«Ya vuelvo», fue lo último que Dardo Francisco Molina escribió en aquel diciembre de 1976 en la capital de Tucumán. Se disponía a ir a buscar a un hermano pero una patota de la dictadura ingresó a su estudio de abogado, lo secuestró y lo desapareció. Más de 40 años después de aquel suceso, el caso de Molina –que llegó a ser vicegobernador hasta el momento del golpe cívico militar– es uno de los que se ventila en el marco del juicio oral de la megacausa Operativo Independencia II y que tiene a 25 militares, gendarmes y ex agentes de inteligencia acusados de delitos de lesa humanidad contra 233 víctimas. Ayer, el hijo de Molina dio su testimonio ante el Tribunal Oral Federal donde relató el doloroso peregrinar junto a su madre Josefina Chazarreta cuando, como otros tantos miles, buscaba a su famliar desaparecidos: «Siempre la acompañé, golpeamos muchas puertas, de iglesias, comisarias, presentamos un habeas corpus, pero no hubo ningún resultado. Mi madre murió de pena en julio del 83». 

Molina había sido parte integrante de la resistencia peronista y como tal fue el único tucumano que integró la comitiva que acompañó el retorno al país desde España de Juan Domingo Perón, en junio de 1973 tras 18 años de exilio. En las elecciones de aquel 73 fue electo senador provincial y luego ocupó la presidencia del cuerpo lo que lo convirtió en el vicegobernador de Amado Nicomedes Juri. Tras el golpe de 1976, Molina se recluyó en su tarea como abogado pero, como reconoció su hijo, sentían la presencia de los organismos de inteligencia que lo cercaban cada día más. El 15 de diciembre de 1976 fue secuestrado. Su familia participó de la incipiente resistencia que tuvo la dictadura en Tucumán y también una vez que retornó la democracia. 

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En febrero de 2014 los restos de Molina fueron identificados en el denominado Pozo de Vargas, la fosa común más grande de la Argentina donde se encontraron 140 cadáveres donde un cententar ya fueron identificados. Esa es una tarea que todavía siguen realizando los integrantes del Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán (Camit) e integrantes del Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES, Conicet-UNT), donde también participó el Equipo Argentino de Antropología Forense. 

“Mi padre fue abogado recibido de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), fue secretario general de la UNT, interventor de la Facultad de Derecho, secretario general del Partido Justicialista y del Frente Justicialista para la Liberación, diputado senador provincial y ejerció como vicegobernador” hasta el golpe del 24 del 76, enumeró ante los jueces, Dardo Molina (h), quien tenía 22 años cuando secuestraron a su padre.

Molina hijo recordó que “ese 15 de diciembre fue nefasto y se notaba que los servicios de inteligencia ya tenían un mecanismo armado», indicó y agregó que “mi padre tenía la costumbre de llevar a su hermano a las 19.30 a una clínica para que le hagan quimioterapia, luego se iba a su estudio y a las 20.30 volvía a buscarlo, pero ese día lo secuestraron, solo dejó un papel sobre su escritorio que decía ‘ya vuelvo’ y nunca volvió”, relató. Molina recordó que la primera información de su padre se las brindó un amigo de la familia quien «nos contó que estaba llegando al estudio cuando vio que se lo llevaban en su propio auto, un Torino blanco” y “nos dijo que dos hombres iban adelante, mi padre atrás, en el medio con otros dos sentados de cada lado”.  

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Josefina, la esposa de Molina, fue la encargada de hacer las gestiones para obtener información. “Siempre la acompañé, golpeamos muchas puertas, de iglesias, comisarias, presentamos un habeas corpus, pero no hubo ningún resultado” indicó y lamentó “mi madre murió de pena en julio del 83, cuando ya no había esperanzas de que mi padre apareciera, no pudo ver la vuelta de la democracia”, expresó. “Me siento orgulloso de dar este testimonio, mi padre vive en nuestros corazones”.

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