Las reacciones ante los resultados de una encuesta que muestra a Rodríguez Larreta como el dirigente político de mejor imagen por estos días ponen en evidencia que algunos sectores del Frente de Todos no aprendieron de la derrota electoral de 2015, cuando creían que Macri era pan comido.

Para empezar, una anécdota ínfima pero a la vez sintomática del comportamiento de ciertos sectores que apoyan o simpatizan con el Frente de Todos. Como hago habitualmente, subo a las redes sociales las encuestas que recibo. Es una vieja costumbre de periodista político: hacer notas en base a sus datos o, últimamente, rescatar algunos de los resultados más notorios para difundirlos, siempre citando la fuente.

Esto no quiere decir que “crea” en la infalibilidad de las encuestas. Sin apenas una foto desdibujada de determinado momento político. Al leerlas, también, tengo en cuenta quién es el encuestador, su mayor o menor confiabilidad y, por supuesto, sus simpatías políticas y/o quienes son sus habituales empleadores. Estas dos últimas son variables importantes, que no pueden soslayarse.

Ayer subí la última encuesta de Ricardo Rouvier & Asociados, un encuestador de larga trayectoria y profesionalismo al que, si es necesario ubicarlo de un lado de la famosa “grieta” no es precisamente del lado de Juntos por el Cambio.

En uno de los posteos, difundí los resultados la encuesta de imagen de dirigentes políticos (positiva/negativa), que no es lo mismo – por si hace falta aclararlo – que una encuesta de intención de voto.

He aquí las cifras (sobre 1.200 casos en todo el país, respetando las variables de típicas, telefónica):

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Alberto Fernández: 49.1% positiva; 49.3% negativa.

Horacio Rodríguez Larreta: 51.8% positiva; 39.3% negativa.

Axel Kicillof: 45.0% positiva; 43.9% negativa.

Cristina Fernández de Kirchner: 37.4% positiva; 61.7% negativa.

Mauricio Macri: 33.3% positiva; 66.0% negativa.

El posteo en el que las difundí se llenó rápidamente de comentarios descalificadores. Por supuesto, se descalificaban todas las encuestas, señalando sus fallos en el pasado – que son muchísimos – y su poca credibilidad. Lo llamativo, sin embargo, fue que muchos de los comentaristas, en ocasiones anteriores, habían difundido también encuestas, siempre y cuando mostraran resultados favorables al Frente de Todos o a sus dirigentes.

Las otras descalificaciones apuntaban directamente a mi persona, cosa que no me afecta en lo más mínimo – al contrario, me divierten – y que no salían de la mediocridad habitual: ¿Quién te paga?, ¿Trabajás para el PRO?, Hacés méritos para conseguir trabajo en Clarín – desconociendo u omitiendo la existencia de mi libro “Silencio por Sangre. La verdadera historia de Papel Prensa”, que hace imposible que alguna vez Magnetto me conchabe, en caso de que yo lo intentara -, y la sempiterna de hacerle el juego a la derecha.

Esto viene a cuenta de cierta ceguera político-emocional que viene cundiendo y que impide anticipar jugadas y tratar de contrarrestarlas.

Horacio Rodríguez Larreta es hoy el dirigente político con mejor imagen en la Argentina, y no sólo en la encuesta de Rouvier. Es algo por lo que viene trabajando inteligentemente con la idea de su candidatura presidencial de 2023.

En julio del año pasado escribí en Socompa una nota donde describía parte de su estrategia:

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“Frente a la pandemia está jugando a dos puntas: por un lado, en las postales se muestra cercano a Alberto Fernández cuando de anunciar medidas preventivas se refiere. En las conferencias de prensa suele asentir a todo lo que dice el presidente, no discrepa con él en público y dice que “los equipos” trabajan juntos. Por el otro, cuando se trata de aplicar las medidas en su territorio, se desmarca y en la práctica boicotea la cuarentena.

No es difícil de entender las razones de este juego.

Si las medidas del gobierno funcionan, Rodríguez Larreta se sumará a ese triunfo, aún en el caso que los muertos en su territorio sean más – e incluso muchos más – que en cualquier otro lado. Frente a esta última posibilidad, hablará como siempre de las particularidades de la Ciudad, de su condición de receptora de viajeros antes de la suspensión de los viajes y de tantos etcéteras como le hagan falta para justificar la diferencia.

En cambio, si las medidas preventivas del gobierno nacional no resultan lo eficaces que se espera podrá desmarcarse de inmediato. Dirá que él no decidió esas medidas, que lo que hizo fue aplicar las que definió el gobierno de Alberto Fernández. La culpa será, toda, del presidente”, escribí en ese artículo.

También señalaba que iba a jugar cada vez más abiertamente para disputarle el liderazgo de Juntos por el Cambio a Mauricio Macri, algo que no está hoy oficializado pero que ya ha logrado sumando a los dirigentes – cada día más – que están convencidos de que apostar por Macri es jugar a perdedor.

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También le planta cara cada día más al presidente Alberto Fernández. Las idas y venidas, marchas y contramarchas, anuncios y desmentidas del gobierno lo ayudan. En ese contexto, puede mostrarse como más firme y confiable. Sobre todo para el sector que votó a Fernández para sacarlo a Macri, pero al que Rodríguez Larreta le parece diferente.

La noticia puede no ser agradable y, de hecho, no gusta y causa rechazo entre los simpatizantes del Frente de Todos.  Sin embargo, forma parte de la realidad de esta coyuntura.

Y es un fenómeno que no se da por primera vez: de Macri se decía lo mismo, que era un invento, que nunca podría ganar.

Sería bueno aprender de la experiencia que llevó a la derrota electoral de 2015 y no repetirla.

Lo peor que se puede hacer es negarla o tratar de matar al mensajero.

Eso es como jugar al gallito ciego frente a un rival que sigue atentamente cada uno de los movimientos y errores de sus contrincantes y los usa a su favor.

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