos poco de política, pero ellas nos enseñaron. Azucena amaba la plaza y tuvo la idea de ir allí a movilizarnos. Esther era la más formada políticamente, la más revolucionaria e intelectual. Siempre nos decía que no solo había que ir a la plaza, sino también ser creativas, hacer un diario, pensar en la enseñanza. Y Mary nos mostraba la otra iglesia, la del tercer mundo. Muy diferente a aquella que nos engañaba y bendecía los vuelos de la muerte”.

Siguiendo este legado, las Madres llevaron adelante, a lo largo de sus 43 años, todo tipo de iniciativas para difundir su lucha y continuar con los sueños de sus hijos: boletines, un periódico, revistas, crearon una universidad, construyeron hospitales, escuelas, barrios, bibliotecas. En la ex Esma sostienen el Espacio Cultural Nuestros Hijos, abierto a la educación y la cultura. Se multiplicaron alrededor del mundo, con sedes en Europa, Australia y Canadá, también  en muchas provincias. “Todas las madres del interior, al principio, se juntaban en casas. Pero cuando vieron que nosotras estábamos en la plaza, empezaron a salir. Las de Mendoza marchaban a las once para que las vieran las personas que iban al banco, las de Tucumán a las seis por el calor, las de Neuquén una vez por mes en la plaza central, las de La Rioja los jueves, como nosotras. Y así nos fuimos organizando”, cuenta Hebe.

La presidenta de Madres subrayó que para ella “todas las Madres siempre están presentes, incluso las que murieron”. “Juanita (Meller) fue inolvidable, Elsita (Fanti) también, por su dulzura, junto con Hebe de Mascia me acompañaban a todos lados. Mascia me decía: ‘no quiero hablar, pero te acompaño’. Estuvimos juntas en circunstancias muy difíciles, como cuando fuimos a la guerra de Yugoslavia, en 1999. Fueron siete días en los que estuvimos en medio de bombardeos», rememora. «Ella nunca contó su historia públicamente. No podía, y sin embargo me acompañaba”, recuerda a su tocaya. 

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Juanita la acompañó en 1996 a México a conocer al líder del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el subcomandante Marcos, con quien intercambiaron pañuelo y palicate, y a quien Hebe adoptó como hijo. “La Madres vivimos juntas toda la vida. No hay ninguna organización igual. No tenemos oficina, tenemos la Casa, donde tomamos mate, almorzamos y merendamos todos los días. Eso significa otra forma de hacer las reuniones porque debatimos hasta cuando comemos”, reflexiona.

Durante la cuarentena, Hebe está dedicando mucho tiempo a la leer y escribir. “Siempre leo, mis hijos me lo pedían. Me traían cosas que a veces no entendía. El más chico me dio una vez La Espada encendida de Neruda y yo, que casi no fui a la escuela, no entendía esas poesías», narra. “Ahora empecé a leer ese libro de vuelta en homenaje a él y la verdad es que, es cierto, son poesías hermosas”. Además, todos los días prepara sus tres programas de radio, lo cual la hace volver a leer libros de Eduardo Galeano. «Los voy marcando y en la última hoja pongo qué parte me interesó para después, si la preciso, ir a buscarla”, detalla.

Para Hebe, sus hijos “siempre tuvieron razón y cada vez más”. “Pasa el tiempo y más me doy cuenta que la vida es lo único que vale. Ellos decían que la vida es lo único que no se compra, y hoy el mundo se está dando cuenta de eso”, señala la luchadora. Y pone la relfexión en el contexto de la pandemia: “Lo que más importa no es la economía. Nosotras ayudamos llevando comida y ropa a las villas, en todo lo que podemos. Tenemos que ayudar al presidente porque asumió con tierra arrasada y ahora lo agarró este tsunami. Hay que ser obedientes y quedarnos en casa”.

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El último 24 de marzo, Madres estrenó la película Todos son mis hijos, que resalta uno de sus mayores principios: socializar la maternidad. “Ponemos a todos los hijos en el mismo plano y hacemos lo que ellos nos enseñaron. ‘El otro soy yo’, es lo creían y lo que llevamos a cabo, hoy más que nunca. Esa es la forma que tenemos de darle vida a nuestros hijos y de no reconocerlos muertos”, subraya Hebe.

Las Madres no quieren que se las reconozca por su dolor, sino por su lucha. Hebe recuerda que cuando alguna iba llorando a la Plaza, otra le decía “acá se viene a luchar, no a llorar”. “No hay que llorarle a los milicos. Lloremos en casa, pero en la plaza, no’. Y eso lo aprendimos a fuego», rememora. «Incluso al entrar a la Esma por primera vez, cuando Néstor nos dio el lugar hermoso que hoy es el ECuNHi, yo les dije: ‘por favor no lloremos’. Y por más que era muy duro entrar, ya que el frío y la muerte se sentían en el cuerpo, no lo hicimos”, agregó.

Las Madres siguen realizando sus rondas de los jueves, ahora de manera virtual, desde su página web. “Amamos tanto la Plaza que algunas antes de salir al aire –porque aprendí a usar la tecnología a los casi 92 años y me grabo sola–, me llaman. Incluso hay Madres, como Rosita, que 15.30 ponen el pañuelo en la ventana. Otras se ponen el pañuelo y me dicen: ‘me voy para la plaza eh’. ‘Bueno, allá nos encontramos’ les respondo. Es algo tácito, nos llamamos y sentimos que vamos”, cuenta. 

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Hacerlo sin dar vueltas a la pirámide es completamente extraño para ellas: “Son 43 años sin faltar un solo jueves. Es la primera vez, incluso, que cerramos la Casa y nos duele bastante. Sin embargo sabemos que todo va a volver a la normalidad porque hemos pasado cosas duras y las superamos. La diferencia es que ahora tenemos menos hilo en el carretel y nos tenemos que cuidar”, concluye Hebe.

Informe: Melisa Molina.

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