Fue sin prisión preventiva, pero los declaró partícipes de las maniobras para asustar a las víctimas del supuesto agente de inteligencia. Hasta llegaron a posar como agentes en servicio de la DEA en Argentina.

El juez federal Alejo Ramos Padilla procesó sin prisión preventiva a dos de los hombres que el supuesto agente inorgánico Marcelo D’Alessio usaba para amedrentar a sus víctimas. Se trata de Eduardo Ariel Menchi, alias Chispa, y de Mario Rubén Díaz, alias Alemán, que “hicieron aportes relevantes actuando como ‘custodios’ al servicio de D’Alessio y –según el caso lo requiriera– del fiscal (Carlos) Stornelli, la DEA o la Embajada de EE.UU.”. El juez los procesó como partícipes necesarios de la coacción al ex directivo de PDVSA Gonzalo Brusa Dovat y secundarios de la extorsión a Etchebest. En el caso de Menchi, a quien conocían los ex comisarios vinculados a la Agencia Federal de Inteligencia a quienes elevaba informes D’Alessio, lo procesó como miembro de la asociación ilícita dedicada al espionaje y contraria a las previsiones de la Ley de Inteligencia Nacional.

En el caso Brusa Dovat, el “paquete” que el espía entregara al periodista Daniel Santoro y al fiscal Stornelli, los custodios aportaron “intimidaciones, amenazas y engaños” para quebrarlo. Los padecimientos comenzaron el 23 de enero, cuando Brusa se reunió con D’Alessio a partir de una gestión del periodista Rolando Graña. En esa cita, a la que acudió el ex comisario Aníbal Degastaldi, el agente se presentó como “jefe regional de la DEA”, le mostró un arma, una placa y un fajo de dólares, y le señaló a sus “custodios”. Le anticipó que por “los protocolos de la DEA” debía exhibirlo para protegerlo. Dos días después le hizo saber que conocía su vida laboral y económica, le dijo que se armaba una en su contra y que a cambio de información podía desvincularlo.

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El 30 de enero, citado a otro restaurante, Brusa Dovat se encontró con D’Alessio y con Santoro, quien “me dice que íbamos a hacer una entrevista escrita y una grabación en video”. “Es parte del protocolo de la DEA”, apuntó D’Alessio. Santoro insistió y la víctima cedió. Brusa relató que no quería dar esa nota, que salió del encuentro “desorientado”, llamó a un amigo para que lo buscara y, apenas arrancaron, la Toyota Corolla de los supuestos custodios de D’Alessio se les pegó. “¿Todo bien?”, los intimidó el conductor. En un intercambio con Bogoliuk, D’Alessio contó que su víctima “entró en pánico” cuando lo apretó en la mesa con Santoro.

El 1º de febrero Brusa lo llevó a Canal 13. El domingo 3 salió la nota en Clarín y el 4 a la mañana lo pasó a buscar para llevarlo a Comodoro Py junto con dos monigotes jóvenes, de pelo corto, jean y zapatillas: el “equipo de la DEA”, dato que le recordarían en una visita a su domicilio. Mientras esperaban, D’Alessio le recordó que debía declarar “en coincidencia con la nota de Santoro”. Pese a su resistencia, esa noche lo llevó al programa de Eduardo Feinmann en A24.

Al analizar las finalidades de la operación, Ramos Padilla destaca la de “exhibir el despliegue del ‘equipo de trabajo’ y su poder de acción de campo ante funcionarios activos de la AFI”, para la que D’Alessio dijo que trabajaba. Bogoliuk se ufanó de acceder al “legajo” de un directivo de una firma vinculada a PDVSA y de haber “pasado el informe” a su superior.

El caso Etchebest es más conocido: fue el denunciante de D’Alessio, quien lo extorsionó invocando a Stornelli para desvincularlo de la causa “cuadernos”. En esa oportunidad “hicieron las veces de ‘custodios’ supuestamente al mando del fiscal Stornelli, lo que no era más que parte de la intimidación necesaria que la maniobra extorsiva requería”. Fue el 6 de febrero, en la galería Armenia, donde Etchebest iba a pagar 200 mil dólares por la “gestión” ante Stornelli, encuentro que canceló ante el inminente allanamiento a D’Alessio. “Yo estoy con 2 custodios que está mandando el jefe a buscar esto”, escribió el espía.

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El juez no encontró elementos suficientes para imputar a Díaz por asociación ilícita.

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