Aunque el gobierno intenta esconder el dato, para no generar expectativas sobre una gestión de la que puede salir mal parado, al regreso de la delegación argentina que participó de la Asamblea de Primavera del FMI trascendió información más precisa sobre qué fue a solicitar el ministro Luis Caputo a Washington: un crédito adicional de dicho organismo por 12 mil millones de dólares. Una pretensión que todavía no tuvo respuesta, aunque en los despachos del Palacio de Hacienda aseguran que la negociación aún no está cerrada. «Por ahora, no nos dijeron ni sí ni no».

El acuerdo de crédito vigente, de facilidades extendidas firmado en el primer trimestre de 2022, prevé que los desembolsos sucesivos sólo se pueden aplicar a pagar los vencimientos de capital del anterior crédito, el stand by de Mauricio Macri, Caputo y Sturzennegger del año 2018. Es decir que el nuevo crédito refinanció el anterior. Este año, en septiembre, se recibirá el último desembolso del Acuerdo de Facilidades Extendidas de 2022, y con el mismo se pagará la última cuota del Stand By de 2018. Para esa fecha, la deuda con el FMI será aproximadamente la misma que existía a fines de 2019, de alrededor de 44.400 millones de dólares, pero ahora en un nuevo crédito, que empezará a vencer en 2026.

Para que Argentina pudiera acceder a una suma como la solicitada por Caputo al FMI, se tendría que dar una serie de condiciones. Primero, no se trataría de anticipos de desembolsos futuros, porque ya es muy chica la cifra pendiente. Es decir que sería un nuevo crédito, que para ser otorgado requeriría modificar los criterios y políticas de acceso excepcional del FMI. Segundo: sobre las reglas vigentes, ya el préstamo de 2018 excedió todos los límites, se utilizaron todos los argumentos imaginables para justificarlo y pese a ello, todavía resuenan las réplicas del terremoto que causó aquel préstamo tanto en Buenos Aires como en Washington.

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Lo cual hace bastante cuesta arriba su aprobación, ya que demandaría una definición política del gobierno de Estados Unidos mucho más audaz, inclusive, que la que existió en 2018 para otorgarle el crédito de apoyo electoral a Macri que la Argentina recibió entonces.

Para Argentina, además, significaría volvdr al camino del incremento de la deuda y una complicación adicional para las cuentas externas.

Sobretasas en disputa

En referencia a este último punto, esta semana volvió a tratarse en el ámbito del FMI, aunque no en sus eventos formales, el tema de las sobretasas que se le cobran a países deudores. Entre ellos, la Argentina. El tratamiento tuvo lugar en un evento paralelo a la Asamblea de Primavera, pero en el mismo edificio del FMI en Washington. Hubo varias mesas de las que participaron expertos de diferentes países. Pero, puntualmente, la que se tituló «La tasa básica y los sobrecargos del FMI. ¿Momento de su revisión?», fue encabezada por el ex ministro Martín Guzmán. Junto al premio Nobel Joseph Stiglitz, presentaron cuatro alternativas para reformular el tema de las sobretasas.

«Estas opciones, que no son mutuamente excluyentes, van desde la eliminación o reducción de las sobretasas, hasta contabilizar lo que los países pagan por sobrecargos como cancelación de la deuda de capital de los préstamos del FMI», apunta el documento presentado.

Si bien el reclamo de revisión de sobretasas está sobre la mesa desde 2020, cuando Argentina lo comenzó a plantear en foros internacionales, el dato político de este último encuentro estuvo dado por la participación de directores y representantes en el FMI de Estados Unidos, Alemania, Brasil y Egipto, entre otros. No participó el director argentino en el Fondo, Leonardo Madcur, pero sí su antecesor, Sergio Chodos.

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En una nota de Alfredo Zaiat, de agosto de 2023, se señalaba que el cobro de sobretasas representaba, para el FMI, el 44 por ciento de sus ingresos. De ese monto, el 51,6 por ciento era pagado por Argentina, a la cabeza de los 14 países que por entonces sufrían esa carga extra sobre los intereses que pagan en sus créditos con el FMI.

No es un dato caprichoso que, a menos de un año de ese informe, hoy ya sean 22 los países perjudicados por las sobretasas, ya que es una sanción procíclica: castiga a los países endeudados, a los que ya tienen problemas serios de balanza de pagos, agravando su situación. Estas se cobran a países cuyas deudas con el FMI superen el 187,5 por ciento de su cuota en el organismo. Y le cobra una sobretasa de dos puntos sobre el monto que excede ese límite. Pero si la deuda tiene más de tres años, la sobretasa es de 3 puntos.

Argentina, con una cuota de 4400 millones de dólares (aproximadamente), tiene una deuda de 44.000 millones. Es decir, 1000 por ciento de su cuota. Como la deuda viene de 2018, paga una sobretasa de tres puntos: 8 por ciento anual en vez del 5 por ciento «normal» por la deuda que supera los 8250 millones de dólares (el equivalente al 187,5% de su cuota).

En una de las exposiciones en el encuentro, un ex funcionario estadounidense que participó del diseño de la propuesta de la sobretasa, en 2006, apuntó que las condiciones vigentes entonces eran de una sobreliquidez de recursos en el mercado financiero y bajas tasas de préstamo. «Con la sobretasa, pretendíamos desalentar que los países buscaran crédito en el FMI cuando podían acceder al crédito privado, porque nos parecía lo correcto». Luego agregó, «pero hoy es al revés, no hay préstamos para los países endeudados, o lo consiguen a tasas del 12 o el 13 por ciento, eso no es bueno, el FMI debería revisar su política de sobrecargos», aconsejó finalmente.

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De los 22 países que pagan sobretasas, ninguno es del bloque de los desarrollados. Claramente, es una carga a favor de aumentar la desigualdad mundial. Los más comprometidos son Argentina, Egipto y Ucrania, que entre 2020 y 2023 debieron desembolsar más de 5500 millones de dólares a favor del Fondo entre los tres (sólo Argentina, 3693 millones).

En pocos años, el número de países alcanzados por las sobretasas saltó de 8 a 22. Mientras el gobierno argentino pretende incrementar el peso de la deuda con el FMI, en otros foros se sigue peleando, sin llegar a cortarlas, al menos por aflojar las riendas que aprisionan a los países deudores.

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