Vaya paradoja: la desesperanza puede venir bien. No hay argentino que en 2022 haya creído que la cosa iba a mejorar. La realidad no sólo les está dando la razón, sino que es hasta posible que cualquier viso de pesimismo meses atrás se haya quedado corto en virtud de la cadena de datos negros que viene hilvanando la economía.

Empecemos por la sequía: los precios récord se están desinflando, con lo que no se podrá compensar calidad con cantidad. La merma es abrumadora: las pérdidas en la soja, el cultivo más valioso de la Argentina, rondarían el 50%. El Banco Central ya vendió el 60% del “dólar soja” que Sergio Massa logró acopiar, cuando convenció a la militancia del Instituto Patria de que se taparan la nariz. El helicóptero estaba dando vueltas.

Alberto asumió con una tasa de interés del 63% y hoy está en el 78%. Pese a que prometió que entre los bancos y los jubilados toda la vida iba a elegir a los jubilados, en su gestión las Leliq pasaron de 800 mil millones de pesos a 13 billones de pesos. En su gestión, también, los jubilados perdieron 12 puntos de poder de compra. El Central imprime pesos para financiar al Tesoro, para comprar títulos de deuda, para cubrir la pérdida que supuso el “dólar soja” y para pagar los intereses de las Leliq. Son tantos los pesos que el nivel de monetización (cuántos pesos efectivamente se queda la gente en mano sin gastar) está como en 2001. La deuda en moneda nacional (esa que en buena parte se pateó para 2023) equivale a cuatro veces la base monetaria.

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La infllación en nuestro pais no frena, los precios siguen aumentando sin parar.
La infllación en nuestro pais no frena, los precios siguen aumentando sin parar.

En la gestión de los Fernández, la inflación acumula 352%, sin contar marzo. Pero los alimentos (pese a los acuerdos de precios y el biri biri) subieron 388%, y la ropa, esa que el nacionalismo nac&pop protege sin dar tantas explicaciones, se disparó 518% en tres años. Los jubilados están cada vez más pobres; no obstante, la respuesta de la política fue permitir que ingresen unos 800 mil nuevos retirados vía moratoria, sin aportes, que se llevarán parte de una torta que, en términos reales, es cada vez más chica, porque hace 15 años que no se genera empleo genuino en el país. En dólares, la deuda de esta gestión aumentó 83.200 millones de dólares, más que en los dos mandatos anteriores de Cristina y en el de Macri, juntos.

Hay tanto cepo y controles a las importaciones que un simple y llano cartucho de tinta cuesta un ojo de la cara. No hay marcos de anteojos, repuestos, insumos. Mientras tanto, el presidente del Banco Central, Miguel Pese, acaba de protagonizar un debate con la socióloga Dora Barrancos sobre los derechos de mujeres y personas LGBTTIQ+. Posta, fue en la sede del Central, la gacetilla está en el portal del BCRA. (https://acortar.link/Ue3VNy)

Sin marco, ni precios relativos

La gente no sabe si lo que paga es caro o barato y el que le tiene que poner precio a su trabajo siempre pierde. El blue se acerca a los 400 pesos y todavía nos hace precio.

Para algunos, Massa encarnaba la posibilidad de encaminar un poco el barco para que el oficialismo llegara competitivo a las elecciones generales. Pero el candidato se desinfla, incluso hasta echa a correr rumores de que renuncia.

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Sergio Massa en el lanzamiento del Índice Crianza.
Sergio Massa en el lanzamiento del Índice Crianza.

Es tan delicado el cuadro de situación y está tan encarnada la desesperanza entre la gente que el pesimismo puede ser una oportunidad para los candidatos que se disputarán la presidencia de la Nación.

Nadie les va a reclamar una inmediata reversión de la decadencia. Nadie cree de verdad que un candidato pueda devolverles el horizonte de futuro a toda una generación de jóvenes que sienten que en el país no hay lugar para ellos. Nadie piensa en un boom de empleo, la llegada intempestiva de inversiones, un abrumador crecimiento. La vara está muy baja: bastaría con al menos dejar de caer.

Por primera vez hay conciencia de que la situación es mala y que no hay promesas mágicas que puedan revertirlo ni rápido ni fácil. Se agrega, como adicional, el hastío de la gente por una campaña interminable (hace más de un año que debatimos candidaturas), la incertidumbre por lo que pasará en los próximos seis meses y la desesperación de vivir con miedo, todo el tiempo. La inseguridad lacera.

A diferencia de 2015, cuando la sociedad había depositado expectativas inmensas sobre la coalición que venía a terminar con el kirchnerismo, ahora los anhelos son modestos, se deshilacharon. El kirchnerismo volvió y repitió con creces los errores de entonces: atrasó el tipo de cambio, pisó tarifas, rifó reservas, abortó exportaciones.

No hay esperanza en esta elección. Mal que pese, eso puede ser una oportunidad para quien aspire a presidir el país: bastaría con declarar apenas un puñado de objetivos a cumplir. Y cumplirlos, claro está.

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