Todo pautado, todo previsible, sin mucho para destacar. Así transcurrió el primer tramo del show del debate, que funcionó como una especie de resumen Lerú de la agenda mediática, y en el que cada uno cumplió como pudo con el rol asignado.

Esta clase de debate presidencial acotadísimo, con segundos apenas para desarrollar media idea, son lo más parecido a los antiguos ‘Resúmenes Lerú’, aquellos viejos libritos que resumían a lo bestia lo que el alumno holgazán que debían rendir no había estudiado antes.

Son útiles para ése alumnado vago, los no iniciados, o para los que viven felices en un tupper. Son bastantes, pero yo me ilusiono diciendo que esto “no le sirve a nadie”. Es mi único costado optimista.

No quería verlo, me negaba, pero al final lo vi. No soy confiable, soy demasiado periodista (no soy otra cosa, por cierto).

¿Qué podría decir? Que fue aburridísimo y obvio. Y que me sirvió para susurrar algunas frases mientras los tipos hablaban.

  • ALBERTO FERNANDEZ: Demasiado fácil. A estos rivales, en el boxeo, los llaman “palomitas”, peleadores sin chance que sirven para engrosar los récords de los candidatos a estrella. En eso está. Igual estuvo bien. Suelto, canchero, seguro. Pagó la entrada.
  • MAURICIO MACRI: Complicado. Siguiendo con el boxeo, Brusa, o Zacarías, o cualquier maestro del pugilismo rentado le preguntaría, por las dudas: “Decime, ¿Vos cuántas peleas tenés, pibe?”. Pasa cuando alguien insiste en seguir peleando pero el físico y los golpes en la cabeza ya hacen que no le de para más. Inseguro, fuera de timming, balbuceante. Patético. Para tirar la toalla y hacerse ver.
  • ROBERTO LAVAGNA: Siempre correcto, mucho más amable con Alberto que con Macri. Es obvio. Su papel, hoy, es el del abuelo sabio y bueno que supo brillar en otros tiempos y ahora hace buena letra para que lo vuelvan a invitar. Eso creo que pasará, en el Congreso o donde se pueda.
  • NICOLÁS DEL CAÑO: Estuvo muy bien. Son muchos, muchísimos años repitiendo el mismo discurso. Desde la muerte de Trosky, seguro. Lo reconozco porque lo escuché cuando, siendo delegado de mi quinto año del Pellegrini, querían captarme para el PST, el PO y también de la TERS de entonces. Que eran todo lo mismo, obvio.
  • JUAN JOSÉ GÓMEZ CENTURIÓN: Opaco, el típico pariente que aparece en una fiesta, toma dos copitas, y empieza con un discurso que dejaría a Reagan cerca de la izquierda revolucionaria. Su caballito de batalla electoral, lo que le permitió clasificar a esta fase, es la campaña celeste antiaborto. La defensa de las dos vidas: la de él y la de la encantadora Cynthia Hotton, la señora de las piernas eternamente cruzadas, por si acaso alguien.
  • JOSÉ LUIS ESPERT: El otro gran ganador de la noche. Hablamos del tío facho que toda familia tiene y pretende esconder, hasta que se cuela en algún casamiento, se pega dos tragos, habla con voz alta y el dedito levantado, y arma una trifulca de aquellas. Se mueve bien frente a las cámaras y no es un derechoso standard, rústico, como Gómez Centurión. Este está formado (sí, como Sturzenegger, el que carga con dos defaults argies en menos de 20 años: capo). Espert es un retoño del CEMA, ídolo de los liberales a lo bestia, también llamados “libertarios”, como el idiota de Milei. Su discurso puede darle votos. Digamos que en un país en crisis severa es lo que uno llamaría “un verdadero peligro”. Yo aviso, por las dudas.
Mirá También:  ¿Qué os sucede, Alberto?

* Alberto ocupó el centro de la escena, y el centro político, lo que hoy vendría a ser recontra progre (tiempos de vacas flacas, compatriotas).

* Del Caño ocupó la tradicional franja por izquierda, claro.

* Gómez Centurión, más rústico, y Espert, más suelto y agresivo, se plantaron en la derecha, minga centro, con orgullo por la camiseta.

* Macri quedó flotando en la nada, un lugar que no abandona desde antes de ser candidato en 2015, pero que pudo disimular gracias a la enorme protección mediática y el curioso fenómeno de fe pagana de una cantidad importante de votantes inocentes de toda inocencia. Gente demasiado buenuda para andar jugando a la Ruleta Rusa con seis balas en el cargador. No es ni siquiera neoliberal, ya. No es nada, si alguna vez fue algo.

Es lo que hay, y pude ver, un poco de coté, admito.

 

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