Estamos hechos de polvo de estrellas es una frase preciosa porque, además de evocadora, es científicamente correcta, o casi. En 1957 se publicó el estudio Síntesis de los elementos en las estrellas, que argumentaba que prácticamente todos los elementos químicos que conforman el mundo en el que vivimos y nuestro propio organismo provienen de las reacciones que tienen lugar dentro de las estrellas. Es lo que hoy se llama nucleosíntesis estelar.

Una de las autoras de ese paper, y la única mujer, fue Margaret Burbidge. Empeñada en ser astrónoma en una época en la que ese terreno estaba vedado a las mujeres, Burbidge hizo aportaciones fundamentales en ese campo sobrepasando todas las barreras. Nunca aceptó ningún tipo de discriminación por el hecho de ser mujer. Tampoco ninguna discriminación positiva.

Concebida en el armisticio

Burbidge nació en Davenport, Reino Unido, el 12 de agosto de 1919. En una autobiografía que escribió para la Annual Review of Astronomy and Astrophysics en 1994 contaba divertida que cuando a los 11 o 12 años aprendió algunas cosas sobre la vida, como la concepción de los niños, se dio cuenta que la suya propia debió coincidir aproximadamente con el armisticio que dio fin a la Primera Guerra Mundial. “Mi emoción al contarle mi deducción a mi madre no fue recibida con ningún entusiasmo ni más explicaciones”.

Sin embargo, su interés por la ciencia si fue alentado en otros aspectos. Su padre era profesor de química y su madre había sido una de sus alumnas. Cuando ella era muy pequeña la familia se trasladó a Londres donde su padre pasó a trabajar en la industria química, obteniendo varias patentes que resultaron ser muy lucrativas.

En una entrevista que dio en 1978, Burbidge contaba que fue a los 4 años en un viaje que hizo con su familia de vacaciones a Francia la primera vez que se fijó en las estrellas. “Un niño que crece en Londres no ve demasiado el cielo a causa de tantas nubes”.

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Los apagones de la guerra, una oportunidad para mirar al cielo

Entró en la University College de Londres en 1936 y allí estudió astronomía, física y matemáticas, graduándose como la primera de su clase tres años después. Obtuvo el doctorado en la Universidad de Londres en 1943. Durante los años que duró la Segunda Guerra Mundial trabajó cuidando y manteniendo el telescopio del observatorio de la universidad, un trabajo que habitualmente llevaban a cabo hombres. Esto le permitió realizar observaciones para sus propias investigaciones, que además se vieron fortuitamente favorecidas por la guerra: los apagones en la ciudad por la falta de energía y para dificultar los bombardeos hicieron que ver las estrellas fuese más accesibles de lo que habían sido en años.

Margaret Burbridge. Imagen: University of Chicago.

En 1948 se casó con Geoffrey Burbidge, otro estudiante de la Universidad de Londres que, a raíz del interés de ella, cambió su campo de estudio de la física a la astronomía. A finales de esa década, buscando cielos más claros donde las estrellas fuesen más visibles, ella pidió una beca en el Carnegie Institution for Science con el objetivo de investigar en el Observatorio de Mount Wilson, en Pasadena California. Su solicitud fue denegada: las mujeres no podían utilizar esos telescopios. “Los hombres que hacían esas normas tenían la idea de que a las mujeres de los astrónomos que investigaban allí no les gustaría que sus hombres trabajasen con otras mujeres durante la noche”, contaba la astrónoma en una entrevista en 2005.

La carta de rechazo le abrió los ojos, contó años después, a una nueva e inquietante realidad: la de la discriminación por género. “En ese momento se activó un principio en mi vida: si se frustraba un empeño por un muro o cualquier tipo de obstáculo, buscaría una forma de rodearlo, otro camino hacia mi meta. Este consejo se lo he dado a muchas mujeres que se han encontrado en situaciones similares. Siempre les digo: inténtalo, ¡funciona!”.

Al final consiguió acceder a los telescopios de Mount Wilson, pero solo como asistente de su marido. Ambos tuvieron que alojarse en una cabaña sin calefacción en el monte donde se encontraba el observatorio, lejos de las instalaciones mejor equipadas donde vivían los astrónomos hombres.

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¿De dónde viene la materia?

Fue en esta época, concretamente en 1957, cuando Burbidge, junto con su marido, el físico americano William Fowler y el astrónomo inglés Fred Hoyle, publicó en la revista Reviews of Modern Physics su trabajo científico más famoso, considerado uno de los más influyentes de su época: Síntesis de los elementos en las estrellas. En él explicaban que casi todos los elementos químicos que forman la materia conocida, del aluminio al zinc, se generan en las reacciones que tienen lugar en el interior de las estrellas. Por entonces ya se sabía que los elementos más ligeros, como el helio o el hidrógeno, se habían originado en el Big Bang, pero otros elementos más pesados, como el carbono, el oxígeno, el oro o la plata, la materia que nos conforma a nosotros y todo lo que nos rodea, era el centro de un inconcluyente debate.

Margaret y Geoff Burbidge, William A. Fowlner y Fred Hoyle.

La tesis de los autores, ahora ampliamente aceptada, era que esos elementos más pesados se sintetizan a partir de los más ligeros en las reacciones termonucleares que ocurren dentro de las estrellas. Liberados en el espacio, estos elementos pueden recombinarse para formar nuevas estrellas, comenzando el ciclo una vez más. Así, este artículo sentó las bases para entender cómo se forman todos los elementos que conforman el universo. De los cuatro autores, solo William Fowler ganó el Premio Nobel de Física en 1983, junto con el astrofísico indioamericano Subrahmanyan Chandrasekhar, por su trabajo sobre la evolución de las estrellas.

El matrimonio Burbidge, junto con Fred Hoyle, fueron conocidos en su época también por su crítica y oposición a la teoría del Big Bang. Los tres creían que el universo, en vez de haber nacido a partir de una gran explosión y encontrarse en constante expansión desde ese momento, era un ente estático, mantenido en ese estado a partir de la creación continua de materia en las estrellas, sin un principio ni un fin. A día de hoy esta idea tiene pocos partidarios.

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En contra de la discriminación, también la positiva

Su trabajo le dio una gran relevancia científica. A principios de los años 60 se incorporó a la Universidad de California San Diego y terminó siendo la primera directora de su Centro para la Astrofísica y Ciencias del Espacio. Entre 1972 y 1973 fue directora del Royal Observatory británico. Según recoge su necrológica en The New York Times, fue sorprendente para muchos que ese puesto no fuese acompañado del nombramiento de Astrónoma Real, algo que suele ser automático desde que se fundó el observatorio en el siglo XVII. Fue la primera mujer que presidió la Sociedad Astronómica Americana entre 1976 y 1978.

A principios de los 70, sin embargo, fue noticia por rechazar un premio, el Annie Jump Cannon, otorgado por la Sociedad Astronómica Americana y entregado a mujeres astrónomas. “Tengo fuertes sentimientos en contra de cualquier tipo de discriminación, y eso incluye la discriminación a favor de las mujeres”.

Margaret Burbridge. Imagen: IAC.

En 1981 fue elegida presidenta de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia, puesto que ocupó al año siguiente, de febrero de 1982 a febrero de 1983. Mientras tanto, en su puesto en la Universidad de California en San Diego ayudó a desarrollar un espectrógrafo que después formaría parte del telescopio Hubble, puesto en órbita por la NASA en 1990. Con ese instrumento, ella y su equipo descubrieron que la galaxia Messier 82 tenía un agujero negro supermasivo en su centro. Ya retirada, en su puesto de profesora emérita siguió activa como investigadora. En total firmo como autora casi cuatrocientos papers durante toda su carrera.

Burbidge falleció el 5 de abril de este 2020 a los 100 años.

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