La izquierda se impone al bloque de la derecha, a un paso de conseguir la mayoría parlamentaria. El PP se desploma y los ultras de Vox entran en el Congreso.

La izquierda española se impuso al bloque de la derecha en las elecciones generales, y quedó a un paso de conseguir la mayoría parlamentaria necesaria para llegar a La Moncloa. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que conduce el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recuperó la centralidad del escenario político, y fue la fuerza más votada con un 28,7% de los votos. Un resultado que le otorga 123 escaños en el Congreso de los Diputados. Unidas Podemos logró una ligera remontada en relación a las últimas encuestas anteriores a los comicios, y obtuvo el 14,3% de los votos, lo que equivale a 42 legisladores. La suma de ambas fuerzas consigue 165 escaños, y quedará a once de la mayoría absoluta, que podrá conformar con el apoyo del Partido Nacionalista Vasco (PNV) y otros grupos pequeños. Una aritmética que le permite prescindir de las fuerzas soberanistas de Cataluña.

Los principales medios de comunicación españoles escribieron titulares que otorgaban la victoria al PSOE, y auguraban un gobierno junto a UP. El líder de la fuerza morada incluso llamó a Pedro Sánchez para felicitarlo y le transmitió su deseo de formar una coalición de fuerzas progresistas. Sin embargo, el propio ganador y candidato socialista a la presidencia del Gobierno, no fue tan claro. Ante una nutrida militancia en la sede socialista de la ciudad de Madrid, Sánchez no mencionó a UP, y dio respuestas ambiguas sobre a quién le propondría formar gobierno.

A los pocos minutos de comenzar su discurso, y después de agradecerle a los siete millones de españoles que apoyaron al PSOE en los comicios, Sánchez fue interrumpido por la militancia al grito de, “con Rivera, no; con Rivera, no”, en referencia a la posibilidad de que se realice un pacto con Ciudadanos, tal como quisiera el establishment del país ibérico. La respuesta del mandatario fue un tibio, “creo que ha quedado bastante claro”, en referencia a su declaración en el debate televisivo de esta semana, cuando dijo que no estaba en sus planes pactar con Rivera.

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Más adelante, Sánchez aseguró que el socialismo gobernará España, y dijo que tendería la mano a todas las fuerzas políticas para avanzar en las medidas de izquierda que el socialismo representa. En ese momento, la militancia volvió a expresar enfurecida “con Rivera, no; con Rivera, no”, y Sánchez los contuvo diciéndoles, “los he escuchado, los he escuchado”.

Es lógico que en su primer discurso como futuro presidente del Gobierno, Pedro Sánchez intente enviar un mensaje de concordia en un contexto de crispación, y polarización territorial como el que sufre España. Sin embargo, es poco probable que el socialista sea indiferente a esa militancia del partido que lo abrazó cuando la vieja cúpula del PSOE lo desterró, y lo obligó a jugar en las primarias del partido sin su apoyo. Esa misma militancia que lo devolvió a la secretaría general del PSOE, que le permitió ser el candidato a presidir el Gobierno durante la moción de censura que puso fin al ejecutivo de Mariano Rajoy, y que lo llevó hasta ese mismo escenario de la capital española donde pronunció su discurso victorioso.

En contrapartida a la ambigüedad de Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera fueron todo lo cristalinos que podían ser. El líder de UP afirmó que la suma de votos conseguidos por su fuerza permitía “frenar a la derecha y la extrema derecha y formar un gobierno de coalición de izquierdas”. Por su parte, el presidente de Cs, dijo que Sánchez e Iglesias formarían gobierno, y que la fuerza que él lidera sería una “oposición leal a la constitución, a la economía de mercado” y que “vigilarían muy de cerca” al nuevo gobierno. También se guardó unas palabras para darle su pésame al PP, y autodenominarse como el principal partido opositor. Un planteo para el que no le falta razón, ni argumentos.

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El Partido Popular (PP), la principal fuerza de la derecha, sufrió una derrota histórica. Aunque fue el segundo partido más votado, obtuvo un 16,7% de apoyos, consiguió 66 escaños, menos de la mitad que en los comicios anteriores, y marcó el peor resultado desde su fundación en 1989. Ciudadanos fue el tercer partido más votado aunque mordiéndole los talones a Pablo Casado, y marcando un gran crecimiento en relación a las elecciones del 2016. El total de votos que consiguió fue de 15,8, que le otorga la suma nada despreciable de 57 escaños.

Por su parte, la ultraderecha Vox hará su inquietante ingreso al Congreso español con un total de 24 diputados, menos del que anunciaban las encuestas de los últimos días, y el aire de euforia que circulaba en las redes sociales y mitines de la fuerza que lidera Santiago Abascal. Desde un escenario en la capital española, el jefe de Vox dejó en evidencia su disconformidad con los resultados, pero prometió que ese sería solo el comienzo de la historia de Vox en la nación.

Pablo Casado ensayó un discurso excusatorio y culpó a la fragmentación de la derecha por el mal resultado de su fuerza política. Algunos analistas políticos se preguntaron si el joven maravilla que impulsó José María Aznar para reemplazar a Mariano Rajoy, daría un paso al costado o sería arrojado a los leones por los viejos barones populares. Por el momento, ni una ni otra cosa han sucedido. Pablo Casado dedicó parte de su intervención para pedir a la derecha que reflexione si no sería más positivo unirse de cara a las elecciones autonómicas de mayo, y a futuro. Un escenario que no parece probable frente a las declaraciones de Rivera y Abascal.

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Otro de los movimientos tectónicos que marcaron estos comicios se produjo en la región de Cataluña. La población catalana se volcó a las calles masivamente para expresar su voto y aumentó en casi un millón la participación electoral versus las elecciones de 2016. Los resultados situaron a Esquerra Republicana de Catalunya como la fuerza más votada. La izquierda soberanista consiguió el primer puesto en su comunidad por primera vez en la historia, e ingresará 15 diputados en el Congreso. El segundo puesto fue para el Partido Socialista Catalán, que aupado por el espaldarazo anímico que le aportó la gestión de Sánchez en el Gobierno central, consiguió ingresar 12 diputados al Congreso, cinco más que en los comicios anteriores.

En otra región de España, también se produjeron coletazos importantes. En el País Vasco, los partidos soberanistas mejoraron su representación y dejaron sin ella al PP. El líder del PNV, Andoni Ortuzar, dijo que tendía su mano para “lograr diálogo y distensión”, pero también habló de reconocer la “realidad plurinacional del Estado”, un concepto de nación que el PP, Cs, y mucho menos Vox, piensan reconocer. El líder de EH Bildu y exmilitante de la organización armada ETA, Arnaldo Otegui, destacó el más de millón de votos que lograron las fuerzas independentistas en el país, y afirmó que esa jornada habían derrotado al bloque reaccionario que encabeza “el borbón, pasa por el Ibex35 y el trifachito”, en referencia al rey de España, el índice bursátil español, y el bloque de la derecha que integran PP, Cs, y Vox.

Las novedades del resultado electoral son demasiadas y llevará unos días digerirlas y ordenarlas. Por ahora está claro que el bipartidismo se ha acabado en el país, y que el próximo gobierno de España será una coalición de partidos. De qué color, solo lo sabe Pedro Sánchez, y aún no lo ha querido revelar.

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