Lucía De Leone y el rastreo de la genealogía de la literatura feminista.

Lucía De Leone y el rastreo de la genealogía de la literatura feminista.

Por fuera del recorrido heterosexista y patriarcal que marca la tónica de los estudios literarios, el volumen «Historia feminista de la literatura argentina. En la intemperie. Poéticas de la fragilidad y la revuelta» surca una genealogía de los últimos 30 años en clave feminista, a partir de un enfoque interseccional que cruza género, clase y etnia y que posiciona a la crítica y el ejercicio de la investigación como acción de intervención política.

Publicado por la Editorial Universitaria de Villa María (Eduvim), de Córdoba, el tomo inaugura un proyecto que reunirá otros seis títulos bajo la dirección de Nora Domínguez, Laura A. Arnés y María José Punte, con la intención de construir una historia argentina de la literatura feminista. De hecho, este primer volumen propone un recorrido temporal invertido porque, a diferencia de las cronologías tradicionales, arranca por el presente con un abordaje que va de 2020 a 1990 para alumbrar allí donde la crítica literaria canónica no posa su atención.

Coordinado por Arnés, Punte y Lucía De Leone, el libro despliega en más de 500 páginas un mosaico diverso y novedoso sobre zonas que abriga y despierta la literatura: las alianzas feministas -como se titula la primera sección que recupera experiencias de producción colectiva- territorios generizados, escrituras y lenguajes desobedientes, aborto, intimidad, disidencias o poéticas trans, entre otros ejes sobre los que escriben Tamara Kamenszain, Florencia Angilletta, Cecilia Palmeiro o Inés Kreplak.

Las editoras junto a Nora Domínguez, impulsora del proyecto.

Las editoras junto a Nora Domínguez, impulsora del proyecto.

«La idea de publicar el último tomo se debe al resguardo de la vigencia de los temas abordados y se basa en la intención de participar desde nuestra praxis en todas las mareas, vinculando así nuestra actividad intelectual con nuestro activismo. Por el otro, tiene que ver con el concepto de la colección y los modos de pensar el tiempo. Lejos de cronologías pautadas y heredadas de sistemas heteropatriarcales, armamos las propias, que por supuesto tienen una lógica deudora de un ‘tiempo feminista'», dice a Télam Lucía De Leone -docente, investigadora del Conicet y militante feminista-, en una entrevista que tejió junto a las otras dos coordinadoras, Punte y Arnés.

-Télam: Las investigaciones que trazan recorridos suelen tomar como perspectiva el pasado, sin embargo este tomo se concentra en el presente ¿cómo se vincula con la celeridad que tomó la agenda feminista a partir de la popularidad de movimientos de mujeres y disidencias?

-Lucía De Leone: El trabajo con lo contemporáneo exige además de mirar a nuestro alrededor el desafío de la lectura de la tradición pero en clave feminista. ¿No hubo femicidios en la literatura argentina? Claro que sí, sólo que no los supimos leer o se impuso otra lectura sobre la mirada que advierte las opresiones de género. En este sentido, marcamos los años 90 del siglo pasado como un punto de inflexión para ubicar la emergencia de otras formas artísticas: alianzas feministas en ciclos poéticos, encuentros colectivos autogestionados, surgidos en plena crisis económica e ideológica.  Ahí comenzaba otra cosa que se diferenciaba de ese largo siglo XX. Asomaban muchas de las características que hoy vemos y nombramos con mayor claridad en relación con el estatuto de la literatura, el arte en general y la política.

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Por otro lado, ¿quién diría diez años atrás que hoy íbamos a haber ganado las calles con nuestros reclamos por la ampliación de derechos? ¿Quién diría que es posible encontrar en los anaqueles de librerías comerciales un proyecto político como una  «Historia feminista de la literatura argentina»? Recalcamos “feminista” con la clara conciencia de que este concepto no se comprende si no son invocadas las problemáticas que incluyen de manera interseccional tanto a las cuestiones de etnia y de clase como de sexo; que feminismos no es cosa de mujeres sino que se habla en un plural inclusivo y combativo de toda injusticia social y que se seguirá desplegando en la medida en que sigan surgiendo nuevas interpelaciones.

Laura A. Arnés, Lucía De Leone y María José Punte, editoras del primer tomo. Foto: Christoph Werner.

Laura A. Arnés, Lucía De Leone y María José Punte, editoras del primer tomo. Foto: Christoph Werner.

-T: Trabajar sobre el presente no es práctica habitual de la crítica literaria académica, con este gesto el volumen aporta y entra en los debates que se dan en la actualidad…

-L.D.L: Trabajar con el presente es un arma de doble filo. Porque al mismo tiempo que suceden los fenómenos una se encuentra pensando e intentando encontrar abordajes justos y categorías oportunas para analizarlo. El margen de error existe pero también cierto pionerismo exploratorio que marca un hito en esas mismas investigaciones. La «Historia feminista de la literatura argentina» es un antes y un después en historia de la crítica literaria. Trabajar la actualidad es un desafío permanente que incomoda e intranquiliza y que consiste en tener que vérselas con un presente continúo, que cambia quizá en semanas porque se aprueban o vetan leyes o porque un caso de femicidio o travesticidio revuela la revuelta, y miramos todo con ese extrañamiento de niñxs, como si fuera la primera vez. Lo que no deja de ser apasionante y todo un gesto político de intervención en el tejido socio cultural actual. Estamos convencidas de que la crítica literaria es un modo de intervención y  es una forma revoltosa por no decir revolucionaria de desbaratar los saberes estancados o predecibles.

-T: ¿Por qué el título «En la intemperie. Poéticas de la fragilidad y la revuelta?

-L.D.L: El concepto de “intemperie” contiene una doble valencia: por un lado, es la exterioridad; por el otro, es un espacio que permite empezar de nuevo y, en ese sentido, puede resultar creativo. Hay ecos de Judith Butler en esta idea, sobre todo en las nociones de “vulnerabilidad” y de “precariedad”. La precariedad es una condición existencial, ontológica: la subjetividad de cada une depende de las interrelaciones y de nuestros contactos con les otres. Pero también es la situación de exclusión social y política en la que se deja a muchos cuerpos. Venimos de un neoliberalismo que introduce políticas de la muerte, que pretende domesticar los cuerpos y produce subjetividades vulnerables y vulneradas. Pero al mismo tiempo, en este siglo XXI encontramos que pese a todo hay cuerpos que toman las calles, voces que gritan, que están presentes también en el orden de las representaciones. Frente a los dispositivos de vigilancia y las pasiones tristes como dicen muchas feministas aparecen las eróticas festivas como contracara insurrecta. Fue así que consideramos cómo, si bien estas poéticas nos interpelan desde la fragilidad, no lo hacen sin revuelta, sin ruido, sin baile, sin bulla.

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-T: ¿ Y cómo intervinieron en la literatura las tensiones propias de los debates sobre género, identidad, corporalidad de las últimas décadas?

-L.D.L: Como la crítica, la literatura es también un modo de intervenir en la sociedad. Muchos de los libros actuales que se hacen cargo de las tensiones que acarrean estos debates son escritos por escritoras que hacen de su práctica estética un modo de estar en el mundo. Hablaría de una reunificación de la calle y la casa o de una nueva cartografía política del espacio común. Pienso en Gabriela Cabezón Cámara como paradigma de ese fenómeno que publica «Beya. Le viste la cara a Dios» en plena militancia contra la trata de personas. Y cómo su literatura, la publicada no sólo en las grandes editoriales sino en sellos independientes, sale del circuito de lectores y lectoras esperades para abarcar o conquistar toda una nueva franja lectora al punto de ser referida no sólo en universidades o escuelas sino también en espacios comunitarios.

Pero no es el único caso, hoy es un fenómeno extendido, al punto de que como nunca antes encontramos una pluralidad de nuevas voces que tienen mucho por decir sobre los femicidios, el aborto, las maternidades, los afectos, los modos de reconquistar territorios nacionales virilizados. En este sentido es importante mencionar el caso de «Los Martes verdes», el libro que sale en los días que mediaron entre la media sanción de diputados de 2019 por la aprobación de IVE y la vigilia ante la votación del Senado que resultó negativa. La literatura hace ahí otro recorrido: de la calle al libro, de la militancia a las bibliotecas, del activismo al Estado.

-T: Las coordinadoras escriben que el “gran problema político y literario, ético y estético» es «aquel que se pregunta qué historias son narrables, qué cuerpos son visibles y qué relatos son legibles” ¿es este el principal eje que atraviesa los últimos treinta años de la literatura releída en clave feminista?

-L.D.L: En principio, atraviesa toda esta historia feminista, que no se limita al tomo recién publicado. Este es el meollo de la lectura feminista que elegimos echar sobre la literatura argentina entendida como parte del desarrollo social. Las tareas de recuperación de autoras y textos olvidados, que fue la razón que nos impulsó en un primer momento para emprender el proyecto, fue mostrando a lo largo de la investigación de estos últimos tres años que había mucho más para tener en cuenta al pensar en cómo se lee desde el feminismo. No tiene solo que ver con la cuestión de las representaciones ni con recuperaciones cosméticas o políticamente correctas. La apuesta está en un modo de leer diferente que, al tiempo que revisa una tradición, construye nuevas series. Es un tema político, además de literario, porque tiene que ver con la inteligibilidad de los cuerpos y de cómo se entienden los vínculos, los modos de hacer comunidad, entablar alianzas y pensar los afectos. Supone poder nombrar y establecer categorías además de hacer visible lo que ocultó un sistema heterocispatriarcal. Es una precondición de hacer habitable, de hacerle un lugar a tantos cuerpos ninguneados y denigrados, que estuvieron circulando siempre: no se los veía, pero tampoco se los podía concebir, nombrar y otorgarles derechos. De ahí que toda esta historia feminista quiera ser revulsiva y no solamente la que se atreve a introducir en el terreno supuestamente aséptico de los estudios literarios temáticas como el aborto, la trata, los feminicidios, los cuerpos travestis, las sexualidades disidentes,  las nuevas formas de maternar.

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T: Justamente, a diferencia de otros períodos cuando se relee alguna trama en clave feminista suele tratarse de un trabajo de reposición y recuperación de nombres propios, sin embargo aquí más que nombres importan los imaginarios que abrieron.

-L.D.L: Ya resulta bastante conocida e inocultable la queja de las escritoras y productoras culturales del papel acotado que se les adjudica a las mujeres en los espacios de la “ciudad letrada”, tanto en la academia, como en todos los ámbitos de la difusión cultural, como premios, mesas redondas y congresos.Las historias de la literatura argentina existentes no han sido una excepción, ni siquiera aquellas publicadas en los últimos diez años. Al contrario: es exasperante el ninguneo que se hace a las escritoras en el canon literario, con alguna que otra concesión a unas pocas figuras.

Por otro lado, los estudios de género fueron profundizando en las últimas décadas una labor crítica que dejó al descubierto un universo de autoras que fueron creando y publicando al ritmo de los avances de los movimientos feministas durante el siglo XX. Ese diálogo tampoco debería ser invisibilizado. Las mujeres creando supusieron un trabajo subterráneo que, en gran medida, se puede decir que socavó los cimientos del bastión patriarcal. Volviendo al presente, ahora somos testigos de una especie de estallido, con más y más textos que llevan firma de mujer o de sujetos feminizados, con nuevas voces y lenguas antes inimaginables haciéndose un lugar y generando nuevas imaginaciones y poéticas inéditas.

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