Catalina de Elía abordó uno de los grandes misterios de la historia argentina.

Catalina de Elía abordó uno de los grandes misterios de la historia argentina.

En «Maten a Duarte», un libro que aborda desde una nueva hipótesis la muerte del hermano de Eva Perón, la periodista Catalina de Elía hace respirar la historia a partir de dieciséis discos con grabaciones de testigos que aportan datos para conjeturar sobre el «suicidio» o el «crimen organizado», según las miradas de uno u otro lado de la extensa grieta que divide la Argentina.

Hay un libro que vive. Voces liberadas durante 65 años de cautiverio que se pueden volver a oír, y donde el lector puede dialogar o discutir con sus personajes: enojarse o empatizar con esas voces recobradas. El texto, publicado por Planeta, es una investigación detallada y renovada por la aparición de documentos con las declaraciones de testigos y partícipes que cuentan la historia de Juan Duarte, hermano de Eva y secretario privado de Perón hasta abril de 1953.

«El 9 de abril de 1953, Juan Duarte fue encontrado muerto en su dormitorio -explica de Elía, autora también del libro «La cara injusta de la Justicia»-. Estaba arrodillado ante la cama, sobre su propia sangre. En su sien derecha, un disparo. A su lado, un revólver calibre 38 y, sobre la mesa, una carta de despedida dirigida al presidente Juan Domingo Perón», detalla a Télam la licenciada en Ciencias políticas, ex productora periodística de Telenoche de Canal 13 y del canal TN, quien, además, cubrió temas judiciales en Telefé Noticias y conduce actualmente el programa «Altavoz» en la TV Pública.

– Télam: ¿Cuál es la secuencia de hechos que hace aparecer a Duarte con un tiro en la cabeza?
– Catalina de Elía: Juan era el hermano del medio entre dos hermanas mayores, Blanca Amelia y Juana Elisa, y dos menores, Erminda Luján y Eva María. Cuando Evita conoció a Perón en 1944 alcanzó el poder muy rápido. Perón, que por ese entonces acumulaba tres cargos (vicepresidente, secretario de Trabajo y Previsión y ministro de Guerra en el gobierno de Farrell), lo nombró secretario privado. Y cuando asumió como presidente, Duarte fue designado como secretario privado de la presidencia. Tenía, en los hechos, mucho más poder político que el que podía inferirse de la sola consideración institucional de su cargo en la administración pública. Sus acciones eran siempre conocidas y aprobadas por Perón.

Duarte organizaba fiestas, pagaba rondas de tragos a sus amigos y tenía un palco en el Tabarís. Salía con actrices: sus dos principales amores fueron Fanny Navarro y Elina Colomer. En 1953, hacía un año que estaba angustiado por la muerte de Evita y esa mañana estaba citado a declarar, con el aval de Perón, para explicar las acusaciones de corrupción por un oscuro y podrido «negociado de las carnes».

– T.: ¿Por qué se debieron hacer tres investigaciones judiciales?
– C. d. E.: Es así: hubo tres expedientes. El primero, fue la instrucción del juez de Raúl Pizarro Miguens, durante el gobierno de Perón. Rápidamente, esa misma mañana de 1953, el magistrado concluyó que «fue un suicidio».

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El segundo fue tras el derrocamiento de Perón por la Revolución Libertadora. La Comisión 58 de la Policía Federal integrada por los capitanes Gandhi y Molinari concluyó en 1956 que, tras la máscara de un sumario, pasaba por suicidio lo que había sido, en realidad, un «crimen organizado».

En junio de 1958, ya con el radical Arturo Frondizi en la presidencia, el juez Julián Franklin Kent cuestionó el informe de la Comisión 58 y otorgó la razón sobre el suicidio a su par Pizarro Miguens, a quien sobresee del supuesto encubrimiento de la muerte de Duarte.

La autora junto a los discos con las declaraciones de los testigos.

La autora junto a los discos con las declaraciones de los testigos.

– T.: ¿Hay fotos del cuerpo de Duarte?
– C. d. E.: Las fotos del cuerpo de Duarte que constan en el expediente hoy archivado oficialmente gracias a esta investigación y que, vale aclarar, está incompleto, son de cuando la Comisión 58 de la Revolución libertadora que derrocó a Perón ordenó desenterrar el cuerpo y cortarle la cabeza. De la escena del crimen de 1953 solo hay archivado oficialmente un croquis sobre cómo fue encontrado en su habitación.

– T.: Hay algunos aspectos sexuales de Duarte muy llamativos consultados durante la investigación ¿Por qué?
– C. d. E.: En el libro cuento el acoso de Duarte a una niña actriz que se tuvo que ir del país con su familia. También reconstruyo su relación con varias actrices, entre ellas Fanny Navarro y Elina Colomer, que fueron sus principales amores. Durante los interrogatorios de la Comisión 58, los capitanes Gandhi y Molinari torturaron psicológicamente a Fanny Navarro. Por ejemplo, le pidieron detalles sobre las posiciones sexuales que tenía con Duarte. Esta es una de las tantas pruebas de que nadie buscaba llegar a la verdad, sino de imponer y moldear la suya según los intereses del poder de turno. Durante la Revolución Libertadora esto se dio, además, en el contexto de lo absurdo y de la violencia.

T.: Las palabras de Perón previas a la muerte de «Juancito» aparecen tres o cuatro veces citadas completas, ¿cuál es la fuerza de ese discurso?
– C. d. E.: En los primeros días de abril de 1953 un grupo de militares cercanos a Perón inició una investigación interna y citaron a Duarte a declarar el 9 de abril por supuesta corrupción. Aunque sin nombrarlo, Perón le dedicó el día anterior un duro discurso en el que, entre otras cosas, dijo «Cuando yo lo pueda comprobar, estén seguros de que van a la cárcel, así sea mi propio padre». El contexto en el que aparece muerto es parte de las cosas importantes a la hora de analizar qué fue lo que pasó.

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– T.: ¿Cuáles son los libros de época que tratan el «caso Duarte»?
-C. d. E.: Son dos. Uno es «La Justicia Nacional resolvió el Caso Duarte» del juez Pizarro Miguens y el otro «Caso Duarte» de Aldo Luis Molinari. Fueron escritos por quienes investigaron la muerte del hermano de Evita. También está el «Libro negro de la segunda tiranía» de la Revolución Libertadora, que derrocó a Perón en septiembre de 1955. Como el expediente judicial sobre la muerte de Duarte no estaba archivado oficialmente ni en el Archivo del Poder Judicial de la Nación ni en el Archivo General de la Nación, estos libros que menciono fueron de ayuda para rastrear el número del expediente para comenzar a buscarlo con más pistas.
En 2014 cuando me acerqué por primera vez al tema hablé con Héctor Olivera, el director de «Ay Juancito». Lo mismo hice ese año con Jorge Camarasa quien había escrito el libro «La última noche de Juan Duarte».

– T.: ¿Por qué el título «Maten a Duarte» que parece tomar una postura?
– C. d. E.: No quiero «spoilear» el final pero después de tantos años de investigación parto de la hipótesis de que no fue un suicidio y que hubo más de un asesino.

T.: ¿Cómo llegás a esa conclusión?
C. d. E.: Leí los tres expedientes, escuché los discos con las grabaciones de los interrogatorios a casi todos los protagonistas del caso, hablé con fuentes primarias y secundarias que a pesar del tiempo transcurrido y de mi insistencia -de 2014 a 2020- eligieron el «off the record» y estudié el contexto. Para llegar a mi conclusión, compartí el material al que accedí a peritos expertos en el tema y a fiscales para que me ayudaran.

-T:: ¿Aparece una carta suicida que varios testigos dicen haber visto escribir y otros identificaron su autenticidad?
– C. d. E.: La carta de Juan Duarte es un punto irresuelto por las tres investigaciones que hubo sobre su muerte. La razón principal es que el juez que intervino en la escena del crimen, Raúl Pizarro Miguens, no ordenó pericias, archivó una fotocopia y le entregó en mano la carta original a Perón. Las pericias que se hicieron en las dos investigaciones que le siguieron fueron sobre fotocopias. La supuesta carta de despedida de Duarte estaba dirigida a Perón.

– T.: ¿Cuáles son las similitudes y cuáles las diferencias con el caso del fiscal Alberto Nisman. que apareció muerto en su departamento en enero de 2015?
– C. d. E.: Salvando las distancias, hay muchas semejanzas con la muerte de Nisman. Ambos murieron en su domicilio de un disparo en la cabeza. En los dos casos se tejieron miles de versiones desde la propia escena del crimen. Ambos tuvieron una relación similar con el poder político, cercana en un momento y algo más distante después. Cerca de Duarte se halló una carta dirigida a Perón. Cerca de Nisman, dos denuncias, una incluía a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

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Duarte estaba citado la mañana de su muerte a declarar por una investigación interna por supuesta corrupción ordenada por Perón. Nisman apareció muerto horas antes de tener que explicar en el Congreso en qué se basaba su acusación contra la entonces presidenta Fernández de Kirchner.

Las investigaciones en los dos casos fueron objeto de sospechas. En el primero, bajo la división político-social peronismo versus antiperonismo. En el segundo, bajo la denominada «grieta» que concita sentimientos similares. Las dos investigaciones están sospechadas de manipulación. La de Duarte fue rehecha por autoridades administrativas de un gobierno de facto. La de Nisman salió de las manos de la jueza original hacia las de un juez federal, que culminó con una resignificación del caso y así se pasó de la sospecha de suicidio a homicidio. En ambos casos, la dirigencia política usó el expediente como un insumo para fines particulares.

-T.: ¿Por qué todos los suicidios despiertan teorías conspirativas y manipulaciones informativas?
-C. d. E.: Tanto en la muerte de Duarte como en los casos de muertes cercanas al poder con los que lo comparé en el libro la explicación que encuentro es que la palabra judicial y estatal es poco creíble para la sociedad civil. La verdad judicial queda completamente alejada de la verdad real por el uso político de los expedientes.

T.: ¿Cómo se resignifica este caso desde la actualidad?
-C. d. E.: Se lee en clave de actualidad porque la costumbre del uso político de los casos judiciales es un disco rayado. Cuando los casos rozan de una u otra manera al poder, un caso que tiene un trámite judicial que parece normal paralelamente registra un uso político que desfigura «la verdad».

– T: ¿Por qué elegiste la cita «No ser sólo sincero… sino también decir la verdad» de Michel Foucault para el libro?
– C. d. E.: Elegí a Foucault porque trabaja un concepto de verdad en el que la justicia tiene un rol importante. El concepto de verdad judicial en Argentina está sujeto a una disputa que es básicamente estar al servicio del poder: la verdad es la verdad del poder a punto tal que cuando cambia el poder, cambia la verdad. No importa si es cierto o no, lo que importa es que cambia.

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