El equipo económico dirigido por Sergio Massa trabajó durante todo el sábado en la formulación de una respuesta al fuerte impulso que tomó la inflación y, particularmente, al impacto que produjo la suba del 8,4% del índice de precios al consumidor en abril, informado el último viernes. No se sabe si se tratará de medidas, un mensaje oficial o una convocatoria a distintos sectores en busca de alguna forma de acuerdo. Lo que sí quedó claro es que el gobierno nacional se autoimpuso la obligación de arrancar la semana con alguna acción que lo muestre activo en la lucha contra la inflación.

El mensaje que emitió el equipo económico el mismo viernes, a través de un comunicado de su secretario de Política Económica (y viceministro), Gabriel Rubinstein, debe haber generado más preocupación que señales tranquilizadoras. En la línea trazada por el viceministro, el equipo económico aparece otra vez corriendo detrás de lo que hace el mercado. Pero, además, otorgándole cierta legitimidad a las conductas especulativas, incluso frente al grave perjuicio social que provoca en las actuales circunstancias.

«La intranquilidad cambiaria en los mercados del dólar financiero, en la última parte del mes, impulsó subas de precios preventivas en muchos productos y servicios», dice el texto escrito que publicó Rubinstein, refiriéndose a la corrida cambiaria de la segunda quincena de abril sin cuestionar a los que la provocaron, ni a los que se aprovecharon de ella para remarcar precios. Al contrario, los justifica en esa práctica al calificarlas como «subas de precios preventivas».

Si hubieran sido realmente «preventivas» ante una eventual devaluación del tipo de cambio oficial que, imaginaban, se produciría de inmediato: ¿no hubiera correspondido que bajaran los precios para volver a su nivel anterior, al no verificarse la devaluación prevista?

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A propósito de estas subas «preventivas» frente a aumentos ajenos a los actores locales, el informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), publicado pocas horas después que el Indec difundiera el IPC de abril, hace una precisa puntualización con respecto al incesante aumento del precio de los alimentos.

«Como viene sucediendo desde hace casi un año, la evolución de precios locales no mantiene relación con lo que sucede con los precios internacionales, que redujeron su valor 19,7% en dólares», dice el documento elaborado por el centro de estudios que dirige Hernán Letcher.

El rubro Alimentos y bebidas no alcohólicas, recordemos, fue uno de los que registró los mayores aumentos de precios en abril, con un promedio del 10,1 por ciento, pero después de haber aumentado en el mes anterior, marzo, 9,3 por ciento, y acumulado así en los últimos doce meses un incremento del 115 por ciento. Un salto que se produjo no sólo después que había quedado atrás el impacto de la suba internacional de las materias primas de la industria alimenticia, sino que en los últimos meses se aceleraron los aumentos locales pese a que esas mismas materias primas están bajando sus precios en dólares.

El mismo trabajo revela que, entre los veinte productos del rubro que más subieron, cinco son derivados de la carne, pero no la carne roja o cortes que se venden en el mostrador de la carnicería, sino las hamburguesas, salchichas, fiambres, pollo y el filet de merluza, que en promedio subieron 14,1 por ciento su precio en abril. Frutas y verduras anotó cuatro productos entre los que más subieron, promediando entre ellos una suba del 25,4 por ciento. Productos de almacén aportó otros 4 productos, con aumento medio del 12,1 por ciento y lácteos, otros 4, con suba promedio del 10,4 por ciento. Completan el cuadro de los «top 20» otros dos productos derivados del trigo (9,2%) y los huevos, con una espectacular suba del 20,8% en el mes de abril.

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Pero se sigue hablando de la sequía,  fenómeno que ya había hecho sentir su mayor impacto en los meses del verano, por lo cual mal puede ser una justificación para el salto de precios entre marzo y abril. Lo que es más claro y comprobable es que los almacenes de barrio y autoservicios recibieron el lunes 24 de abril, a la par de la corrida, nuevas listas de precios de los productos de primera línea de las principales marcas de góndola, con aumentos del 9 por ciento, por sobre el aumento del 10 por ciento que ya habían recibido en la primera semana del mes.

Sobre el final de su comunicado, Rubinstein afirma que el impacto inflacionario «requerirá doblar esfuerzos desde la macroeconomía para concretar políticas que permitan mejorar las cuentas fiscales, la acumulación de reservas y la estabilidad cambiaria». La misma disciplina fiscal y cambiaria que exige el programa del Fondo Monetario, cuyas exigencias en materia de política monetaria (suba de tasas de interés), fiscal (baja de subsidios y consecuente suba de tarifas) y cambiaria (aumentos del tipo de cambio por encima de la inflación) han resultado ser hasta ahora un motor de permanente aceleración de la inflación. Y no hay elementos que demuestren que sus consecuencias vayan a ser las contrarias en los próximos meses.

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