Sylvia Saítta

Sylvia Saítta

En los últimos meses se han intensificado las visitas y descargas del portal del Archivo Histórico de Revistas Argentinas (Ahira), una suerte de viejo kiosco callejero -como lo define su directora, la ensayista Sylvia Saítta- que permite acceder a una disparidad de intereses donde conviven a un mismo nivel “la cultura alta” de las publicaciones literarias con los géneros más populares de las historietas, el humor y la ciencia ficción.

El Ahira es un proyecto financiado por la Universidad de Buenos Aires y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica que agrupa a investigadores de distintas disciplinas para estudiar y documentar la historia de las revistas argentinas en el siglo XX, desde las trayectorias de quienes las dirigieron, escribieron e ilustraron hasta los debates que atravesaron sus páginas y los cruces con el periodismo y la política.

La investigadora de Conicet y titular de Literatura Argentina II en la UBA señala que la iniciativa no solo permite el acceso gratuito a investigadores sino a toda persona que quiera desempolvar y revisar el pasado en las 169 colecciones de revistas que formaron parte de la vida cotidiana de los argentinos a lo largo de las décadas. Se puede acceder al portal a través de www.ahira.com.ar

«Ahira empezó siendo un proyecto muy artesanal, queríamos poner en circulación las revistas digitalizadas que estaban solo en nuestras computadoras, sobre todo para facilitar el acceso a las publicaciones y a las revistas difíciles de consultar en bibliotecas o hemerotecas»

– Télam: ¿Qué material conforma lo más valioso de Ahira?
– Sylvia Saítta: Hasta el momento hemos podido sumar colecciones muy valiosas y no por los mismos motivos. Por un lado, logramos incorporar las revistas «clásicas», las que forman parte de la historia de la cultura argentina, como el periódico Martín Fierro, Punto de Vista y las tres publicaciones que dirigió Abelardo Castillo (El Grillo de papel, El escarabajo de oro y El Ornitorrinco).

Rescatamos, también, publicaciones que eran de muy difícil acceso y que marcaron un gran momento en la reconstrucción del campo cultural en los años 80 y 90. Diario de poesía, Babel y Con V de Vian marcan la incorporación de tres grandes revistas que permiten pensar el modo de funcionamiento de la literatura en esas dos décadas.

También rescatamos revistas que muchas veces se las mencionaban, pero que ni siquiera estaban en hemerotecas, por ejemplo, las revistas que dirigió Borges: Destiempo, Los anales de Buenos Aires o las revistas de la vanguardia de la década del XX: Proa y la revista mural Prisma.

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Incorporamos, además, una rareza como El Cielo, que dirigieron César Aíra y Arturo Carrera; y La Literatura Argentina, publicación que salió en los años 30, un antecedente de Babel, porque es una revista que registra todos los libros que se están publicando en ese momento.

La otra gran zona valiosa de recuperación es la que están más vinculadas a la cultura popular o de lectores específicos, particularmente a la ciencia ficción o a la historieta; de hecho la incorporación de El Péndulo, Fierro, Más Allá, por un lado, y de la Locuras de Isidoro, Patoruzú o Lupín, por otro, no sólo tuvieron un gran impacto -los días que subimos estas revistas a la página la cantidad de visitas se duplicó- sino que tienen interés para aquellos que ya eran lectores de estas revistas.

Y otras zonas vinculadas a intereses más específicos al séptimo arte son las revistas Tiempo de cine, Film, Artiempo y la gran colección de El amante.

-T: ¿Hay una conexión en tus trabajos sobre Roberto Arlt con la creación de Ahira?
SS:
Comencé trabajando a Roberto Artl sobre todo como periodista, es decir, las notas que escribía en el diario El Mundo desde 1928 hasta su muerte en 1942. Esa primera investigación me hizo descubrir el maravilloso mundo del periodismo de las primeras décadas del siglo XX.

Fue entonces que hice la investigación sobre el diario Crítica, atendiendo algunas cuestiones como son los cruces entre la literatura y los medios de comunicación masiva. Me centré en los vínculos entre la vanguardia de los años 20 y el diario Crítica, y la presencia de Jorge Luis Borges como director del suplemento cultural del diario que era la Revista Multicolor de los sábados. Así empecé a reconstruir algunos de los debates estéticos, políticos e ideológicos que se daban precisamente en los medios, y en una zona particular de los medios, cómo son las revistas culturales.

En el comienzo de los primeros proyectos de investigación grupales hice un trabajo sobre Raúl González Tuñón en la revista Contra. Estos estudios de las revistas culturales argentinas que están en la base de lo que es hoy Ahira, fueron atendiendo diversas cuestiones: la primera era pensar la literatura en el marco de los ámbitos en los cuales fue publicada por primera vez, en muchos casos revistas literarias, revistas culturales, suplementos culturales; pero, también, pensar la intervención de los escritores en la esfera de lo público a través de las revistas culturales.

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Entonces empecé a pensar a las revistas culturales como proyectos grupales: un conjunto de personas qué se reúnen, piensan un título y un estilo de intervención, acuerdan ciertos principios estéticos, ideológicos, políticos a partir de los cuales intervenir en el debate de lo público con respecto a la literatura o a otras publicaciones y convertir a esas revistas en ámbitos de enunciación, ya sea de sus propias poéticas, como de las ideas sobre la literatura o sobre el funcionamiento de una cultura.

En un comienzo eran revistas culturales o literarias y con el paso de los años -sobre todo en estos dos últimos años- se fue ampliando hacia diferentes zonas, con el objetivo de cubrir la mayor cantidad posible de áreas.

T.: ¿Cómo crece el proyecto de Ahira ahora con los grupos del interior del país?
SS: Otro de los objetivos del proyecto es incorporar revistas que no hayan sido publicadas en la ciudad de Buenos Aires. La dificultad es que no tenemos acceso fácil a colecciones completas de revistas de otras ciudades, las cuales no suelen estar presentes a la hora de pensar muchas cuestiones vinculadas al funcionamiento de la cultura, la política o la literatura argentinas que suelen ser bastante porteña en ese sentido.

De todas formas hicimos un avance importantísimo con respecto a Rosario, ciudad de la que ya hay más de diez revistas digitalizadas. Estamos avanzando ahora con revistas publicadas en la ciudad de Mar del Plata y en otras varias ciudades del país que ya por suerte tienen una presencia en el archivo.

Hay que tener en cuenta que una revista que se edita en la ciudad de Buenos Aires muchísimas veces tiene alcance nacional, las revistas publicadas en otras ciudades del país circularon solo en la ciudad que fueron editadas.

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Es un camino largo el que tenemos por delante, pero por suerte nos escriben lectores de la página, directores de museos, coleccionistas ofreciéndonos las compilaciones completas para que podamos ir sumándolas al portal.

Télam: ¿Cómo lees el vínculo entre los escritores con los medios gráficos?
SS: Los vínculos de los escritores con los medios tienen formas muy variadas. La primera es la que leemos muy claramente a comienzos del siglo XX, los medios se convirtieron en un ámbito de trabajo para los escritores. Es el momento en que nace esta figura del escritor periodista que trabaja en los medios.

Hay un segundo vínculo que es el de los medios gráficos como ámbitos de circulación de sus propias literaturas. Muchos de los cuentos, relatos, poemas, ensayos que leemos hoy en formato libro circularon primero en diarios o revistas. De hecho si pensamos en el Borges clásico, sus grandes cuentos, en su inmensa mayoría fueron primero publicados en la revista Sur, muchos de los ensayos de Borges se publicaron primero en el suplemento cultural del diario La Prensa, los relatos que después integran «Historia universal de la infamia» fueron publicados antes en el suplemento cultural del diario Crítica.

Además de estos vínculos hay, sobre todo en las revistas culturales, un espacio que los escritores ocuparon ya no sólo con sus propios textos literarios, sino como espacios de intervención pública, con los debates y las polémicas, sobre la literatura, en general, o sobre la literatura argentina, en particular. En esos momentos no era como ahora que hay redes y hay internet y una gran cantidad de modos a través de los cuales transcurre la discusión pública. Las revistas eran espacios en los cuales los escritores intervenían en la discusión sobre qué es una literatura nacional, cómo se escribe una literatura argentina, sobre cuál es el rol del escritor, cuáles son las funciones del escritor. Es muy claro ver cómo estas discusiones que se dan en el puro presente de las revistas literarias van armando el entramado estético, ideológico de las diferentes poéticas, ya sea de un escritor, de un grupo de escritores, de las formaciones escritores que atraviesan todo el siglo.

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