A más de un mes de iniciada la cuarentena obligatoria, las noticias falsas y datos no chequeados, que al comienzo de la pandemia la Organización Mundial de la Salud denominó “infodemia”, no dejaron de circular y propagarse. Este fenómeno complejo que atraviesa a las sociedades hiperconectadas fue analizado por tres especialistas, en diálogo con PáginaI12. Natalia Aruguete, doctora en Ciencias Sociales; Santiago Mazzuchini, licenciado en Ciencias de la Comunicación; y Natalia Zuazo, magíster en Periodismo, diferenciaron entre fake y false news y analizaron la gravedad que estas noticias pueden suponer para la salud, física y psíquica, de la población. Y coincidieron en que, detrás de su aparición y difusión, está la necesidad de buscar certezas en momentos de incertidumbre.

“Las fake news no son lo mismo que las false news”, distinguió Aruguete y especificó que pueden ser distinguidas por su contenido: “Las false no necesariamente tienen un objetivo o son fruto de la intencionalidad. Puede ser un error involuntario o falta de verificación”, dijo. En cambio, “a las fake news se las identifica a partir de la intencionalidad política que un actor determinado puede tener con la propagación de ese mensaje y no necesariamente tiene que tener un contenido falso”. “Tienen como propósito último ser capitalizadas política o económicamente”, agregó la autora del libro Fake News, burbujas, trolls y otros encantos. Para terminar de explicar el concepto, Aruguete subrayó que las fake news “buscan, en un determinado escenario comunicacional, enlodar la cancha y vaciar de contenido la discusión”.

En la misma línea, Mazzuchini agregó que “siempre que una fake news se toma como verdad es porque hay una ideología que la quiere confirmar”. El comunicador social reflexionó que “los momentos de incertidumbre y de pánico social son proclives para la desinformación”, y en ese sentido alertó que “si bien esa mala información que nos llega no necesariamente son fake news, igual es peligrosa porque puede tener, en este caso, un impacto negativo sobre la salud”.

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Frente a la gran cantidad de false news que se propagaron durante las primeras semanas de la pandemia, la OMS tuvo que lanzar una serie de “consejos para la población acerca de los rumores sobre el nuevo coronavirus”. En los últimos días, en cambio, ya no circuló tanta información falsa sobre el cuidado y la prevención. La desinformación sí estuvo centrada, por ejemplo, en el porcentaje de personal médico infectado en el país. Una noticia falsa –que relevó el portal Confiar de la Agencia Télam– decía que el 40 por ciento de los trabajadores del Hospital Italiano de Buenos Aires estaban infectados por covid-19. Autoridades de la institución comunicaron que los trabajadores infectados en dicha institución son 19 y que el hospital tiene un total de 10 mil empleados, por ende las personas que dieron positivo representan un 0,19 por ciento del total y no el 40.

Algo similiar ocurrió con noticias que indicaban que Argentina “tiene la tasa más alta de personal de salud infectado con covid a nivel mundial”. Esta información, que fue replicada por muchos portales y grandes medios de comunicación, fue desmentida por la OMS al señalar que hasta el momento no se publicó ningún registro a nivel mundial sobre profesionales de la salud contagiados en relación al resto de la población infectada y que, por lo tanto, es un error afirmar que nuestro país tiene el mayor porcentaje global de personal médico afectado.

Zuazo resaltó que “en estos momentos hay una gran cantidad de desinformación que es producto, entre otras cosas, de una fuerte demanda de las personas de recibir información permanentemente”. Para la especialista “es una cuestión de oferta y demanda”, ya que “las personas están demandando noticias que, en general, buscan confirmar algo que ya previamente creían, pero en este momento lo que se agrega es que estamos en una situación nueva para la que no siempre hay respuestas”. “Se suele creer que en la ciencia no hay debate y no es así. La covid es un virus que se conoce poco y se están tomando medidas que no responden a planes previos porque hay discusiones en tiempo real dentro de la ciencia sobre cómo abordarlo”, subrayó en la misma línea Mazzuchini.

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Aruguete explicó que “tenemos tal nivel de angustia, de incertidumbre e intranquilidad con lo que está pasando que necesitamos completar esas sensaciones con certezas. Ese es un elemento central que explica la propagación de fake news”. Los tres especialistas coincidieron en que las fake y false news aparecen para suplir certezas que no tenemos por tratarse de algo novedoso.

Un caso paradigmático que tuvo lugar durante los primeros días de aislamiento fue el de un audio, que tuvo gran difusión, en el que una supuesta médica del hospital Malbrán daba recomendaciones e incitaba a que las personas salieran de forma masiva a comprar a los supermercados porque, según ella, “venía la peor semana de contagio”. Luego, el propio personal del hospital dijo que la mujer no era parte de su equipo. Con respecto a esa fake news, a Zuazo remarcó que en las redes sociales no actuamos racionalmente sino emocionalmente. «Cuando damos me gusta o incluso cuando compartimos una noticia y escribimos algo supuestamente racional estamos haciéndolo desde lo emotivo», dijo, y agregó que «las medidas como la que tomó WhatsApp –no se puede reenviar un mismo mensaje a más de una persona– limitan la circulación de información que se ha multiplicado en estas semanas”.

En ese sentido, Mazzuchini marcó la diferencia entre los dispositivos en los que circulan las noticias falsas: “No es un fenómeno solo de redes sociales, también sucede en los medios tradicionales. Sin embargo, creo que WhatsApp es muy capilar y en ciertos casos puede ser muy proclive para la desinformación, porque se usa para comunicación con amigos o familia. Si el audio es enviado por alguien conocido, solemos creer en él”.

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Otra cosa que influye en la credibilidad del mensaje, según Aruguete, es la autoridad de quien lo envía: “Si el emisor del mensaje tiene reputación, es un elemento fundamental para darle crédito. Poner información en boca, por ejemplo, de una supuesta médica es un elemento que hace al mensaje”. Zuazo resaltó que “esas réplicas de información se hacen por un acto puramente emocional y ni siquiera respetan el patrón político. Los audios o mensajes que son tan urgentes, estridentes y que nos dicen: ‘nos vamos a morir todos’, incluso superan lo partidario”.

Por último, Mazzuchini cuestionó el concepto de «infodemia» acuñado por la OMS. “La figura de la pandemia para entender la información es inadecuada porque nosotros no somos meros receptores de un virus en la relación que tenemos con la información”, señaló. El licenciado consideró que “tenemos capacidades críticas, y eso juega cuando recibimos un mensaje. El problema de la mala información no es equiparable con un virus porque no habrá nunca una vacuna contra la mentira». «Como metáfora es efectiva, pero no hay que caer en la trampa de creer que recibimos desinformación como si fuésemos tontos culturales». En ese sentido, agregó que «la manera de prevenir la desinformación es con buena información”.

Informe: Melisa Molina.

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