Entre la ciencia y el deporte. Niels y Harald Bohr no solo eran dos científicos excelentes, sino también grandes amantes del fútbol. Los retoños de la familia Bohr se criaron en un hogar culto, lleno de reflexiones e ideas y también de fútbol, pues su padre también les inculcó la importancia del deporte.

 

Niels Bohr

Nació en 1885 en la familia del profesor de fisiología Christian Bohr (que fue nominado tres veces al Premio Nobel) y creció en un ambiente repleto de ciencia. Su padre recibía con frecuencia a figuras destacadas de la comunidad científica danesa y sus hijos eran invitados a asistir a las discusiones científicas. Niels mostró talento en física: en la escuela solía buscar más información para complementar el plan de estudios regular que se enseñaba en el aula y tenía la costumbre de encontrar múltiples errores y detalles obsoletos en los libros de texto escolares.

Con tan solo 20 años recibió la Medalla de Oro de la Academia Danesa de Ciencias por su trabajo en la medición de la tensión superficial del agua por la oscilación del chorro. Pero hay más: el físico Ernest Rutherford, quien recibió el Premio Nobel en 1908, calificó su trabajo acerca de la estructura del átomo como «una de las teorías más revolucionarias jamás creadas en la ciencia». No en vano, años después, en 1922, sería el mismo Bohr (Niels) quien recibiria el premio Nobel de Física “en reconocimiento por su trabajo sobre la estructura de los átomos». Se convirtió en uno de los físicos más famosos del siglo XX.

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Continuó centrándose en los principios subyacentes de la mecánica cuántica a lo largo de su vida. Entre otras cosas, acuñó el concepto del “principio de complementariedad”, que establece que los objetos cuánticos como un electrón y un fotón (una partícula de luz) pueden comportarse tanto como una partícula como una onda, dependiendo del método de medición. Esta dualidad onda-partícula de los fotones es contradictoria en ciertos aspectos, pero ambas son necesarias para proporcionar una descripción completa del objeto.

También adoraba el fútbol. Y no se le daba nada mal. Niels Bohr jugaba de portero en el once inicial de Akademisk Boldklub (Los académicos) aunque solía distraerse a menudo pensando en cómo resolver problemas matemáticos.

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