El otrora jefe de finanzas del Vaticano se convirtió en el más alto cargo de la Iglesia en ser declarado culpable de pederastia.

El cardenal australiano George Pell, ex número tres del Vaticano, fue condenado a seis años de prisión por abusar sexualmente de dos niños, pero la sentencia no satisfizo totalmente a las víctimas. Los abusos ocurrieron en 1996, mientras Pell era responsable de la Catedral San Patricio, en Melbourne. El otrora encargado de las finanzas del Vaticano se convirtió así en el más alto cargo de la Iglesia Católica en ser declarado culpable de pederastía. No obstante, representantes de las víctimas expresaron insatisfacción con la decisión del juez, aunque admitieron que se trató de una pequeña dosis de justicia. La defensa del cardenal apeló la condena.

“Es difícil para mí permitirme sentir la gravedad de este momento. El momento en que la sentencia fue emitida. El momento en que se hace justicia. Me resulta difícil ahora mismo sentirme reconfortado con este desenlace”, expresó una de las víctimas, identificada como J en un comunicado difundido por su abogada. Esa víctima fue quien denunció a Pell ante la Policía de Victoria en 2014. La otra víctima, R, murió ese mismo año a causa de una sobredosis de heroína. “Agradezco que el tribunal haya reconocido lo que fue infringido contra mí cuando era un niño. Pero no tengo descanso”, añadió el demandante. La víctima subrayó, asimismo, que todo está ensombrecido por el recurso de apelación que la defensa de Pell presentó contra el veredicto de culpabilidad y que será evaluado a principios de junio.

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Por su parte, el padre de R se mostró decepcionado por la corta condena y expresó su tristeza por lo que considera un castigo inadecuado por estos delitos, según indicaron sus abogados, en otro comunicado.

a su vez usuarios de las redes sociales calificaron la sentencia de broma e incluso consideraron que ésta palidece en comparación al sufrimiento que Pell le dio a dos niños. Frente al tribunal, varios activistas celebraron la condena. Uno de ellos la calificó como una pequeña dosis de justicia.  “Al menos Pell está en la cárcel,” se felicitó otro actrivista. Durante el proceso, el fiscal Mark Gibson había solicitado que la sentencia fuera significativa dado que los delitos habían sido humillantes y degradantes hacia cada una de las víctimas.

Pell, detenido desde el 27 de febrero pasado, escuchó impasible la lectura de la sentencia. El juez Peter Kidd dictaminó que el religioso de 77 años deberá cumplir al menos tres años y ocho meses de la condena antes de poder solicitar la libertad condicional, es decir, pasará su cumpleaños número 80 tras las rejas. “Enfrentar la cárcel a su edad en estas circunstancias es un asunto serio para usted. El período de cárcel que le impondré implica la posibilidad de que no viva lo suficiente para ser puesto en libertad”, dijo el juez, quien remarcó que en su decisión tuvo en cuenta factores como la edad y la salud del cardenal.

Kidd dijo también tener en cuenta que los abusos tuvieron un impacto duradero y fuerte sobre los denunciantes: “Tomo en cuenta el profundo impacto que su delito tuvo sobre (sus) vidas”, detalló la sentencia. La víctima fallecida, por ejemplo, comenzó a consumir heroína a los 14 años y nunca tuvo un trabajo estable.

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Durante la lectura de la condena -a la que Pell asistió por primera vez sin el tradicional collar clerical blanco- Kidd narró crudamente los hechos por los que se sentenció al religioso. En 1996, dos chicos de 13 años del coro de la catedral de San Patricio, fueron sorprendidos por Pell, entonces arzobispo de Melbourne, bebiendo el vino sacramental. “Tienen problemas”, les dijo, antes de empezar a sacarse los atuendos religiosos para mostrarles el pene.  Agarró a R de la nuca y se lo acercó a los genitales, mientras que a J lo penetró oralmente y le tocó sus partes intimas mientras se masturbaba, precisó el fallo. Un mes después a J lo puso contra la pared y le estrujó el pene cuando lo encontró en uno de los corredores, detalló.

“Todas las ofensas, en los dos episodios, son significativamente más serias debido al entorno o las circunstancias contextuales, en concreto, la violación a la confianza y el abuso del poder. Desde mi punto de vista, su conducta fue impregnada de abrumadora arrogancia”, expresó el juez. Kidd también le recriminó que la acción fuera consciente y supuso un abuso de poder desproporcionado al ser él la máxima autoridad de la catedral mientras que los niños del coro eran los más vulnerables. “Los actos fueron sexualmente gráficos, ambas víctimas estaban visiblemente y audiblemente angustiadas durante la ofensa”, precisó el juez. “Usted pasó de una víctima a otra. Su diálogo con las dos víctimas en el primer episodio era intencionado y receptivo. Usted continuó ofendiendo con cruel indiferencia a la evidente angustia y objeciones de las víctimas. En algún momento de este episodio, incluso le dijo a las víctimas que estuvieran quietos porque lloraban”, continuó. Tras el veredicto, el cardenal firmó el registro de agresores sexuales, en el que permanecerá de por vida.

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La condena fue emitida después de que en diciembre un jurado declarara a Pell culpable de cinco cargos. El fallo no fue conocido hasta el 26 de febrero una vez levantada una restricción del juez tras el sobreseimiento de otro caso contra el cardenal por unos supuestos abusos cometidos en la década de 1970 en su ciudad natal, Ballarat.

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