El elemento explicativo más relevante, no el único, para que la muy elevada tasa de inflación de mayo de 7,8 por ciento no hubiese sido todavía más alta fue la relativa estabilidad del mercado cambiario de las cotizaciones paralelas. La mayoría de la secta de economistas de la city estimaba que el piso sería de 9,0 por ciento con bastante probabilidad de cerrar en dos dígitos. No la pegaron, como es habitual, lo que no significa que sus miembros se abstengan de participar con intensidad en la generación de expectativas económicas negativas.

Desde hace tiempo a la legión de economistas de pronósticos fallidos les salió una competencia: la patria encuestadora. Las encuestas previas a la elección provincial en Tucumán fueron el último bochorno. Esto no será tratado aquí pero es revelador, del mismo modo que sucede con las estimaciones de esos economistas, como políticos, empresarios y dirigentes sindicales y sociales definen el rumbo de sus intervenciones públicas y de sus decisiones en base a dos grupos de profesionales cuya característica principal es equivocarse.

Volviendo a la inflación del mes pasado, la intervención oportuna en el mercado cambiario del ministro de Economía, Sergio Massa, a fines de abril, cuando se precipitó otro fogonazo de la corrida cambiaria, logró frenar el descontrol de los dólares MEP y Contado con Liquidación. Al utilizar bonos en dólares y reservas en divisas, forzando al FMI para que no se opongan en medio de las negociaciones de un nuevo acuerdo, pudo neutralizar la movida especulativa.

En el peor momento de esta corrida no había definición de precios en las transacciones comerciales, situación previa a la pérdida de cualquier posibilidad de tener algún tipo de control de la política económica. Esta intervención oficial ofrece dos enseñanzas: resulta fundamental utilizar todas las medidas monetarias y cambiarias a disposición para evitar el desquicio de la plaza cambiaria y, además, en una economía bimonetaria con brecha cambiaria y expectativa de devaluación, el tipo de cambio administrado y controlado es clave en la estrategia antiinflacionaria.

¿Los precios acompañan el movimiento del dólar oficial o de los paralelos?

A esta altura no hay dudas de que existe cada vez más influencia de la cotización del dólar en la formación de los precios domésticos. Por eso es relevante identificar en qué bienes y servicios sucede. Resulta importante precisar cómo impacta las bruscas subas de los dólares paralelos y qué precios están atados a la evolución del tipo de cambio oficial.

Un reciente informe de la consultora PxQ de Emmanuel Álvarez Agis brinda respuesta a estos interrogantes y ofrece un ilustrativo panorama acerca de a qué dólar (oficial o paralelo) están fijados los precios de la economía.

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Explica que por los crecientes controles cambiarios y por el efecto sobre las expectativas en el mercado informal, el impacto en precios de los movimientos en el tipo de cambio paralelo ya no resulta indiferente.

Es una cuestión significativa determinar cuál es la incidencia porque así se puede establecer qué efecto podría tener una eventual unificación cambiaria, basada principalmente en una devaluación del tipo de cambio oficial. Esta medida regresiva la propone en la campaña electoral Juntos por el Cambio, tanto Horacio Rodríguez Larreta como Patricia Bullrich, ambos precandidatos a presidentes de la coalición de derecha.

Cuando dicen que harían lo mismo pero más rápido es una muestra que poco y nada aprendieron del fracaso de la administración Macri 2015-2019.

Semanas previas a ocupar la Casa Rosada, el primer ministro de Economía de Macri, Alfonso Prat Gay, aseguraba que los precios ya estaban marcados al tipo de cambio paralelo. Era mentira. Luego de la unificación cambiaria se comprobó que la realidad distaba mucho de ser así, al duplicarse la tasa de inflación.

Qué pasa con los alimentos, indumentaria, autos y celulares

El informe de PxQ busca determinar si los precios de los bienes transables están fijados al tipo de cambio oficial o a los paralelos. En primer lugar, realiza una comparación entre el precio de diferentes bienes en Argentina medidos en dólar oficial y en dólar paralelo versus el precio de esos mismos bienes en otros países.

Relevaron precios de Brasil, Chile, Uruguay, México y Estados Unidos. En base a esta comparación, identificaron tres tipos de casos:

1. Un conjunto de bienes cuyo precio medido al dólar oficial está en línea con el observado en el resto de los países analizados, o incluso por debajo. Dentro de este conjunto de bienes están los alimentos y bebidas. Afirman que «salvo algunas excepciones, se observa que el precio de los alimentos es similar al de otros comparables y aún en los casos en que el precio local supera al internacional, la diferencia es baja».

2. En el otro extremo está la indumentaria y el calzado, cuyo precio medido al paralelo es similar al del promedio de los otros países elegidos, al igual que algunos productos de tecnología y los autos de gama alta.

3. En un escalón intermedio están celulares que se ensamblan localmente y autos de gama baja, los cuales si bien están por encima del precio comparable medido al oficial, tampoco están al paralelo.

El rubro qué importa a la mayoría de los hogares

Como se mencionó, los alimentos y bebidas están en línea con el tipo de cambio oficial. La pregunta es si el actual nivel de precios de este rubro sensible del presupuesto de los hogares, en especial en las clases media baja y baja, está por encima en relación a otros ciclos económicos cercanos.

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Estos productos básicos para las familias acompañan la cotización del dólar oficial pero el convencimiento mayoritario de las familias es que son caros. Esto se debe a que los ingresos son insuficientes y están teniendo una variación por debajo de los aumentos de estos bienes. Es lo que se conoce como pérdida del poder adquisitivo relativa a la canasta de alimentos y bebidas. Pero también se debe a que el tipo de cambio oficial en términos reales hoy es superior a la de años pasados. Esto significa que no hay atraso cambiario respecto a este sector económico.

Esta cuestión también es abordada por el reporte de PxQ con un análisis desde 2012. Señala que lo que se observa en primer lugar es que los precios de los alimentos medidos al dólar oficial se encuentran levemente por debajo del anterior período con control de cambios (2012-2015) y muy por encima del período 2016-2018 (predevaluación de la segunda mitad de la administración de Cambiemos), donde no hubo control de cambios.

Concluye que en la comparación con la historia reciente, los alimentos están relativamente caros en dólares oficiales. Al contrario, se encuentran bien por encima del nivel de 2016-2018 y en línea con un período “caro en dólares” (2012-2015). ¿Esto entraría en contradicción con la idea de que los alimentos están en línea con el dólar oficial?

La respuesta es negativa. Esto es así porque si se incorpora el elemento faltante en este análisis que es la brecha entre el precio local de los alimentos y el vigente en otros países, «se observa que la evolución del precio de los alimentos en, por ejemplo, Estados Unidos también están en un nivel más alto que la media histórica», apuntan. En los dos últimos años se ha registrado un alza mundial de los precios de los alimentos, como lo muestra el indicador de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

El ministro de Economía, Sergio Massa. La oportuna intervención oficial en el mercado cambiario paralelo a fines de abril evitó un desborde aún mayor de los precios de la economía. Imagen: NA.

Qué pasará con los precios si se aplica una brusca devaluación, como quiere Bullrich y Larreta

Los alimentos y bebidas representan casi 30 por ciento del total del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Como este rubro está en línea con el tipo de cambio oficial y no de los paralelos, una fuerte devaluación provocaría un aumento adicional de los precios de estos bienes esenciales de la canasta de los hogares.

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En el caso de los automóviles de gama alta e indumentaria y calzado los precios acompañan la evolución de los dólares paralelos sin motivos productivos (importación de insumos al dólar oficial), y sólo se explica esta variación por comportamientos especulativos vinculados a acumular ganancias extraordinarias. Con los medicamentos sucede algo similar.

En teoría, el traspaso a precios de una fuerte devaluación debería ser bastante menor que en el rubro de alimentos y bebidas, lo que no es seguro que esto ocurra por lo mismo que hoy esos precios sube con cada movida especulativa en la plaza cambiaria.

El informe de PxQ calcula que sólo en los efectos de primera vuelta de una unificación cambiaria, que implica una devaluación del tipo de cambio oficial de 100 por ciento, tendría como resultado una aceleración de la inflación de por lo menos 20 puntos porcentuales.

Para qué y a quiénes serviría una fuerte devaluación

Con esta estimación, de mínima, la insistencia de economistas y candidatos presidenciales de la necesidad de una brusca devaluación está al servicio de generar las condiciones para legitimarla más adelante.

Esto último fue lo que sucedió en diciembre de 2015, con el cambio de gobierno, cuando durante años se aseguraba la existencia de atraso cambiario. Llegado el momento, cuando inició la administración Macri, se aplicó inmediatamente una fuerte devaluación, punto inicial para el derrumbe de salarios y jubilaciones en términos reales, pérdida que ambos no pudieron aún recuperar.

Pocos interpelan la reiteración de esta misma estrategia de dar por descontada la inevitabilidad de un ajuste de carácter regresivo.

Una devaluación brusca no solucionará nada de lo que promete esta medida, o sea no se llenará de dólares el Banco Central ni se reducirá la brecha cambiaria. Sólo habrá una nominalidad más elevada y derivará en una transferencia de ingresos fabulosa a los grupos sociales y económicos dueños de dólares.

A pesar de que la obsesión de la mayoría de los analistas económicos es la cuestión fiscal y monetaria para explicar la inflación, el nudo central de la economía bimonetaria argentina es la falta de dólares para atender una demanda firme, factor fundamental de las presiones inflacionarias.

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