Este texto fue publicado en caliente como editorial en el portal español CTXT –un espacio de información y análisis crítico de izquierda- apenas finalizadas las elecciones. El final con algún exceso de épica se comprende: lo que se esperaba de los comicios era pura pesadilla.

Rompiendo los augurios de todas las encuestas publicadas por los medios de la derecha –solo el denostado Tezanos y 40dB se acercaron al resultado final–, Pedro Sánchez, las fuerzas del Gobierno de coalición (PSOE+SUMAR) y sus socios plurinacionales han conseguido frenar el anunciado triunfo de la alianza entre la derecha trumpista y la extrema derecha, que suma 169 escaños, a siete de los 176 necesarios. Con el 99% de los votos escrutados, el PP gana las elecciones con 136 escaños (tenía 89 en 2019), y el PSOE resiste en segundo lugar con 122 diputados: lejos de hundirse, Sánchez logra dos sillones más de los que tenía en 2019. La diferencia entre los dos grandes partidos es mínima: 1,5 puntos y 300.000 sufragios, en una suma total de más de 15,5 millones de papeletas.

Así, parece claro que el PP no conseguirá su principal objetivo, desalojar a Sánchez de la Moncloa, lo que supone un fracaso en toda regla para Alberto Núñez Feijóo, que seguramente paga una segunda semana de campaña pésima, en la que mintió de forma reiterada, despreció a la ciudadanía negándose a debatir en la TV pública y mostró ramalazos machistas y autoritarios. Aunque tampoco está claro que la izquierda vaya a conseguir forjar una mayoría suficiente para la investidura, pues Junts aparece como la clave para ganar por más síes que noes en la segunda votación, las fuerzas progresistas tendrán más opciones de evitar un posible bloqueo que el PP.

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Las generales dejan un escenario de concentración del voto entre los dos grandes partidos nacionales, que copan el 67% del voto total, frente al 48% conjunto que sumaron en 2019. Una razón es la desaparición de Ciudadanos y la otra es la mejor noticia del día, el descenso de la extrema derecha, que pasa del 15% de 2019 al 12% actual, y pierde 19 de sus 52 diputados.

También se beneficia el bipartidismo de la pérdida de apoyos de Sumar, la plataforma heredera de Unidas Podemos, que consigue 2,95 millones de votos (el 12%) y 31 diputados, frente a los 38 diputados y 3,7 millones de papeletas que lograron las mismas fuerzas separadas hace 4 años. La suma de siglas fraguada por Yolanda Díaz cierra su primera cita electoral sin haber podido superar a Vox (N del E: la potente ultraderecha española) como tercera fuerza ni en votos ni en escaños, aunque se queda a menos de 23.000 sufragios. El resultado en Madrid es especialmente doloroso, ya que Sumar pierde tres puntos respecto a 2019, y es mejor en Catalunya: segunda fuerza tras un PSC (Partido Socialista Catalán) arrollador.

Zapatero, Sánchez: Resistiré

La campaña (espectacular, inesperada, contundente) del expresidente Zapatero, y la valiente y templada actuación del propio Pedro Sánchez, que decidió con audacia adelantar las elecciones tras el desastre de las autonómicas de mayo, han logrado movilizar al electorado socialista y frenar las anunciadas fugas al PP. Sánchez ha demostrado una vez más que es un candidato muy difícil de batir cuando todo parece en contra y, sobre todo, cuando todos le dan por muerto. Estos han sido seguramente los dos factores positivos que más han contribuido a que el centroizquierda haya resistido la trumpista ofensiva lanzada por Feijóo (N de E: el candidato del Partido Popular) y sus medios afines, que a falta de un proyecto político apostaron todo a la mentira y la descalificación, unos usando las peores artes del periodismo corrupto y otros los ardides de la política más baja.

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Las alianzas para gobernar autonomías con Vox y las primeras medidas anunciadas (censuras, subidas de sueldos, eliminación de símbolos LGTB y el negacionismo de la violencia machista) han sido también gasolina para buena parte del electorado de izquierdas que parecía indeciso o desmotivado, como indica que la participación final ha superado el 70%.

El resultado ajustado entre los dos bloques ideológicos aboca ahora a los 11 partidos que han obtenido representación parlamentaria a unas semanas de negociaciones a varias bandas. El PP anunció tras el recuento que Feijóo se presentará a la investidura para intentar formar gobierno. Pero los números, salvo sorpresa mayúscula, simplemente no parecen llegarle. Con UPN y quizá Coalición Canaria las derechas sumarían 171 diputados. Pero no parece previsible que PNV (Partido Nacionalista Vasco) o Junts (N del E: independentistax catalanes) puedan ofrecer sus votos a un Gobierno con Vox.

Al otro lado, el PSOE y Sumar necesitarán el apoyo explícito de ERC, Bildu, PNV y BNG, y la abstención de Junts para poder ganar la investidura. De momento, es un alivio que Feijóo, el supuesto moderado amigo del narco, impúdico aliado de la extrema derecha, y seguramente el candidato más mentiroso que se ha presentado nunca a unas elecciones en España, solo pueda más que celebrar una victoria estéril, que supone una estupenda noticia para la democracia y para Europa.

El gobierno de coalición liderado por el sanchismo y por UP, y apoyado por sus socios plurinacionales, ha dado al país en estos cuatro años muchos más beneficios que problemas, y una alternativa azul y parda, como se está probando ya en autonomías y ayuntamientos, no auguraba nada bueno. España acaba la jornada dando ejemplo a Europa y al mundo de que, pese a que los medios de comunicación más poderosos se empeñen en apoyar a las fuerzas ultraliberales y en blanquear a la extrema derecha, cuando la ciudadanía se moviliza para defender sus derechos y su libertad, es posible pararlos.

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