El cuestionado empresario, de 59 años, falleció de un infarto

De líder del clan a cara visible del desastre. Muy ligado al macrismo, terminó sus días responsabilizado por sus acreedores, pero también por sus propios socios y parientes, como el culpable del derrumbe del holding familiar.
Al caer la tarde de este miércoles, se produjo el deceso, de muerte súbita y por un infarto masivo, de Sergio Nardelli, el máximo responsable de la conducción de Vicentin SAIC en los últimos años. El verdadero líder del clan familiar responsable de los destinos de Vicentin, tanto de su espectacular trepada en la última década, sobre todo a partir de 2014, como de su destrucción en los últimos meses de 2019, que derivaron en un escándalo económico, financiero, político y posiblemente social que aún está muy lejos de haberse cerrado. Sergio «El Mono» Nardelli murió en su casa, sin padecimientos de dolencias previas según confirmó un médico allegado a la familia. El «clan» Vicentin perdió a su Jefe, «el CEO total», la cabeza pensante como lo definen quienes mejor lo conocieron. Pero, también, y por todo ello, a quien propios (integrantes de la familia, accionistas) y extraños (acreedores, socios en diferentes negocios) lo consideraban el «principal responsable» de la trayectoria de Vicentin: tanto de su escalada acelerada como de su repentino derrumbe.El 8 de junio el gobierno nacional dio a conocer el DNU por el cual disponía la intervención de Vicentin SAIC y anunciaba, por boca del presidente de la Nación, su futura expropiación. La intervención no pudo asumir a día siguiente, martes 9, porque los directivos de Vicentin se lo impidieron en la sede de la empresa, en la ciudad de Avellaneda, en el norte de la provincia de Santa Fe. Un día después, el miércoles 10, Sergio Nardelli era recibido en la Quinta de Olivos por Alberto Fernández.

El «Mono» Nardelli traía, prácticamente, un pliego de condiciones en la cabeza. Eran las exigencias que pretendió establecer para «encontrarle una salida» al caso Vicentin, convertido desde hacía 48 horas en un conflicto político a nivel de Estado por la decisión volcada en el DNU de la expropiación. Básicamente, consistía en permitir la participación del Estado en la gestión de la compañía, pero no el desplazamiento del directorio que representaba a los accionistas, ni quitarles el manejo operativo. Además, reclamaba «ser parte» del futuro de la compañía, así ésta se convirtiera en una sociedad mixta con integrantes diversos. No hubo acuerdo.

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Al día siguiente, jueves 11, la intervención federal pudo instalarse en la planta pero el Mono Nardelli no cedió el control real. Lo siguió ejerciendo a través de los gerentes que le respondían, el ocultamiento de documentación y, principalmente, el accionar del juez de la convocatoria, Fabian Lorenzini, que manejó los tiempos y las decisiones principales en la causa al gusto de Nardelli.

No le faltaron armas para pelearla pero le pesaba una realidad económica y financiera que incidía por su propio peso. Vicentin se había declarado en cesación de pagos por una situación de «estrés financiero» que denunció el 6 de diciembre de 2019, dejando un tendal de 90 mil millones de pesos de acreedores ajenos (otros 9 mil millones son créditos intragrupo, es decir a favor de empresas del mismo grupo, a favor de accionistas o deudas financieras sospechadas de ser autopréstamos).

Nardelli seguía siendo El Jefe, pero ni él ni los suyos podían responder por el súbito cambio de situación de la empresa, que al 31 de julio presentó un estado de situación económico financiero impecable, a la vista de los bancos acreedores del exterior, y que apenas cuatro meses después se declaraba en «estrés financiero» y preanunciaba su presentación en convocatoria de acreedores (lo hizo efectivo en febrero de 2020).

Nardelli, el Jefe, el cerebro de la organización, ya no pudo dar explicaciones ni ante acreedores ni ante su propia familia, que empezó a exigirle justificaciones por la debacle y sobre por qué la empresa pasaba a ser centro de repudio de sus trabajadores, sus antiguos proveedores de granos, sectores de la sociedad y la política que antes los mimaban y ahora los trataban como «enemigo».

En la última semana, los trabajadores de Algodonera Avellaneda decidieron salir a las calles a expresar su bronca. El miércoles se manifestaron frente al domicilio de Alberto Padoan, quien fuera «el 2» de Sergio Nardelli. A este último, un grupo de manifestantes que se retiraba de la movilizaciónlo lo interceptó casualmente en la plaza, en ropa deportiva y haciendo footing. Le reclamaron, lo insultaron, lo filmaron y luego publicaron el video con la foto del Mono y la inscripción: «¿Quién hizo mierda todo? Papá». Sus dos manos, apoyadas sobre su pecho en la foto, como diciendo «Yo». La foto había sido obtenida en un acto de Juntos por el Cambio, en la última campaña.

El Mono Nardelli soportaba todo estoico, dicen. Los insultos, las pulseadas que iba perdiendo. El derrumbe inevitable, salvando lo que pudo mediante transferencias al exterior y pase de manos de empresas satélite. Lo que no pudo contener, dicen allegados suyos, fue el reclamo del clan familiar, los otros accionistas, sus socios, sus parientes, que lo señalaron como el gran responsable de la derrota. Su hermano Gustavo, director del puerto de la compañía, seguía en Rosario, cada tanto paseando en yate burlándose de la cuarentena. Ayer mismo se lo podía ver compartiendo un café, o una copa, al aire libre y junto a un ex director del puerto, poco antes de las 13. Ajeno a todo.

Desde anoche, el Mono, el Jefe, el cerebro, ya no estará para dar la cara. Puso la cara hasta donde le dio, aunque ya su imagen dejaba vislumbrar el deterioro. Su corazón dijo basta. El escándalo Vicentin seguirá avanzando sin solución a la vista, pero ya sin él.

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La causa por el Banco Nación

La muerte de Sergio Nardelli también servirá para dejarlo afuera de la causa abierta para investigar las maniobras que resultaron en «graves delitos» en perjuicio del Banco Nación por «créditos millonarios en dólares irregularmente otorgados a Vicentin SA», según la descripción que hizo el fiscal federal Gerardo Pollicita al solicitar la inhibición general de bienes de ocho directores de Vicentin, entre ellos Nardelli, y también la del ex presidente y el vice de la entidad, Javier González Fraga y Lucas Llach, y el resto del Directorio de la entidad en el año 2019.

En una presentación de 79 carillas el fiscal describe cómo, a lo largo del año 2019, las autoridades del Banco Nación permitieron el otorgamiento de créditos por hasta 300 millones de dólares a Vicentin SA, sabiendo que la empresa ya había empezado a incumplir con sus pagos a partir del mes de agosto, y pese a que el monto de la deuda excedía los máximos autorizados por el Banco Central para un solo cliente.

Además, relata minuciosamente el modo en que Vicentin fue retirando los fondos que recaudaba por sus exportaciones entre agosto (cuando ya estaba en mora) y noviembre de 2019 en una cuenta que oficiaba de garantía de los créditos, sin que el Banco los ejecutara y con autorización de funcionarios de la propia entidad. Todas estas maniobras, señala Pollicita, estaban en conocimiento del directorio y del mismo presidente del Banco, González Fraga, que las permitió incluso pese a las advertencias en contrario del propio Banco Central.

La relación con Mauricio Macri

El acercamiento de la familia Nardelli, corporizada en los hermanos Gustavo y Sergio, con la conducción de Cambiemos empezó mucho antes de la campaña presidencial de 2015. Ya en 2010, cuando era Jefe de Gobierno, Macri viajó a Reconquista, Santa Fe, para solicitar el apoyo económico de los Nardelli. Pero la relación se iba a afianzar durante el gobierno de Mauricio Macri. El ascenso del PRO corrió paralelo al de la cerealera Vicentin. Justamente cuando Mauricio desembarcaba en la Casa Rosada, Alberto Padoan, principal socio de Nardelli en Vicentin, quedó al frente de la Bolsa de Comercio de Rosario.

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En esos años, la empresa protagonizó un crecimiento exponencial que la dejó en el cuarto puesto entre las cerealeras más importantes, cimentado en una ola de créditos irregulares de todos los bancos oficiales dominados por el PRO: sobre todo el Nación, pero también el Provincia y el Ciudad.

Así se conviertieron en los principales aportantes de las campañas macristas de 2017 y 2019. La cercanía llegó al extremo de que el nombre de Gustavo Nardelli, hermano de Sergio, fue medido para la carrera a gobernador en las elecciones que terminó ganando Omar Perotti. En los pasillos del Banco Nación, en la época en que lo presidía Javier González Fraga, todos comentaban que la impresionante seguidilla de créditos otorgados a Vicentin, contra todas las regulaciones del Banco Central, no hubieran sido posibles sin el impulso decidido que llegaba del edificio ubicado a apenas 100 metros de la sede central del banco: la Casa Rosada.

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