El presidente se refirió al decreto de Macri que lleva el número 656 de 2016 que convirtió los gastos de la AFI nuevamente en materia reservada. «Eso fue un enorme retroceso», dijo Fernández. Si se deroga el decreto 656 tal vez vuelva a tener vigencia el decreto 1311 dictado en época de Cristina, por el cual todos los gastos dejaban de ser secretos, aunque una parte de esos gastos son públicos y otros son sólo de acceso por parte de la Comisión Bicameral de Seguimiento de los Organismos de Inteligencia.
Es casi seguro que habrá un recorte fuerte de la actividad de la AFI y una reubicación de los aproximadamente 2.500 agentes y empleados que tiene la central de la calle 25 de mayo. Podría disponerse, por ejemplo, que todo lo que sea investigación criminal –narcotráfico, trata de personas, secuestros– pase al Ministerio de Seguridad y dentro de esa cartera a una especie de FBI argentino, o sea una división muy especializada dentro de la Policía Federal destinada a combatir el crimen organizado. Hoy el presidente habló de unificar esta batalla que actualmente está segmentada en las distintas fuerzas de seguridad –Gendarmería, Prefectural, Policía Federal, Policía Aeroportuaria– y en la AFI.
La ex SIDE, entonces, se concentraría en cuestiones relacionadas con el terrorismo y con aspectos relacionados con la defensa del país ante posibles enemigos externos. No hubo episodios de terrorismo en los últimos tiempos en los países del conosur americano, pero el mundo está en conflicto permanente y los peligros siempre están latentes. Además, el país ha tenido la experiencia cercana de la forma en la que servicios de inteligencia extranjeros operaron sobre el fallecido fiscal Alberto Nisman y la causa del Memorándum de Entendimiento con Irán.
Nuevamente, más allá de la reorganización, de las medidas en sí mismas, lo decisivo será la conducción: es decir la existencia de un liderazgo que realmente haga cumplir la veda a los agentes de inteligencia o los operadores de inteligencia en todo lo que tiene que ver con la justicia y el espionaje interno.
El ejemplo más elocuente de los últimos tiempos fue la visita de dos altos jefes de la AFI al juez de Avellaneda, Luis Carzoglio. El episodio fue admitido por Gustavo Arribas, titular de la agencia, en la interpelación a la que fue sometido en el Congreso. Se trató, ni más ni menos, que de un apriete para que el magistrado detenga a dos dirigentes gremiales y deportivos, Hugo y Pablo Moyano. Y la maniobra llegó al punto en que dos jueces declararon que los funcionarios de la AFI hasta les redactaron las órdenes de detención.
El episodio pinta la gravedad de la situación y el presidente le asignó tanta importancia que le dió un lugar central en su discurso inaugural.