Unos 200 empleados de Telefé tienen —o tenían— dinero invertido en Wenance, la fintech de Alejandro Muszak con oficinas en Olivos, que otorgaba préstamos por internet a sectores no bancarizados a tasas altísimas y hoy enfrenta varios procesos judiciales en simultáneo.

Un periodista del canal, experto en finanzas, fue contratado por Muszak en calidad de asesor. Su tarea, en realidad, consistía en comunicar las bondades y ventajas del proyecto a potenciales inversores. Al igual que en el caso F, mencionado días atrás, él también puso sus ahorros en manos de Muszak. Y su capacidad de persuasión logró sumar a otros 200 trabajadores de la empresa. Entre ellos, el “Tano”.

Está vinculada con el caso la muerte del “Tano”, delegado sindical, un productor muy querido por sus compañeros de trabajo en los estudios de la localidad de Martínez, cariñosamente despedido al aire y en las redes sociales por figuras como Nancy Duplaá, Paola Krum, Carola Reyna, Juan Minujín y Ariel Rodríguez Palacios.

El “Tano” decidió terminar con su vida dos semanas atrás, después de la caída de Wenance. Había perdido una suma de dinero importante, reunida a lo largo de años de trabajo y esfuerzo.

¿Quién regula?

“El origen del problema”, afirma el abogado experto en derecho del consumidor y titular de ADUC Osvaldo Bassano, “radica en que la ley de entidades financieras vigente es la de la dictadura«. Y explica: «La legislación hace una distinción entre las entidades financieras y los proveedores de crédito no financiero. Estos últimos quedan por fuera de la órbita del BCRA y sus regulaciones no las alcanzan. Las fintech son, en muchos casos, la continuidad de las cuevas, mutuales y cooperativas de crédito falsas de décadas anteriores”.

«Muchas veces, empresas como Wenance toman dinero de las cuevas, que a su vez pertenecen a los principales bancos comerciales privados», agrega el abogado. «Son su trastienda o su cara B, son los que apuestan contra el peso cuando ven la oportunidad y son los principales interesados en que esa ley nunca se modifique. Ahora, hasta esa ley les parece demasiado, y por eso ponen en la campaña de Milei”.

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«Por eso es interesante la decisión de la jueza de San Isidro de rechazar el concurso preventivo. Esa figura aplica para sociedades comerciales, pero no para financieras. La jueza Gabriela Paladín está diciendo que de esto se tiene que encargar el BCRA. Puede ser un punto de inflexión», sostiene. «Las fintech insisten en lo que la doctrina llama alegalidad, ausencia de control legal o auto control, que lleva a perjudicar a los que menos tienen, que son los que se endeudan para vivir.»

A fines de 2020, entrevistado por Bank Magazine, una de las revistas especializadas en el sector, Muszak afirmaba: “En febrero, el Banco Central emitió una normativa que irrumpió con todo lo que es servicios de cobranzas que teníamos las fintech y todo el mercado financiero secundario, donde básicamente a partir de ese día nos impide cobrar por el débito directo las cuotas de los créditos. Eso produjo un antes y un después, ya que muchas empresas pequeñas, fintech, que estaban basadas en ese modelo de cobranza básicamente dejaron de operar. Nuestra empresa, que está mucho más armada en términos de riesgo, de financiación, que entiende mucho mejor la relación con el cliente, supo adaptarse y no fue un escollo esta normativa”.

En efecto, Muszak se refiere a la comunicación A6909 del 19 de febrero de 2020, que impedía el uso del “DEBIN” o débito inmediato o débito directo, sobre cuentas sueldo, práctica que tampoco abandonó, como demostró el testimonio de la enfermera C.A, que tomó un crédito pocos meses más tarde. Antes de esa fecha, había vía libre para debitar y confiscar.

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La circular fue el fruto de un pedido reiterado por varios gobernadores e intendentes de todo el país a las autoridades del BCRA, entonces recién ingresadas. Las fintech y otras empresas «proveedoras de crédito», como las denomina la ley, hacían débitos sobre las cuentas sueldo de los empleados provinciales y municipales sin ningún tipo de restricción ni tope. En muchos casos, terminaban cobrando apenas el 10 o el 15 por ciento de sus haberes, con un largo mes por delante, mientras que en las entidades financieras reguladas no se otorgan préstamos cuya cuota supere el 30 por ciento del ingreso mensual del tomador. Durante los años de Mauricio Macri, esa práctica no tuvo ningún freno regulatorio.

La explicación hay que buscarla en otro de los imputados, el socio minoritario de Muszak y exsecretario de Agricultura Familiar Santiago Hardie. Hardie fue uno de los miembros fundadores de los Jóvenes Pro y ahí supo tejer relaciones que más tarde sirvieron para la protección política de Wenance.

La habilidad de Hardie para caer parado le viene de chico. Apenas egresó de la secundaria en el Colegio del Salvador, el histórico colegio jesuita de la avenida Callao en la ciudad de Buenos Aires, fue contratado como auxiliar administrativo en ese mismo establecimiento educativo.

Otra práctica habitual de Wenance era la de entregar el monto del préstamo, menos la primera cuota. Semanas más tarde, la volvían a debitar y los clientes reclamaban, pero la resolución y devolución podía tardar tres o cuatro meses. Tres o cuatro meses de colocaciones, multiplicado por 250 mil clientes activos, en un país con inflación y tasas elevadas, es un negocio paralelo no menor.

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Personaje

Ver “Billions”, la serie de Netflix que comenzó en 2016 y sigue acumulando temporadas, coinciden fuentes judiciales y políticas que trataron con Muszak, ayuda a comprender la psicología del personaje.

“Billions” cuenta la historia de Bobby Axelrod (encarnado por el actor Damian Lewis), un joven neoyorquino de clase media baja, lleno de ambición y talento, que llega a Wall Street y tras un par de jugadas misteriosas, abre su propio fondo. Axelrod avanza, crece, acumula, apuesta contra monedas de países en desarrollo, toma fondos de la mafia rusa entre otras bellezas. El dinero le da poder y le permite comprar prestigio: todo y todos tienen un precio.

Hasta que su camino se cruza con el del fiscal Chuck Rhodes (Paul Giamatti), miembro de una familia de la élite tradicional de la costa este. Aunque mucho menos próspera que la nueva burguesía financiera, esa élite domina universidades, logias, partidos políticos, oficinas gubernamentales, clubes e instituciones. Claro que a Rhodes le gusta la guita, como a cualquiera, pero tiene otra concepción del poder. Una que combina conocimineto, prestigio, relaciones, apellidos, más aristocrática y -apenas- menos brutal que la de su enemigo.

El conflicto entre ellos es tan inevitable como prolongado y apasionante. La pregunta es si hay un (o una o más) Chuck Rhodes en Argentina y en la vida real. En las audiencias de la serie, Axelrod canchereaba, provocaba a Rhodes hasta sacarlo. En la vida real, el forcejeo doméstico es parecidoi: la semana pasada, ante la fiscal Mónica Cuñarro, Muszak se negó a declarar.

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