Por Mercedes Ezquiaga y Julieta Grosso

 Sloterdijk es uno de los pensadores más destacados de la actualidad. Foto:Antonia Jacobsn/Suhrkamp Verla

Sloterdijk es uno de los pensadores más destacados de la actualidad. Foto:Antonia Jacobsn/Suhrkamp Verla

Con un nuevo libro en ciernes que se publicará con el título de «Las epidemias políticas», el filósofo alemán Peter Sloterdijk asegura que en las sociedades modernas «las aberraciones morales y políticas empiezan casi siempre con descuidos lingüísticos» y critica a los medios bajo el argumento de que por estos días se da un fenómeno inédito: «la casi perfecta sincronicidad de la pandemia microbiana con la informativa», según sostiene en una entrevista con Télam el autor de obras como «Esferas» y «Normas para el parque humano».

Cuando un fenómeno o cataclismo quiebra la certidumbre a escala global, la onda expansiva no demora en llegar al lenguaje y se transforma en dispositivo de lectura.  El impulso es pensar que la pandemia actual ha facilitado entonces la metáfora de la epidemia que Sloterdijk despliega en uno de los artículos que da nombre a su nuevo texto, pero el filósofo -que alguna vez se ha definido como un inmunólogo teórico- hace tiempo que suele apelar a la narrativa virológica para describir el funcionamiento de la política y los medios de comunicación.

El pensador, uno de los más destacados de la actualidad -no solo por la originalidad de su pensamiento sino también por su vocación polemista y su tendencia a la incorrección política- acusa recibo de una formación heterodoxa que incluye a Nietzsche, Lacan,  Valéry y hasta al gurú Osho -de quien destaca «su capacidad de provocación espiritual»-, y redunda en una obra tan innovadora como erudita, siempre proclive a la ironía. Se declara como apolítico pero su invocación a Nietzsche y Heidegger -ambos asociados con el nazismo- le han valido algunas críticas.

«Todavía no estamos en condiciones de mirar más allá de la pandemia actual. Muchos esperan con ansias la vuelta a la ‘normalidad’, es decir, a sus preocupaciones primarias, a la cotidiana frivolidad del modo de vida consumista. Pero creo que esta crisis llevará con el tiempo a una transformación de la conciencia colectiva dentro del individualismo», destaca Sloterdijk en una entrevista con Télam que comenzó por teléfono y migró al email cuando detectó que el inglés obturaba su fluidez y solicitó responder por escrito en alemán.

A lo largo del reportaje, el filósofo define al cinismo como «un aspecto fundamental para entender el mundo contemporáneo», retoma la figura del filósofo Diógenes, quien «se masturbaba públicamente en las calles de Atenas para no convertirse en la marioneta de su líbido» y compara a Donald Trump, Jair Bolsonaro y otros políticos de derecha con «un monstruo moral de muchas cabezas».

Como una caja de pandora, Sloterdijk arroja conceptos e ideas provocadoras, fiel a su estilo tan profundo como punzante, mientras establece una suerte de línea del tiempo del cinismo en la humanidad, al que también califica como «una forma epidémica», desde el filósofo conocido como Diógenes el Cínico, pasando por la reina María Antonieta, hasta llegar a políticos contemporáneos como los actuales presidentes de Estados Unidos y Brasil, todos englobados en la misma idea de una excesiva sinceridad al expresarse.

«Si en algo me equivoqué, fue en pensar que el fenómeno del cinismo había alcanzado su apogeo en el siglo XX. Debería haber advertido que el complejo entramado de cinismo, inmoralismo, absurdo, la ironía y la cultura de la frivolidad tendría para sí todo el siglo XXI», se lamenta el irreverente pensador.

En «Las epidemias políticas», que Ediciones Godot lanzará en los próximos días, el autor de «Crítica de la razón cínica» define a los medios como «portadores de infecciones» y sostiene que solo de manera superficial la democracia aloja el intercambio de argumentos: en el fondo -plantea el filósofo- se da un enfrentamiento constante «entre epidemias, estrategias y vacunas» y lo que se pretende presentar como información no es más que un entramado de «emoción, envenenamiento y destrucción del juicio público».

Mirá También:  La escritora Margaret Atwood reversiona la "Odisea" de Homero en clave feminista

El libro está integrado por cinco ensayos en los que el filósofo nacido hace 73 años en Karlsruhe alerta sobre la tendencia a la extinción de los matices que da lugar a los discursos de odio y se refiere a los «aberraciones morales y políticas» que se inician con nuevos giros linguísticos como el llamado Brexit:  «Si uno entiende el populismo como una forma de agresión a través de la simplificación, es evidente cómo la abreviatura absurda ‘Brexit’ le abrió las puertas a esa tendencia», enuncia.

– Télam: Al mismo tiempo que esta pandemia puso de relieve algo que ya estaba sucediendo -la visión del «otro» como una amenaza- también generó una suerte de empatía, en tanto pudimos percibir a ese «otro» en angustia y confinado, igual que nosotros. ¿Esta última perspectiva podría generar algún impacto en los discursos de odio que han tenido lugar en las redes sociales y en la política?
– Peter Sloterdijk: El hecho de que las personas a menudo tiendan a ver al otro como una fuente de peligro no es consecuencia de la actual pandemia de coronavirus ni es un invento del racismo pseudobiológico del siglo XIX. Claude Lévy-Strauss señaló hace ya mucho tiempo que una dosis de xenofobia forma parte de la antigua herencia de la especie homo sapiens. En efecto, durante cientos de miles de años fuimos criaturas de grupos pequeños; la convivencia con personas extrañas en conjuntos más grandes, en pueblos, en naciones, en imperios, hubo que aprenderla más tarde y no sin esfuerzo. Y en ninguna parte el aprendizaje ha sido del todo exitoso, como puede verse a la luz de fenómenos como la criminalidad, la antisocialidad o la erosión familiar.
Antes prosperaba una idea de familia expandida. Por supuesto que expandir la metáfora familiar constituye una sugestiva maniobra semántica, pero al hacerlo se olvida que la familia también es el lugar de los clásicos crímenes pasionales y el origen de las guerras civiles.

Además, históricamente la xenofobia no ha sido un mero prejuicio sino que expresa una experiencia atávica de personas con otras personas. Todas las altas civilizaciones tienen como antecedente la extensión de la caza de animales a la caza de humanos. Pero así como no toda cacería animal termina en degüello, no toda cacería humana proyectaba matar a los prisioneros.
La fobia a los extraños ha devenido no pocas veces en un sistema vicioso de hostilidad hacia los débiles y los fugitivos, al tiempo que dispositivos afectivos más antiguos (pánicos existenciales, tabúes alimentarios, masculinismos, códigos de honor) se han vuelto disfuncionales en el mundo moderno.

La epidemia de los medios de comunicación

-T: En «Las epidemias políticas» dice que los medios de comunicación modernos son portadores de infecciones y que la democracia es la aparición de la epidemiología. ¿Cómo actúan en el campo social estos conceptos extrapolados del universo científico?
-PS: La experiencia de la libertad es contagiosa. En esa observación se basa la posibilidad de la democracia. Es la forma de vida en la que personas no libres se dejan contagiar voluntariamente por la libertad para deponer las costumbres de sumisión. Desde esta perspectiva existe un viejo vínculo íntimo entre lo político y lo epidémico.
Esto trae al mundo la contradicción fundamental de la civilización política moderna, esa contradicción existente entre la retórica de los valores universales y la persistencia del abismo que separa brutalmente las formas de vida sobreprivilegiadas de las subprivilegiadas.

Mirá También:  Diez años fundacionales del fotoperiodismo argentino reunidos en "Pretéritos Imperfectos"

Ahora bien, casi nada es tan contagioso como el entusiasmo por las ideas universalistas. Cuando el universalismo fracasa, surge la crítica; cuando la crítica fracasa, surge furioso el resentimiento masivo; cuando la decepción no conduce a la resignación sino que se expresa de manera ofensiva, surgen epidemias de ira. Esas epidemias transmitidas por los medios de comunicación son realidades psicosociales. Pero el uso de términos como «infección» y «epidemia» no es puramente metafórico. El descubrimiento de la transmisión de enfermedades y afectos es mucho más antiguo que el de los microbios.

– T: ¿Y cómo opera eso en el contexto de esta pandemia?
-PS: En la actualidad se agrega algo que nunca antes se había visto de esta manera: la casi perfecta sincronicidad de la pandemia microbiana con la informativa. Es toda una novedad con la que deberemos lidiar de aquí en adelante. Pone de manifiesto que la globalización realmente existe y que los bienes, las personas, los microbios y la información viajan casi a la misma velocidad.

¿Un nuevo contrato social?

– T: En este escenario hemos descubierto que la preservación individual no es la solución ¿Esto generará un nuevo contrato social o, como en otros ciclos de la historia, la vuelta a la normalidad repondrá los pactos existentes?
-PS: Todavía no estamos en condiciones de mirar más allá de la pandemia actual. La esperanza puesta en las vacunas es plausible pero no nos da una respuesta a la pregunta de cómo será la vida «después». Muchos esperan con ansias la vuelta a la «normalidad», es decir, a sus preocupaciones primarias, a la cotidiana frivolidad del modo de vida consumista. Pero creo que esta crisis llevará con el tiempo a una transformación de la conciencia colectiva dentro del individualismo. Cada vez más entenderemos que la inmunidad no es un asunto privado. Lo mismo que la seguridad.

En Europa, la Ilustración comenzó entre otras cosas con la afirmación de que el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo. Sobran razones para dudar de la veracidad de esta tesis. Las inmunidades y seguridades definitivamante tampoco están entre las cosas mejor repartidas del mundo. Con más razón hay que velar por su mejor distribución; y por una nueva conciencia de discreción humana y distanciamiento no aristrocrático. Esta preocupación de largo aliento constituye la verdadera definición de democracia.

«Si no tienen pan, que coman pasteles»

T: Usted ha dicho que líderes como Trump pasarán a la historia como ejemplo de cómo el cinismo de un gobernante se asocia con el cinismo de sus partidarios. ¿Por qué los votantes de la democracia se identifican cada vez más con las necesidades de los políticos frívolos? ¿Ya no son sólo las ideologías las que están en declive, sino también la política?
– PS: Esta cuestión se relaciona con aspectos que son de extrema importancia para entender el mundo contemporáneo. Hace casi 40 años, en mi libro «Crítica de la razón cínica», esbocé de manera un poco sonámbula una idea que ha ido develándose más y más desde entonces: un monstruo moral de muchas cabezas que nos observa bajo la fisonomía de muchos llamados estadistas: Trump, Bolsonaro, Putin, Assad, Duterte o Mugabe, para nombrar sólo seis de cuarenta y nueve.

Mirá También:  Osvaldo Baigorria: "La guerra contra el indio fue una guerra entre bárbaros"

En el transcurso del siglo XX se adoptaron formas epidémicas, un tipo de inmoralismo naturalista conocido desde la antigua Grecia: el cinismo. Diógenes se masturbaba públicamente en las calles de Atenas para no convertirse en la marioneta de su líbido; dicen que durante una hambruna en París María Antonieta dijo sobre el pueblo: «Si no tienen pan, que coman pasteles». Cuando Talleyrand estaba en su lecho de muerte, el confesor le pidió que abjurara del diablo, a lo cual dicen que él respondió: «No es momento de andar haciendo enemigos».

El cinismo es parte del malestar en la cultura. En el cinismo se puede ver al gemelo malvado del chiste. Cuando escribí el libro pensé que había llegado la hora para la interpretación del cinismo. Si en algo me equivoqué, fue en pensar que el fenómeno había alcanzado su apogeo en el siglo XX. Debería haber advertido que -mal que le pese a cualquier nuevo moralismo- el complejo entramado de cinismo, inmoralismo, absurdo, ironía y la cultura de la frivolidad tendría para sí todo el siglo XXI.

De la masturbación de Diógenes al cinismo de Trump

-T: ¿Cómo se entroncan esas formulaciones hechas cuarenta años atrás con el libro que se publica ahora?
– PS: El libro contiene algunos intentos de ponerme al día con el desarrollo del problema. Para decirlo de manera muy sencilla: el cinismo desde arriba surge cuando individuos creen ser demasiado poderosos como para tener que atenerse a las reglas del juego; en el cinismo desde abajo se expresa la amargura de las personas que consideran estar demasiado en desventaja como para atenerse a las normas que se pretende aplicar a todo el mundo, pero que parecen hechas para los mejor posicionados. En ambos fenómenos se pone de manifiesto una soberanía asilvestrada. Por eso a menudo también tienen un costado entretenido.

El cinismo desde arriba y el cinismo desde abajo confluyen en fenómenos como el trumpismo o el bolsonarismo. Ambos «estadistas» son objeto cuasi predestinado del análisis del chiste y la interpretación del cinismo. Ambos ponen en duda el preámbulo de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, según el cual es evidente que todos los seres humanos nacen libres e iguales. En vista de estos fenómenos, cabría más bien decir que lo evidente es que muchos seres humanos, quizás la mayoría, aún están encadenados, por no decir que nacieron prácticamente esclavos. Seguramente han tratado de emanciparse, pero no han pasado de la condición de esclavos con pasaporte que se han escapado. Estas personas, cuando obtienen libertad de elegir, eligen de buena gana líderes en cuyo habitus (NdR: conjunto de disposiciones socialmente adquiridas que mueven a los individuos a vivir de manera similar a la de otros miembros de su grupo social) grandioso se reconoce instintivamente a sí misma la psique del esclavo fugitivo. Cuanto más descaradamente se comporta el hombre en la cima, más satisfechos están los aclamadores incitados al desenfreno. Por supuesto que hay muchas otras razones para el éxito de tales figuras, y algunas de ellas se encuentran bajo la órbita de análisis del cinismo: son ellos mismos culpables quienes esperan que su propia situación mejore votando a Trump o Bolsonaro. Hace ya dos mil años que circula la vieja sabiduría maligna, formulada por primera vez en Roma, mundus vult decipi: «El mundo quiere ser engañado, luego que se lo engañe».

Agradecimientos a Carla Imbrogno por la traducción y a Uwe Mohr, director del Goethe-Institut

Deja un comentario

You May Also Like

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *