El Gobierno no puede esperar nada de la oposición

La oposición decidió dejar a Alberto Fernández sin Presupuesto, repitiendo lo que había hecho con el gobierno de Cristina Kirchner. Tras las elecciones buscan entorpecer la gestión de todas las maneras posibles, en paralelo con una Corte Suprema que aprovecha para aumentar su poder.

Servirse de la posición de debilidad relativa en la que quedó el gobierno tras la pandemia y las elecciones, para dejarlo sin Presupuesto 2022, o para abolir una ley sobre la conformación de la Magistratura, mostró el tenue sustento democrático de una oposición que mantiene resabios autoritarios y de una Corte Suprema que disputa poder como si fuera un partido político. La Casa Rosada se mueve en ese barrial como si se tratara de la Argentina democrática año verde.

En medio de su negociación con el Fondo Monetario por la deuda que dejó la misma oposición cuando fue gobierno, la deducción que puede sacar el Frente de Todos es que deberá gobernar a pesar de esta Corte muy desprestigiada y de una oposición que, después de encabezar los fracasos de la Alianza y del macrismo, no termina de encajar como derecha democrática.

Los medios hegemónicos, que fogonearon el rechazo del Presupuesto con los mismos argumentos descalificadores que se escucharon por parte de los legisladores del macrismo, responsabilizaron a Máximo Kirchner por el fracaso de la sesión. Otros dijeron que al oficialismo le faltó “timing” para presentar el proyecto.

En realidad, la decisión de rechazar el Presupuesto para complicar la gestión de gobierno en un contexto crítico por la situación todavía pandémica y por la negociación con el Fondo, ya estaba tomada antes de que el proyecto entrara al recinto. Varios diputados del macrismo, como Martín Tetáz, lo habían anunciado después de que se discutiera en comisión. Fue una estrategia destituyente de desgaste que dejó a las provincias sin una cantidad de obras que estaban previstas en ese proyecto.

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Es destituyente porque no hubo negociación ni concesión. La decisión de rechazar el proyecto fue parte de una estrategia decidida previamente. Forma parte de la concepción que se expresó en las declaraciones de varios dirigentes macristas después de las PASO cuando dijeron que reclamarían la presidencia de Diputados para colocarse en la línea de sucesión presidencial. Fue evidente y vergonzozo el futuro que concebían, por lo que tuvieron que desdecirse. Dejar al gobierno sin presupuesto en este contexto de doble o triple crisis (herencia macrista, pandemia y deuda) es una estrategia que tiene el mismo objetivo.

O sea que el discurso de Máximo Kirchner al final de la sesión, no fue, ni mucho menos, determinante de ninguna actitud, y las declaraciones de dirigentes macristas en ese sentido no fueron más que golpes bajos. La “falta de timing” que también se dijo para explicar el rechazo del Presupuesto se basa en que habría sido un error presentar el proyecto cuando el interbloque opositor está fraccionado en diez sub-bloques con diferencias sin saldar por lo que no tiene una autoridad común.

Exactamente eso fue lo que dijo Máximo Kirchner: “en la oposición compiten entre ellos para ver quién grita más”. El presidente del bloque oficialista y el titular de Diputados, Sergio Massa se habían reunido varias veces con los jefes de los sub-bloques opositortes. Y varios de ellos cambiaban de posición en cada reunión. El oficialismo había hecho varias propuestas que incluían una cláusula para que la Cámara debatiera también el uso de fondos que pudieran surgir de una mayor recaudación.

El diputado de la Coalición Cívica, Jorge López, lo describió con claridad. Según López, la posición de su partido era abstenerse y permitir la aprobación en general, para eliminar luego artículos en el tratamiento en particular. “Pero no lo pudimos coordinar con los otros grupos y se decidió el rechazo. Llegamos atropellándonos”.

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Hubiera sido un escenario diferente, más democrático que “la competencia para ver quién grita más fuerte”. Y se podría agregar: quién insulta más al gobierno que está tratando de resolver el desastre que dejó el gobierno de quienes ahora lo insultan.

“La oposición buscó todo tipo de subterfugios para fundamentar su rechazo al presupuesto” describió el ministro Martín Guzmán, quien subrayó que ese rechazo debilita al país en su negociación con el FMI. En ese sentido, el proyecto de Presupuesto 2022 que se presentó no tenía un tono “ajustador” como habían sospechado incluso desde algunos sectores críticos del Frente de Todos que daban por hecho una rendición total ante las condiciones del Fondo.

Los legisladores del FIT se unieron a la derecha en el rechazo del Presupuesto al afirmar que las metas planteadas eran pura invención porque el verdadero programa lo pondrá el Fondo. Hay que convenir que es difícil debatir sobre suposiciones. El FIT expresó su rechazo a un programa que estaría en la mente del gobierno. Pero quedó claro que el debilitamiento del gobierno no lo capitaliza el FIT sino el macrismo que reprimió, empobreció y endeudó.

Montada en el resultado adverso al gobierno en las elecciones y al mismo tiempo que el macrismo se proponía rechazar el Presupuesto, la Corte declaró inconstitucional una ley que definía la conformación del Consejo de la Magistratura. El planteo tenía 5 años y se resolvió recién ahora en un intento de afectar la relación de fuerzas dentro de ese organismo. Según la Corte, la configuración que tenía hasta ahora priorizaba al sector político. La que ellos repusieron, pone al presidente de la Corte como presidente de la Magistratura.

Parecía imposible superar el desprestigio de la Corte menemista de la mayoría automática, pero esta Corte, que fue cómplice silenciosa del lawfare, está cerca de romper ese récord. Hay denuncias y advertencias de Naciones Unidas por la manipulación de jueces y fiscales durante el gobierno de Macri y consentidos por esta Corte y al mismo tiempo se caen por falta de pruebas las causas del lawfare que esta Corte facilitó.

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Sin embargo los altos magistrados se mantuvieron imperturbables ante las vergonzosas revelaciones sobre espionaje a detenidos políticos, extorsión a testigos, detenciones irregulares y aprietes mafiosos como los que sufrió la exprocuradora Alejandra Gils Carbó. Dos de los supremos aceptaron que se los metiera por la ventana a la Corte con un decreto presidencial. Después pudieron entrar con el trámite legal, pero ni Horacio Rosatti ni Carlos Rosenkrantz rechazaron el primer intento.

El avasallamiento de la justicia jujeña por el gobernador Gerardo Morales para encarcelar a Milagro Sala y desactivar a la organización popular Tupac Amaru, fue condenado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pero todas las apelaciones que hizo la defensa de la dirigenta social tuvieron eco negativo en la Corte, que todavía debe expedirse en la causa más grave, por la que fue condenada a 13 años.

Otra vez sopa. Por caminos diferentes, este gobierno, que desde el comienzo expresó su disposición al diálogo, su rechazo a la confrontación, su convicción en el juego armónico de las instituciones, quedó en un lugar parecido al de Cristina Kirchner cuando esta misma oposición le rechazó el presupuesto y debió lidiar con campañas mediáticas y causas judiciales armadas sin sustento. La supuesta falta de diálogo es la misma excusa del macrismo, en ambos casos, para obstaculizar el diálogo.

El gobierno no puede esperar nada de esta oposición. Tendrá que reestructurar sus alianzas. Se dispone a prorrogar el Presupuesto del año anterior y ante la falta de diálogo democrático tendrá que respaldarse más en su base electoral y militante. Tiene a su favor una reactivación de la economía que ya se visualiza con mucha fuerza. Esa reactivación tiene que servir para sacar de la pobreza y la indigencia a millones de argentinos.

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